Parece que todo lo que hacemos tienen que tener una repercusión en nuestro bienestar, sin embargo hay subordinaciones a intereses que dañan, porque se está entregando lo más sagrado de uno mismo que es el amor y la libertad. Y se finge y se guardan las apariencias, pero el interior se rompe, se va rompiendo en ese precio que se paga por la comodidad. Eso ocurre en el trabajo y en las relaciones, incluso en la relación con uno mismo en la que hay mucho autoengaño.
Es difícil tomar el camino adecuando en la vida, incluso los más seguros no están exentos de peligros y de decepciones, pero si se ha elegido el camino del corazón, aunque este acabe en un callejón sin salida porque la vida a veces la rige el diablo, tendrá la satisfacción de haber ocupado el tiempo en cosas con substancia, no en sopa de corcho.
La búsqueda de lo trascendente es mas importante que la de la prosperidad, por mucho que esta última este reconocida socialmente, y confiera estatus y confort. Esta al final lleva a la pregunta sobre quien soy yo, y que es la manifestación, y parece mentira que podamos pasar por la vida sin dar respuesta a estas preguntas.
Como decía Salomón: “Todo es vanidad”. Procuremos que esa vanidad sirva al menos a algo meritorio. Ya que nos vamos a dar importancia por todo lo que hacemos, porque en el fondo somos conscientes de que eso que se da tanta importancia no existe, es solo imaginación, un conjunto de hábitos mentales de pensar que llevan de un problema a otro y de una carencia a la siguiente.
No tenemos control sobre aparente realidad, y nos empeñamos en sujetarla con nuestras manos, y cuanto mas la apretamos, más se nos escurre.
No obstante, nos olvidamos de estar con nosotros mismos y equilibrarnos, cosa que haría que la apariencia de caos del mundo se diluyera.
Tenemos que saber que somos pasajeros e intentar darle un sentido a nuestra existencia que no sea la banalidad. Ya que si no, apostaremos a números que solo existen en nuestra imaginación.
El corazón tiene razones que la razón no comprende, y por ello, hace falta vivir con un alto ideal, aunque uno se solucione la vida de otras maneras.
La existencia tiene colores diversos y hay que intentar darle la vida a cada uno de ellos, sin pensar que un morado es mejor que un verde, cada uno cumple su función en el arco iris.
El interés responde a la necesidad y a ego ensoberbecido cuando se desmadra, es nuestra responsabilidad controlarlo.
El exceso de consciencia corporal y mental nos hace estar constantemente preocupados, recordar que somos almas, o espíritus, nos relaja y nos conecta con nuestro verdadero Ser.
Es difícil medrar en este mundo en constante cambio y que se está volviendo cada vez más complejo con su digitalización y su uso de las redes sociales, eso nos aleja unos de otros aunque parezca lo contrario, si bien, la transferencia de información es un caudal inmenso.
El interés es contrario al amor, y en una sociedad mercantilizada pierde éste su significado de dar sin esperar nada a cambio, o dar por compasión.
Los roles de éxito se emulan y se envidian, tampoco hay que pedirle tanto a la vida, tener un corazón generoso y una mente lúcida, salud y amor es más que suficiente.