En el contexto político internacional actual, el Islam, en general, y determinadas repúblicas islámicas, como es el caso de Irán (no así en el caso de las anglomonarquías sionistas del Golfo) están en el foco mediático.
Lo están por sus revoluciones islámicas anticapitalistas, antimodernistas y antiliberales (opuestas al sistema especulativo y usurero global, y que el Occidente anglosajón promueve) pero muy en especial desde que han formado parte del bloque Oriental junto a Rusia, Siria y China, y desde su apoyo a las repúblicas hispanoamericanas frente a la bota anglosajona.
Toda esta acción de acoso y derribo anglosajón-sionista contra el Islam Chií que representa Irán, y contra el Gobierno Islámico de los Ayatolás, ha tenido su más reciente manifestación hace unos días con la Declaración de Organización Terrorista de la Guardia Revolucionaria de Irán por parte de la UE, conglomerado político de mercaderes usureros sin autonomía alguna de los intereses de la angloesfera y del sionismo.
Este artículo, primero de una serie sobre el Islam (al que llevo dedicado años de estudio teórico y práctico en el PISAI y otros institutos) pretende darles voz a todos ellos, a esos pueblos y organizaciones musulmanas en España y fuera de ella que anhelan mantenerse alejados de la pérfida influencia de la angloesfera y del sionismo.
Escuchemos en el artículo de hoy la voz de Irán.
El pasado día 4 de enero de 2023, el Ayatolá Jameneí, máxima autoridad religiosa de la República Islámica de Irán, impartió su Gran Discurso Anual.
En él abordó diversos temas controvertidos, de naturaleza socioreligiosa y política, de ámbito nacional e internacional, muchos de los cuales han sido fruto de la Revolución Islámica de 1979, hace ahora 44 años.
Veamos y escuchemos, de boca del Ayatolá Jameneí, varios de estos temas controvertidos que son hoy de gran actualidad política en Occidente, en general, y en la UE y España, en particular, con leyes como la del ''Sí es sí'', los llamados Derechos LGTBI, al aborto y similares.
El Ayatolá Jameneí, afirmó:
«La homosexualidad es una de las grandes prohibiciones en todas las religiones. Occidente busca legalizar conductas pecaminosas que están proscritas en todas las religiones. La prohibición de la homosexualidad no es cosa sólo del Islam, es una de las grandes prohibiciones de todas las religiones. Lo hacen legal y ni siquiera se avergüenzan».
Estas palabras del Ayatolá Jameneí fueron pronunciadas en un encuentro con un grupo de madres y mujeres, activas en distintos ámbitos de la vida cultural, social y científica de Irán; un hecho que no sucede en ninguna de las tan queridas para algunos monarquías del Golfo Pérsico.
En este sentido, y siguiendo la misma línea político-religiosa, antiliberal y anticapitalista revolucionaria, el Ayatolá ha destacado la abyecta corrupción sexual y la disolución de los límites de la moral en los países occidentales, capitalistas y liberales, bajo influencia anglosajona:
«Algunos decían que en Occidente las relaciones libres entre varón y mujer saciarían a los varones y ya no se cometerían transgresiones sexuales. No sólo eso no sucedió, sino que han hecho que surjan todo tipo de corrupciones sexuales y se disuelvan los límites de la moral».
Poca demostración precisan estas afirmaciones del Gran Ayatolá si las miramos con una perspectiva social e histórica de unos 50 años aproximadamente, y teniendo en cuenta las estadísticas, pues el aumento de las agresiones sexuales y violencia dentro del matrimonio y la familia es un hecho muy triste y dramático de nuestra actualidad.
Por otra parte, el Líder de la Revolución Islámica ha hecho hincapié en que el capitalismo occidental es patriarcal:
«En ese sistema, el capital está por encima del hombre y una persona vale más cuanto más capital pueda acaparar».
Además, ha subrayado que en el capitalismo occidental, la actividad económica y comercial a gran escala la dirigen los varones, por lo que en ese sistema priman los varones sobre las mujeres, porque en ellos la primacía del capital sobre el hombre se da más:
«Ahora mismo, en muchos países occidentales, la mujer cobra menos que el varón por el mismo trabajo. Eso es un abuso. En los siglos XIX y XX, so pretexto de liberación femenina, sacaron del hogar a las mujeres para usarlas en las fábricas por salarios más bajos».
A juicio del Ayatolá Jameneí, de buena parte del Islam Chií y de la tradición religiosa oriental, el colmo de la desvergüenza de los occidentales es que, pese a cuestiones como la esclavitud sexual y la trata de mujeres, pretendan abanderar los derechos de la mujer.
''En el asunto de la mujer, nuestra posición frente a los hipócritas y pretenciosos acusadores occidentales es una posición de reclamación, no de defensa.
Una vez, hace años, estudiantes de una universidad me preguntaron cuál era mi defensa en tal asunto. Les dije que lo mío no era defensa, sino ataque contra la posición modernista y liberal.
En el asunto de la mujer, es así: es el mundo el que yerra, y cuando digo “el mundo” me refiero a ese mundo occidental, a la filosofía y la cultura de Occidente —el Occidente moderno o, como dicen ellos, la modernidad—. No hablo del Occidente histórico; ese es otro tema.
Entiéndase por Occidente moderno el que de hace unos doscientos años ha manifestado ciertas ideas en todos los aspectos de la vida. Frente a esos, nosotros estamos en posición de demandantes''.
En la cuestión de la mujer afirma el Islam Chií e Irán:
''Ellos cometen serios pecados respecto a la naturaleza y vocación femenina; yerran. Han causado daños, han cometido un crimen contra ellas''.
En cuanto a la perspectiva islámica, puede decirse de ella que, lo que se tiene en consideración en el Islam al hacer una evaluación en términos humanos e islámicos, es al ser humano.
''Varón y mujer carecen de particularidad alguna, en derechos, no hay ninguna diferencia entre ambos, salvo en su naturaleza vinculada al sexo.
La complementariedad de varón y mujer, en el terreno de los valores humanos e islámicos, es una de las premisas indiscutibles del Islam''.
A ese respecto no cabe duda ninguna. Reza una aleya del Corán:
“En verdad, para los musulmanes y las musulmanas, para los creyentes, obedientes de las órdenes de Dios, los sinceros y pacientes, para los humildes ante Dios, los caritativos y los que ayunan, para los que protegen su sexo y los que recuerdan a Dios…” (Sagrado Corán, 33:35)
Diez de las características fundamentales del hombre, que menciona el Corán, todas ellas son iguales para varón y mujer:
“Dios ha preparado un perdón y una recompensa enormes” (33:35)
Esa es la perspectiva del islam.
O también, en otra aleya: “En verdad, Yo no dejo que se pierda la obra de nadie que obre bien, sea varón o mujer” (3:195) No hay diferencia entre los dos.
En resumidas cuentas, en lo que respecta a la valoración humana e islámica, entre varón y mujer no hay ninguna diferencia.
Al mirar al varón y a la mujer, el Islam mira al ser humano, al hombre, sin particularidades.
Eso sí, los deberes recíprocos son diferentes, dada su naturaleza y personalidad complementarias, pero hay un equilibrio.
Dice el Santísimo Legislador en la sura Al-Baqara, La vaca:
“Y las mujeres tienen derechos equivalentes a sus obligaciones conforme a lo razonable establecido” (2:228)
En la misma medida en que hay derechos para ellas hay también derechos en su contra, es decir, derechos sobre ellas.
Hay cosas que les corresponden y, en esa misma medida, hay cosas que corresponden a la otra parte y que recaen sobre ellas como deberes que les incumben.
En otras palabras, por cada deber que se ha asignado a alguien hay también por otra parte un derecho, y esto es en varones y mujeres por igual. Por cada privilegio que se ha dado a cada uno de los dos, les corresponde también un deber: equilibrio perfecto. Y esto, en lo que respecta al hombre y la mujer.
Al considerar las responsabilidades, se incide aquí en las peculiaridades que son connaturales al varón y la mujer.
Existen ciertas diferencias entre ambos, lo que significa que hay una naturaleza femenina y otra masculina.
Tanto en el cuerpo como en el espíritu y las cuestiones espirituales hay diferencias, y las responsabilidades son acordes a esas diferencias.
Estas influyen en el tipo de responsabilidades que incumben al hombre y a la mujer, dependiendo de esa naturaleza masculina o femenina. Ninguno de los dos debería asumir cosas contrarias a su propia naturaleza. Yerra el varón que, con su modo de comportarse, por medio de maquillaje facial y demás trata de parecerse a una mujer, al igual que la mujer que, con su conducta, su habla y sus movimientos trata de parecerse al varón. Ambos yerran. Esto, en cuanto a los deberes personales y las responsabilidades diversas que existen en el ámbito doméstico, el ámbito exterior, etc. (…). Ahora bien, en lo que toca a los deberes colectivos, las obligaciones son iguales. Los papeles son distintos, pero las obligaciones son iguales. Esto significa que tanto para la mujer como para el varón el Yihad es obligatorio, sólo que el Yihad del varón es de una manera y el de la mujer, de otra.
Ordenar el bien y prohibir el mal es obligatorio tanto para la mujer como para el varón, pero hay división de funciones. Los papeles no son los mismos. Esto que he apuntado es la perspectiva del Islam respecto del varón y la mujer en los distintos ámbitos.
Bien, pues esa perspectiva es tanto avanzada como justa:
La mujer ocupa su sobresaliente posición, el varón ocupa la sobresaliente posición que le es propia a él y ambos gozan de ventajas legales, intelectuales, teóricas y prácticas, contrariamente al sistema de valores del capitalismo de Occidente.
Por supuesto, como he señalado antes, es el Occidente moderno al que me refiero.
El sistema capitalista y liberal occidental es esencialmente un sistema machista. Es decir, eso que ellos atribuyen al Islam —¡sin razón!.
Faltan a la verdad— es cierto tal cual sobre ellos mismos. ¿Por qué?
Esa perspectiva tiene sus raíces en que, en el capitalismo, el capital está por encima de la humanidad; las personas están al servicio del capital.
En definitiva, cualquier ser humano es más valioso en la medida en que pueda atraer y acumular más capital, y el varón se impone más, es más fuerte.
La explotación de las minas de oro, de piedras preciosas, de diamantes, etc., en África, en Norteamérica,
en Sudamérica y demás la hacían los varones.
La dirección de los asuntos económicos y comerciales a gran escala, etc., la hacían los varones.
Por eso en el capitalismo el varón prima sobre la mujer, porque la primacía del capital sobre el ser humano se da más en el hombre. Bien, pues una vez que se establece que sea el capital el que determina la posición de las personas, estas dejan de ser iguales; de manera natural se vuelven diferentes. Hemos dicho además que, en la perspectiva capitalista, el sexo masculino está de manera natural por encima del femenino.
De ahí que vean ustedes como en el capitalismo se abusa de la mujer de dos maneras:
Una, en lo relativo al propio trabajo. Este es uno de esos aspectos dignos de reflexión. Sobre estos aspectos, esta dama que ha hablado de cuando estaba en Occidente, en principio debe de estar bien informada. Pueden ustedes encontrarlos en los libros y en los lugares donde hay información general.
Ahora mismo, en muchos de los países occidentales, el salario de la mujer es inferior al del varón por el mismo trabajo; encargan el mismo trabajo del varón a la mujer y le pagan un menor salario, porque es más débil, porque es más sometible. Es así. Eso es una forma de abuso. Una razón de que, en el siglo XIX —y luego en el XX, pero más en el XIX— se planteara la cuestión de la liberación de la mujer fue sacar a las mujeres de la casa, llevarlas a la fábrica y emplearlas pagándolas menos.
Abro aquí un paréntesis: exactamente lo mismo sucedió con la liberación de los negros en Estados Unidos en las guerras civiles estadounidenses de los años 1860, es decir, hace unos ciento sesenta años.
En aquellas guerras internas norteamericanas, hubo más de un millón de muertos en cuatro años. La guerra fue entre el Norte y el Sur, y el resultado de esas guerras fue que se planteara la cuestión de la liberación de los esclavos —la manumisión de los esclavos negros—. El Sur era agrícola, y el Norte industrial. El centro de la esclavitud estaba en el Sur. La mayoría de los esclavos estaban en el Sur, donde trabajaban en la agricultura. Los del Norte tenían necesidad de obreros baratos, por lo que necesitaban a aquellos negros. La controversia de la manumisión de los esclavos la comenzaron los norteños. Si han leído ustedes la novela La cabaña del tío Tom, lo habrán visto. Es de hace unos doscientos años.
La Cabaña del Tío Tom se escribió hace cerca de doscientos años, es de aquellos mismos tiempos. Los alentaban, ellos huían de allá y se los llevaban al otro lado. ¿Para qué? ¿Para que fueran libres? ¡No! Porque necesitaban trabajadores baratos… ¡trabajadores baratos!
De este jaez son los falseamientos de sus civilizadas señorías occidentales en distintas cuestiones. Casos semejantes hay muchos.
De manera que, por una parte, perjudicaron a la mujer llevándola al ámbito laboral para gastar menos, asumir menos costos y pagar menos dinero; y por otra, al ser el hombre el sexo superior, haciendo de ella un medio para el goce del varón.
En fin, a mí me cuesta hablar de esto; me cuesta en todos los foros y más en una reunión de mujeres, pero es una realidad, ¿qué le vamos a hacer?
De todo hicieron para convencer a la mujer de que lo que la beneficiaba era comportarse de manera que potenciara sus encantos sexuales para el varón.
Se esforzaron al máximo los malditos pérfidos. Esta historia es muy penosa. Sobre estos asuntos, yo he leído muchas cosas que realmente uno no puede contar.
En una de esas revistas norteamericanas —me la trajeron hace siete, ocho, diez años—, un capitalista estadounidense muy destacado que tenía no sé si decenas de cadenas de restauración muy modernas, muy avanzadas, muy atractivas, etc., anunciaba que estaba contratando. ¿A quién? Muchachas jóvenes, mujeres jóvenes con ciertas características que especificaba.
Una de ellas era que la ropa, la falda, obligatoriamente la tenían que llevar tanto por encima de las rodillas, y hasta habían puesto la fotografía de cómo debía ser. Vean entonces como la organización para el comercio, para la industria, para la vida corriente en la calle es de tal modo que el varón lascivo y lujurioso pueda saciarse con la vista y con lo que no es la vista. Esta gente realmente ha destruido la dignidad de la mujer; han destruido la honorabilidad de la mujer. Y lo peor es lo que he señalado, que llevan las cosas a un punto en el que la propia mujer —la mujer joven, la muchacha— vea conveniente para ella misma presentarse de manera que pueda atraer hacia sí la atención del varón desde el punto de vista sexual.
Llevarla a esa conclusión es el mayor daño que han causado a la mujer. Y luego hay muchos otros asuntos semejantes que quizá ustedes conozcan y hayan leído sobre ellos.
Ahora, ¿cuál es el resultado de ese planteamiento machista?
Cuando en la civilización occidental el varón es el sexo superior y la civilización es machista, el resultado es que la mujer intenta tomar como modelo al varón: el varón se vuelve modelo para la mujer.
La mujer se mueve hacia tareas masculinas. Ese es el resultado.
Vean ustedes, aquí hay un versículo del Corán al que creo que ha aludido además una dama.
Dice:
“Dios pone un ejemplo para los que no creen: la mujer de Noé y la mujer de Lot.” (66:10).
Para los infieles, el modelo son dos mujeres: dos mujeres infieles son ejemplo y patrón para las mujeres infieles: la mujer de Noé y la mujer de Lot, que engañaron a sus maridos (66:10)
A pesar de ser profetas, sus maridos ya no no les servían de nada, no tenían provecho para ellas. Eso, en cuanto a los infieles.
Y luego:
“Dios pone un ejemplo para quienes son creyentes: la mujer del Faraón” (66:11)
En otras palabras, para todos los hombres del mundo que quieren ser fieles, el modelo son dos mujeres: una, la Infiel, y la otra, María.
Dios pone un ejemplo para quienes son creyentes:
La mujer del Faraón, plenitud de nobleza y de castidad, aquella misma dama que hizo, cuando sacaron a Moisés del agua, que no lo mataran: “No lo matéis” (Sagrado Corán, 28:9) Ese es el modelo.
“Y María, hija de Imrán” (Sagrado Corán, 66:12), con ella la paz. Sobre esta última tenemos:
“Quien protegió la castidad de su vientre” (66:12).
Preservó su castidad. Lamentablemente, no disponemos de demasiada información sobre qué sucedió.
En torno a María se produjeron sucesos en los que aquella Noble Señora resistió con poderío absoluto, se mantuvo pura… y así hasta el final, con el resto de acontecimientos que ustedes conocen.
Es decir, que justo en el extremo opuesto a la civilización occidental, que hace del varón el modelo, en el Corán se pone de ejemplo a la mujer; no sólo para las mujeres, sino para todos los hombres, tanto en el terreno de la infidelidad y el descreimiento como en el campo de la fe.
Pues bien, aquí es donde se revela la desvergüenza de Occidente''.
No es mi intención ser más extenso, profundo ni detallado en el primer artículo de esta Serie sobre el Islam y que, Dios mediante, será el primero de muchos para fortalecimiento y riqueza de todos, y discernimiento de nuestro verdaderos y leales aliados políticos.