“Hay personas que crean sus propias tormentas y se enfadan cuando empieza a llover”. El pianista inglés, nacionalizado español por acuerdo del Gobierno en Consejo de Ministros, es una de ellas.
El Sr. Rodhes es cuando menos un personaje peculiar, diferente incluso en su presentación, ya que adquirió fama y notoriedad en España al airear un tema especialmente sensible, los abusos sexuales que dice haber sufrido cuando era menor, supuesto donde la opinión pública deja al lado cualquier contraste para posicionarse al lado del relator, ya que la repugnancia que provoca esta lacra hace que esté mal visto ni tan siquiera preguntar al respecto, sobre los antecedentes y dudas.
No voy a cuestionar en absoluto el relato que compartió en el programa de la Sexta, “Salvados”, si bien considero que no canaliza su pasado con equilibrio, explotando su desgracia hasta el punto que ante cualquier pregunta que se le haga, formulada con rigor, serenidad y ánimo de conocer y construir, acude a ese victimismo a modo de defensa, tratando de justificar y resolver ante sus adeptos cualquier situación incómoda, en base a lo que dice haber sufrido.
En las redes sociales no duda en mostrar su solidaridad a raudales, de forma tan desorbitada que hay quien le pide dinero para comprarse una tablet, pagarse un master, o como en fecha reciente, en la que unos supuestos universitarios españoles le pedían dinero para una emergencia, y él preguntaba al respetable si debía enviar un “bizum”, resultando una publicación tan ridícula como innecesaria para seguir aireando generosidad, pareciendo más una operación de “marketing” que una dádiva.
El generoso de verdad no publica sus actos, no necesita que nadie aplauda ni que se acumulen en “sus muros” cientos de comentarios jaleando sus ofrecimientos y reiterando lo buena persona que es, de ahí que tanta publicidad se antoje propaganda, aunque es una mera apreciación personal y no trato de convencer a nadie de lo contrario.
El Sr. Rodhes da nombre a la Ley de la Infancia y Adolescencia, extremo que manifiesta con orgullo, siendo capaz de afirmar en un intercambio de insultos con alguien que en su día fue político, que había contribuido más a la política que él mismo, tratando de ridiculizarle al extremo en un espectáculo escrito bochornoso. Descalificaciones soeces, fuera de tono y sobre todo excediendo a límites inimaginables respecto al control que se le presupone a alguien que defiende causas nobles, porque no hay nada más necesario que la protección de cualesquier menor y nada más innecesario que hacer un modus operandi de la técnica de insulto para mostrar el desacuerdo con otra persona, aunque medie provocación de esta. Mal ejemplo el suyo, “sir”.
El caso es que, ante tan extraordinaria contribución para la aprobación de la ley, fruto al parecer de su experiencia, y desde mi perfil de Twitter, con mi nombre y apellidos, le realicé dos preguntas para conocer su opinión:
La primera era que consideración le merecía la instrumentalización de las denuncias “falsas”, y la segunda, interesándome por su conclusión al respecto de la falta de contradicción en una única versión, al obviarse cualquier pregunta a alguien al que se le acusa pública y mediáticamente de abusos sexuales. ¿No interesa lo que pueda exponer en su descargo? ¿por qué se procura el más absoluto de los silencios?, ¿por qué no se da a la opinión pública la posibilidad de contrastar, escuchando a aquel al que se acusa?. El Sr. Rodhes sabe de lo que hablo, y no es precisamente de su caso, sino del de su compañera de reparto en aquel “Salvados”. Este extremo es dramático cuando se produce una denuncia y se archiva sin ni siquiera haber interrogado a aquel al que acusaban, y al no conseguir celebrar un juicio, y obtener una condena penal, se produce una auténtica cacería por parte de los medios que procuran su destrozo por artículos, reportajes y programas, hasta provocarle la muerte civil, porque cuando no hay pruebas hay prensa que mata a base de conjeturas y sospechas.
Ni que decir tiene que no sólo no contestó sino que enseguida salieron sus defensores y quizá portavoces de protección, para decir que ya sabían a que conducían esas preguntas, y que “James” no caería en la trampa. Y yo me pregunto, ¿ por qué ven trampa donde hay total transparencia?. Resulta curioso y muy significativo, por cuanto si alguien considera que puede haber trampa es que puede haber algo tramposo que ocultar.
Parece que el Sr. Rodhes se sentía incómodo ante mis preguntas, y procedió a bloquear mi perfil, tanto desde el suyo personal @JRhodesPianist, como desde el de su fundación, @FundaciónRhodes (a la que dedicaré otro artículo), pero me bloqueó antes de contestarme, para que no pudiera darle réplica, lo cual también es muy significativo, probablemente por temor de aquel que sabe que hay una verdad que hay que seguir ocultando, y cuya realidad conoce el que tiene enfrente, o al menos eso considero. .
En el comentario al que no pude contestar reflejaba que me había silenciado hacía tiempo, pero ¿por qué me silenciaba?, ¿qué le resultaba incómodo?. Yo lo tengo claro, mis afirmaciones y preguntas, mis consideraciones y conclusiones respecto a otro caso que él conoce bien y cuyo detalle exhaustivo puede suponer un antes y un después en la tramitación de denuncias por prensa, radio y televisión.
Después de bloquearme aprovechó para llamarme “anónimo, grosero y presumido”, cuando siempre me presento con nombre y apellidos y mi educación fue siempre exquisita. ¿Anónimo Sr. Rodhes? Se ve claro que lo que no le interesa es que lo que tengo que contar salga a la luz, porque podría poner en entredicho una historia, y quizá abriría los ojos de mucha gente respecto a unas cuantas más de todos aquellos (y aquellas) que se sirven injustamente de la extraordinaria sensibilidad de determinados temas, que se utilizan sabedores que intentar el contraste es pasar a formar parte de los defensores de los abusadores. Grave error subestimar a quien sólo quiere ayudar a solucionar las lacras, contemplando todas las variables que influyen a los esclarecimientos, sin posicionamientos ideológicos de superioridad.
Cambiemos la flauta por el piano y analicemos si “la música de Hamelin” es tan extraña que consigue concentrar verdades para que se ahoguen como si fueran ratas, si consigue mantener la posibilidad de condenar a una persona públicamente y con especial difusión sin hacerle ni una sola pregunta, o servirse de temas sensibles para que la opinión pública se posicione siempre en el mismo lado, pudiendo destrozar la vida de inocentes y de sus familias.
Sr. Rodhes, usted puede bloquearme, pero no va a silenciarme en mi reivindicación. Sólo lucho por una causa noble respecto a la dignidad de las personas que sufren acusaciones sin posibilidad de contradicción, y lo defiendo con total limpieza, transparencia y respetando las reglas del juego. Si es esto lo que le asusta, voy por el camino correcto. Usted parece que ya ha llegado a su destino, por caminos equivocados donde le eliminan los obstáculos, yo todavía estoy andando, sufriendo, por un camino muy complicado, pero espero poder ayudar a mucha gente a entender que hay supuestos donde realizar todo este esfuerzo es la única forma de llegar a la verdad.