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El jefe de la Conferencia Episcopal se alinea con Vox

24 de Junio de 2025
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Luis Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal, muestra la posición de la Iglesia a favor de los indultos

Harto de escuchar, una y otra vez, las mismas reflexiones, el mismo mantra, sobre la corrupción desde que se cazó a Santos Cerdán con las manos en el carrito del helao, y mientras no haya alguna novedad sustancial a la espera de que la UCO aporte información nueva — lo que tiene en un sin vivir especulativo a políticos, empresarios y todólogos—; no se puede pasar por alto el alineamiento del Arzobispo y presidente de la CEE, Luis Argüello, con las tesis de Vox, al pedir elecciones anticipadas en un acto organizado por el ISEEPtanque de pensamiento (think tank) vinculado al partido de Abascal. Petición respaldada por el secretario general de la CEE, César García, portavoz de su Comisión Permanente, quién tras la última reunión afirmó que: <<el presidente lo que ha puesto encima de la mesa es el bien común y lo que conviene a España por encima de intereses de partidos>>.

Éramos pocos y parió la abuela: la Iglesia católica se quita la careta y sale a cara descubierta a través de Argüello, y fija públicamente posición política como una estructura de poder político, mojándose en la campaña el que pueda hacer que haga, verbalizado con la retórica de los curas cuando expresan lo que bulle en su mente sibilina: batalla espiritual (Argüello dixit). En Román Paladino, que incluso esa entelequia llamada espíritu participa en el contubernio de poder para echar a perro Sánchez de la Moncloa.

No es la primera vez que Argüello participa en actos con Santiago Abascal, lo cual ha generado malestar en algunos Obispos, aunque líbrelos Dios de hacer ninguna crítica en público fieles al hermetismo con el que solventan sus cuitas internas y errores que tanto les cuesta reconocer. Ejemplo, los abusos sexuales sobre menores habidos en su seno en seminarios, colegios y parroquias de manera secular que, a regañadientes, han tenido que reconocer, aunque siguen sin concretar su número— rechazan la cifra de 445.000 casos del Informe del Defensor del Pueblo—, y las indemnizaciones que van a abonar a los afectados. Indemnizaciones que, sean las que sean, nunca aliviarán el daño físico y psicológico provocado en las personas abusadas.

Asunto que parece dormir en el limbo de eternidad que impone el tempo de la Iglesia para todo lo que no le gusta, pero que se salta cuando quiere y le interesa, para echar su granito al barro de la pugna política, sin recordar que el Concordato le asigna el papel de atender a la creencia de sus feligreses, y no el de intervenir en al acontecer político. Con sus declaraciones Argüello también vulnera la exigencia que reclama de autonomía para la Iglesia, que no significa convertirla en agente en la brega política nacional.

Andanzas de Argüello, que no comulgaba con los postulados del fallecido Papa Francisco, que estoy seguro no gustan a una parte de su feligresía que carece de altavoces mediáticos para dar a conocer su parecer, sobre una Iglesia donde perviven curas y prelados, como en otros poderes del Estado, que mantienen viva la llama de la dictadura franquista y añoran la época del nacional catolicismo, que la Iglesia no se corta en reverdecer cuando ampara sin crítica las ordalías que organizan jóvenes fascistas contra Pedro Sánchez, con rezos de rosarios y avemarías eternos en la puerta de algunas iglesias.

Como era de esperar ni el PP, ni mucho menos Vox, no han dicho ni mu   sobre esta injerencia política de la Iglesia que vulnera, y siempre hay que recordarlo, que España es un país aconfesional según la Constitución. Si la Iglesia contraviene lo legalmente establecido y se pronuncia políticamente, luego no puede sacar las uñas cuando se critica su falta de humanidad y empatía con los que sufren en España y en los conflictos mundiales. Ni Argüello, ni la CEE, han abierto la boca sobre el genocidio que Israel comete a diario el Gaza. Justa reciprocidad que les provoca ronchas.

Al menos ya sabemos de manera clara que la Iglesia católica española vuelve a presentarse y reconocerse, como en la dictadura franquista, como un actor político más, alineado con la derecha y ultraderecha. Franqueza que se han esforzado en ocultar, aunque no hayan podido evitar nunca que miembros del clero, conocidos por su mentalidad tridentina, expongan desde sus púlpitos su ramalazo admonitorio y autoritario ante los cambios sociales y el reconocimiento de derechos y libertades a la ciudadanía que no les gustan.

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