En un escenario electoral donde hasta ahora los recursos determinaban las campañas, el resultado de los recientes comicios en Catalunya emerge como un estudio de caso de resistencia y astucia política. Sorprendentemente, el partido político más obstaculizado, con cuentas bloqueadas, líderes en el exilio y sin acceso a los tradicionales mítines en las plazas, ha logrado asegurar 35 escaños, mejorando notablemente su posición anterior; solo le ha ganado el partido que llevaba el soporte y todo el peso (y financiación) del Estado español. Este fenómeno desafía la lógica electoral convencional que asocia el éxito con la visibilidad y la financiación.
La estrategia de Puigdemón y Junts+, lejos de depender de grandes eventos o financiación abultada, se ha centrado en una campaña digital intensa, aprovechando las redes sociales y la base militante del partido. Curiosamente, ha llegado eficazmente a su electorado, aunque las dos terceras partes de los votantes no tiene ni cuenta de Twitter o X. Sí, en cambio, teléfono y WhatsApp.
La decisión de descentralizar el poder, relegando a los cuadros tradicionales del partido a un segundo plano, ha demostrado ser una táctica astuta. Tampoco han importado los programas electorales, medidas de los 100 días primeros ni otros panfletos que se han estimado indispensables hasta hoy. Con cuatro ideas fuerza, y un tratamiento próximo del líder, montando romerías para verlo, ha sido suficiente.
Como novedad, se han usado herramientas de inteligencia artificial para destacar y amplificar temas sensibles en la sociedad, y eso no solo ha compensado su falta de presencia física, sino que también ha permitido una segmentación precisa del electorado y dotarse de bots de respuesta personalizada.
Esta combinación de adversidades y respuestas innovadoras plantea preguntas profundas sobre el poder transformador de la tecnología en las campañas modernas. ¿Estamos presenciando un cambio paradigmático en cómo se lucha y se gana en el terreno político? La habilidad de adaptarse y la astucia para navegar por las restricciones pueden, de hecho, estar definiendo los nuevos contornos de la victoria política en la era digital.
Este caso también resalta la creciente importancia de las redes sociales como plataformas de campaña, un foro donde la falta de recursos tradicionales puede compensarse con creatividad y estrategia directa al votante. La experiencia de Junts+ ofrece un modelo replicable para otros movimientos y partidos en situaciones similares, proponiendo que la conexión auténtica con las bases y la manipulación hábil de las herramientas digitales pueden superar las barreras impuestas por estructuras de poder más tradicionales.
En última instancia, podría preludiar una nueva era de campañas políticas donde la innovación digital y la movilización de base dictan el camino hacia el éxito.