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Kaurismäki y El Amor Proletario

10 de Enero de 2024
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Llegué al cine de Aki Kaurismäki en una muestra alternativa del Festival de Cine de Gijón a puertas del año 2000 y desde entonces he seguido al director finlandés en cada una de sus películas, la última Fallen Leaves, también estrenada en el festival gijonés del pasado año y que ahora recorre las salas comerciales. Y digo llegar porque hay obras creativas ya sea en cine, literatura, música, arte… ante las que es necesario pararse y distanciarnos del ruido con el que suelen afrontarse hoy en día cualquier producción cultural. En particular cuando hablamos de cine y la oscuridad de la sala no proporciona la posibilidad temporal de alejarnos de lo que hay afuera pero no con el objetivo de ignorarlo o huir a modo del entretenimiento comercial que se nos ofrece, sino para subirnos a ese autobús urbano que toma el Corcovado de  Italino Calvino hacia las ciudades invisibles. Pero aunque se visionen sus películas en formato televisivo en el salón de tú casa, te quedas ensimismado, aunque hayas visto la película siete u ocho veces, te produce una intelectualidad sentimental, producto de conjugar las emociones, los conocimientos y el pensamiento, en especial una reflexión más allá de los modelos establecidos. Y esto lo logra un señor de Finlandia, uno de esos países discretos, con logros que los sitúan entre los primeros del bienestar social y que él nos enfría, un tipo que no duda en proclamarse a sí mismo “roquero, comunista y alcohólico” (aunque lo del alcohol parece que ya no), por lo cual no es de extrañar que a la señora de Vox en el ayuntamiento gijonés no  le gustase un festival por el que se paseen este tipo de individuos, si bien las partes progres tampoco creo tengan mucho que ver con lo que plantea este tipo de cine. Porque Kaurismäki nos habla de una clase obrera sin grandes discursos ideológicos, con más lírica que épica, con personajes grises y desvalidos más que con héroes, más bien parece un discurso del anti- heroísmo. Al contrario que Ken  Loach quien esboza sus historias como crítica social con una estructura determinada y unos objetivos prefijados, con Kaurismäki navegamos sin brújula en una escenografía muy particular y con unos seres que parecen perdidos y que a poco que empatices, te pierdes con ellos. En Fallen Leaves nos habla una historia de amor, y como ocurre tantas veces la cuestión no es lo que cuenta, sino como lo cuenta. Kaurismäki es un verso suelto, tiene una cosmovisión propia, su cine es tan particular que basta ver una película suya durante unos minutos, para identificarla , y es que nadie lo hace igual que él.   

  Ansa y Holappa no son un Romeo y Julieta de clanes enfrentados, pero sí son un Romeo y Julieta (o Julieta y Romeo) que se sumergen en una historia de amor romántico desde su condición de trabajadores poco cualificados, casi lumpen, porque sí, el amor romántico existe más allá de su comercialización y también  del pseudo progresismo que lo niega.

 El cine de Kaurismäki es minimalista, sus personajes economizan movimientos, diálogos y expresiones, hablan con frases cortas, pero que pueden ser dardos complejos: me deprime beber tanto le dice Halopper a un amigo y este le pregunta porque bebe, y él le responde porque me deprimo. Porque al igual que Ansa están tan perdidos como son perdedores en el mundo de la producción capitalista que exige ir con el cuchillo entre los dientes. Son disidentes sin pretenderlo, en un mundo donde se supone no existe la disidencia. Y cuando dos seres así se encuentran en un Karaoke, que más que imitar canciones, es un lugar donde se imita un intento de vida, puede surgir algo y surge. En un cine como el del director fines no hay grandes gestos, maravillosos Loves storys, bailes a lo Grease, ni grandes proclamaciones, ni abrazos en la proa de un barco que se hunde, que nadie busque efectos especiales en el cine de Kaurismäki, ni siquiera vemos a los personajes besarse y menos una escena de cama, pero se percibe el amor en medio de las dificultades, el locus amoenus navegando en medio de la lucha de clases, en algunos momentos a punto de zozobrar, pero al final saliendo a flote en este cuento de hadas proletario. Porque en la obra de Kaurismäki, cobra una particular importancia lo que no se dice, lo que debe intuirse. Halopper y Ansa quizás no coman perdices, pero sobrevivir en el vendaval del capitalismo neolioberal que nos azota hasta en lo más íntimo, tiene el sabor de una victoria revolucionaria.   

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