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La alarma por COVID19 se apaga y, la humanidad se enciende

25 de Mayo de 2023
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Covid

Las ideas catastrofistas del fin del mundo surgidas por la pandemia del coronavirus, quedan atrás. La reciente declaración de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de terminar con la emergencia sanitaria por SARS-CoV-2, da signos de esperanza. No obstante, declara que tal virus sigue matando, continuará transmitiéndose y no desaparecerá. Surgirán variantes que aprovecharán las fallas en la bio-vigilancia y de los sistemas de salud en varios países provocando muerte e incertidumbre. Pero no el fin del planeta tierra como señalarón catastrofistas al inicio de la pandemia.

Los mayores de mi pueblo decían que los años bisiestos eran de mal agüero. El 2020, lo fue y peor que el “Año Terrible”, de Víctor Hugo, en algunos países como “La Peste” de Albert Camus. En la histeria se propagaron todo tipo de patrañas, señales decían; es el fin del Mundo. Una turbación sociohistórica-cultural recurrente que nos persigue desde hace unos 15 siglos. La humanidad llegará a su fin, no hay duda, primero que el planeta. Antes se extinguirán varias especies. Era el Apocalipsis, el Complot, una bomba bacteriológica de los EUA o de China. Que fue creado por las farmacéuticas para vender. Un invento mass media para distraer de reales problemas. Fabricado para exterminar a minorías. Que viajaba en mercancías chinas. Que vino de avanzada en una onda intergaláctica para facilitar la llegada de los extraterrestres. Que los migrantes y, tal vez zombies eran causantes de su propagación. Para los conspiradores nivel 5, el virus se encontraba en la red de telefonía celular 5G transmitido a través de torres de comunicación. Que fue creado como virus informático por Microsoft para de ahí saltar a los humanos. Que llegó en meteoritos caídos en China. Los intrigantes atizaban el odio, la xenofobia, quemaron antenas de transmisión, agredieron al personal de salud, a los migrantes, a los chinos. Los hubo religiosos, falsos profetas, mercachifles y, pillos científicos. Los religiosos que se creían intérpretes del Apocalipsis de Juan de Patmos. Un escrito de protesta, de resistencia y de libertad cristiana ante la opresión romana del siglo I d.C., bajo el emperador Domiciano, quien impuso el culto divino a su persona, se autoproclamó hijo de dios, imprimió monedas con su efigie y exigió que adoraran sus estatuas en el Imperio. Los cristianos, se negaron, difundiendo el escrito de Juan. Aceptado por la iglesia 300 después años bajo el PAPA Dámaso I y, como obra divina del nuevo testamento mil años detrás. Los apocalípticos se baten espiritualmente entre el bien y el mal, sostienen que se cumple el plan maestro de Dios para enfrentar al Anticristo reestablecer su reino en la diáspora de los justos. Creen ver en cualquier mal, nacional o mundial, el apocalipsis, primero desde San Pablo en la epístola a los corintios y recurrentemente a partir de que el PAPA Gregorio Magno dijo “El fin del mundo no es una mera profecía, sino está revelándose”. Estos apocalípticos incluso calcularon que la epidemia duraría 42 meses. De un año bisiesto a otro. En seudocientíficos hubo quienes dieron valor a las profecías negadas científicamente por más de 100 años, en verdades según ellos encontradas en piedras por la manera que están ordenadas o en cualquier petroglifo o en cosas que repiten mintiendo sin importar. Niegan la eficiencia de la vacuna. Confunden a Malthus con Nostradamus, a Darwin con Merlin. Otros, pretenden vincular el fin del mundo con posibilidades astrológicas, sucesos astronómicos, físicos y geológicos. Una perturbación en la inclinación del eje de la Tierra; una alteración en su campo magnético; impactos de ondas galácticas diversas; buscan relacion causal de terremotos con erupciones en el cinturón volcánico, desde el Krakatoa hasta cualquier; ven amenazas de meteoros, hoyos negros y extraterrestres.

M. Milankovitch, en el siglo pasado sostuvo que puede ocurrir una inclinación del eje de rotación de la Tierra respecto a su plano de traslación alrededor del sol, en la coincidencia de invierno en el hemisferio norte cuando la Tierra está más lejos del Sol. Pero aceptaba, junto con muchos científicos, que es más fácil ganarse la lotería sin comprar billete, que estos parámetros coincidan.

La excentricidad más elíptica de la traslación de la tierra ocurre cada 100 mil años; la variación de su ángulo de rotación respecto a su perpendicular elíptica ocurre cada 41 mil años y, la variación de la posición la Tierra durante un perihelio cada 23 mil años. Cuando coincidan, no será el fin del mundo, sino de otra glaciación.

La especulación en torno a la baja de la intensidad del campo magnético de la Tierra por unas ondas galácticas no es cierta. Nuestro planeta ha sido sometido tormentas galácticas desde siempre, solo que hasta en este siglo se han estudiado a profundidad. Y no han provocado extinciones masivas de especies. Las tormentas solares son comunes, estudiadas a fondo desde hace 15 años y no le hacen más que cosquillas al campo gravitacional terrestre. Rara vez ocurren grandes tormentas que duran unos días, pueden perjudicar la tecnología informática, apagar satélites, interrumpir la aviación, pérdida temporal de señales de GPS y otras comunicaciones. Algunas de estas tecnologías han sido afectadas por la última de las 6 ocurridas en los últimos 160 años. La tormenta Carrington de 1859 es la primera súper tormenta registrada.

El campo magnético solar es la primera línea de defensa de la tierra contra ondas y rayos cósmicos provenientes del exterior de nuestro sistema solar, es como una burbuja de magnetismo llamada heliósfera. Si logran atravesarla hay una jungla de campos magnéticos de planetas para dispersarlas, desviarlas o restarles fuerza. La Tierra no corre un gran peligro. Su atmósfera y campo magnético es la defensa extra contra estos intrusos. Este campo se extiende por arriba de la ionósfera a más de 500 Km de altura. Sí disminuye, aumenta la incidencia de los rayos cósmicos sobre la vida de la tierra. Sí este campo no hace esa función la capa de ozono podría debilitarse facilitando la radiación ultravioleta, alterando el ritmo genético y matando vidas. El campo magnético de la Tierra solo puede ser rebasado si una supernova cercana a nosotros explotara. La Alpha Centauri está 1.35 parcecs (4500 años luz). Un estudio de 2012 señala que una variación drástica del campo magnético ocurrió hace 41000 años casando con la última glaciación. Si vuelve ocurrir no será el fin del Mundo.

Circulan falsas ideas alimentadas por los medios y las redes: El Sol se está apagando, que se comerá a la tierra; que esta cambia su eje de rotación; que su núcleo se detiene; que un meteorito gigante nos amenaza; que llegan ondas cósmicas de supernovas reventadas; que un agujero negro se aproxima; que hay un océano cerca del núcleo terrestre y, etcétera. Afortunadamente la humanidad tiene un conjunto robusto de científicos en astronomía con sofisticada tecnología distribuida en 25 países y en el espacio, analizando lo que pasa o pasó en el universo. Están alertas, nos tuvieron al tanto del meteoro que chocó a Júpiter, del meteorito desviado que nos pasó cerca. De esas y otras cosas sabemos por ellos, como: La intensidad de cada tipo de rayo cósmico que llega a la tierra; las ondas gravitacionales predichas por A. Einstein en 1916, observadas por primera vez en 2015; los sistemas binarios galácticos donde participa el mexicano Luis Felipe Rodríguez; Las pulsares, conocidas como faros galácticos; Las explosiones de supernovas; Los destellos y flashes frecuentes en el cielo desde 2020, llamadas ráfagas rápidas de ondas de radio (en inglés FRB) provenientes de lugares de entre 3000 y 12000 años luz, según la FRB identificada; El sonido del universo y, del comportamiento de Andrómeda la devoradora de planetas y sistemas solares.

Nos toca analizar nuestro irresponsable actuar contra los otros seres vivos (flora y fauna), contra los ecosistemas, porque según proyecciones estadísticas nuestra existencia peligra. Los paleontólogos reportan períodos con extinciones elevadas, particularmente ligadas a las glaciaciones. La tierra, en equilibrio con la litósfera y la biósfera autorregula sus constantes físicas; temperatura, salinidad del mar, concentración de oxígeno, crea condiciones para mantener la vida a largo plazo. E. Lorenz al explicar la actividad atmosférica encontró una dinámica caótica de atracción y repulsión. La atracción confina la atmósfera en una región y la repulsión a no pasar dos veces por el mismo sitio. Bajo su teoría hay conciencia de que el clima terrestre es altamente sensible, una leve perturbación podría expandirse exponencialmente. Es el presagio del atractor de Lorenz, ícono universal de lateoría del caos, conocido como “efecto mariposa”.

La alteración del equilibrio terrestre está llegando a su límite en diversos de sus componentes. En 1896, S. Arrhenius, descubrió el gas causante del calentamiento atmosférico: el CO2. Según él, sí la concentración de CO2 disminuyese a la mitad, la temperatura terrestre descendería 5o C., suficiente para provocar una glaciación. Sí la concentración se duplicara, la temperatura subiría hasta 6o C. provocaría el efecto invernadero. Si el CO2 aumenta en progresión geométrica, la temperatura se incrementará aritméticamente. En 1956, M. Swing y W. Donn, afirmaron que de fundirse el ártico se evaporaría tanta agua provocando fuertes nevadas desencadenando una glaciación. Disminuiría el nivel del mar, cesarían las corrientes marinas.

La cinta transportadora de estas corrientes forma la gran corriente marina planetaria que gira en la misma dirección, sostuvo W. Broecker, sí se detiene se modificaría el clima de la tierra. La amenaza visible de taponear a este flujo son las islas de plástico con basura flotando en el vórtice de varias corrientes marinas del planeta. Los ríos llevan al mar millones de toneladas de plástico (puede tardar en degradarse cientos de años). Algunas toneladas son expulsadas, a miles de ellas las fragmentadas en millones de toneladas de micro plástico, la mayoría va al fondo marino imposibilitando la vida del fitoplancton. Miles de animales marinos mueren por “indigestión” de plástico. Debemos vigilar el conteo del micro plástico en nuestro cuerpo, determinar el riesgo toxicológico o, una zoonosis. Investigadores de la Universidad de Hawái descubrieron en 2018 que el polietileno emite gases de efecto de invernadero como el etileno y el metano cuando se descompone al sol. En su corrupción perjudica la calidad del aire, contamina la atmósfera, contribuye al calentamiento global. Hay islas de plástico de 1 a 17 millones de kilómetros cuadrados. Las probabilidades (bajas) de aglutinar a las principales: dos del Pacífico, dos del Atlántico y la del Índico, formarían una extensión como Europa capaz de perturbar la banda planetaria de las corrientes marinas. No hay una correlación probada del espectro Sheldon con la contaminación por plástico en los océanos. Hay datos de reducción en el tamaño y cantidad de especies en 12 grandes grupos de organismos en más de 33,000 puntos de todos los océanos. Se ha descubierto una ruptura radical en el patrón de los más grandes. En las ballenas el descenso poblacional ha sido del 90%. Igual en los osos polares y otros animales.

Los océanos absorben parte del gas de efecto invernadero. Su disolución forma ácido carbónico en el océano alterando la química marina y, el pH (acidez) del agua superficial. De la época preindustrial hasta hoy la acidez de la superficie del océano se ha incrementado 30% (Royal Society). Este aumento dificulta el crecimiento y la supervivencia de organismos que utilizan el carbonato cálcico disuelto en el mar para formar conchas, esqueletos calcáreos. Así como en los corales, mariscos y el plancton (A.C. Wittmann y H.O. Pörtner, 2013). Puede afectar el clima alterando el modo de como la vida marina hace circular el carbono y lo entierra en sedimentos oceánicos profundos, también modificar la emisión de gases biogénicos climáticamente activos (P.C. Reid, 2009; A. Yool, 2013; K.D. Six, 2013; K.J. Kroeker, 2013; J.P. Gattuso, 2015). Afectando los ecosistemas, la biodiversidad y en aspectos conductuales, como en la migración de unas especies.

La vida está protegida por una delgada capa de ozono que hace la función de espejo para regresar o desviar las radiaciones que la dañan. De romperse, la biósfera, ocupada por la materia viva corre gran peligro. J. Lovelock descubrió en 1970 el compuesto CFC-11 de los clorofluorocarbonos (CFC) producido por muchas industrias. S. Rowland y M. Molina demostraron que se acumulan en la atmósfera permaneciendo unos 50 años y destruyendo la capa de ozono. Los agujeros en los polos lo comprobaron. Gracias a la contribución de estos la humanidad va dejando de emitir esos gases, la capa de ozono se está recuperando y el tamaño del agujero en el polo sur disminuyendo.

Las especies se extinguen al competir por recursos, algunas pueden coexistir en el mismo nicho ecológico, pero otras no que al final son eliminadas por exclusión competitiva, una forma de selección natural donde la población y la alimentación de cada especie juegan roles esenciales. La competencia y la selección natural tienen lugar a nivel macromolecular (genes) y celular (gametos); a nivel de organismos multicelulares y de sus familias. La especie perpetuada acata jerárquicamente la liga reproductora de sus miembros. Si la liga se rompe, la especie desaparece. Si las bacterias patógenas siguieran el patrón Malthus de crecimiento poblacional, en 6 días nos hubieran comido a todos, pero viven compitiendo y con limitaciones. Como ya lo hacemos los humanos.

El premio Nobel Paul Crutzen y otros han planteado que hemos transitado del Holoceno a una nueva época geológica, que denominan “Antropoceno”. El Holoceno resultó propicio para los humanos permitió; el desarrollo de la agricultura, la domesticación de varias especies de la naturaleza, la explotación de recursos físicos, los asentamientos de poblaciones, las ciudades y las industrias. En el Antropoceno, nuestro clima ha cambiado a mayor velocidad, los océanos se han acidificado y han desaparecido biomas enteros. (W. Steffen, 2011). El planeta se ha vuelto menos hospitalario con nosotros porque hemos cambiado su clima, disminuido su capacidad de proporcionar servicios, homogeneizado ecosistemas y biodiversidad (T. Newbold, 2015). Hemos modificado la mayor parte de la superficie terrestre (K. Ellis, 2010). Los ciclos globales de elementos como; el fosforo, el nitrógeno y el carbono se están sobrepasando. Aspectos que investigadores guiados por Johan Rockström de la Universidad de Estocolmo publicaron como los 9 limites planetarios en Nature y en Ecology and Society, en 2009.

Hace como 4 decadas científicos del IPN introdujeron a la vida academica del posgrado el analizar los cambios de origen humano que amenazan la resiliencia del planeta como dijo Rockström que cubren; los ciclos biogeoquímicos globales del Fosforo, el Nitrógeno, el Carbono y el H2O; los principales sistemas de circulación física del planeta (el clima, la estratosfera, los océanos); sus características biofísicas de que contribuyen a la resiliencia (biodiversidad y ecosistemas marinos y terrestres); y dos asociadas con el cambio global antropogénico (carga de aerosoles y polución química) de los que no hay indicadores. Apuntan algunos que podríamos haber superado el límite de la función de amortiguación de CO2 que esta provocando el efecto invernadero. Siete de se relacionan con este gas: la acidificación oceánica, la concentración de ozono estratosférico, la fijación de nitrógeno, el fósforo vertido al mar, el consumo de agua dulce, la proporción de tierras cultivadas y la perdida de diversidad biológica. La descarbonización es la clave. Unos autores creen que ya hemos vulnerado 3, otros 4 y algunos 5 de estos umbrales. Ya se agrega el agua dulce entre los riesgos del planeta concordando que tales límites son interdependientes, por lo que rebasar uno de ellos puede arrastrar a algún(os) otro(s).

Tal interdependencia factorial provocará mutaciones en especies, enfermedades, competencia por recursos, selección entre especies y desastres diversos. El calentamiento global derretirá los polos traera virus y bacterias que se creían extintas, no sabemos que pandemias vendrán y incendien a la humanidad. En la biodiversidad las tasas de extinción son al menos 10 veces mayores que las re- gistradas en los peores momentos. Elizabeth Kolbert dice en “La sexta extinción: una historia nada natural”. Desde la publicación de Rockström las tasas de extinción siguen en aumento con una pérdida estimada de entre 10 000 y 100 000 especies anuales, de acuerdo con el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en inglés).

La interconexión existente entre las especies que cohabitan el planeta sugiere que la afección a la salud planetaria incide sobre diferentes especies, incluida la humana. En 2016, el Programa de la ONU para el Medio Ambiente alarmó sobre el aumento de las epidemias zoonóticas. Señaló que el 75% de las enfermedades infecciosas en los humanos son de origen animal y estrechamente relacionadas con la salud de los ecosistemas. En consecuencia, la supervivencia de los microbios. Y habrá más epidemias a medida que los ecosistemas sigan modificándose, y las posibilidades de propagación tal vez sean mas amplias. Los virus, que por exclusión perdieron a sus huéspedes originales, migran a las plantas y a los animales, un puente epidemiológico para llegar a nosotros. Los primeros casos de SARS se asociaron con civetas, el MERS con camellos y dromedarios y el Ébola con gorilas y orangutanes. El COVID19 con el pangolín, o murciélagos (no comprobado). Lo bueno es que todos los virus mueren. Dejemos de tener miedo los asterorides, a pesar que uno comprobó la teoría de W. Álvarez de que impactó a la tierra hace 65 millones de años produciendo una gran nube de polvo con iridio que extinguió a los dinosaurios y a muchos otros. De que nos devore la

galaxia Andrómeda dentro de 4700 millones de años. Y otras ideas catastrofistas surgidas por la pandemia del coronavirus, que son muy poco probables y, si suceden nada podemos hacer.

Las fronteras planetarias proponen límites para que la humanidad se aplique en protegerse. Son independientes de las religiones y valores, de las componendas políticas y socio económicas de la gente. No es dificil pensar que al irlos rebasando romperan el equilibrio social, el bienestar y la calidad de vida de los seres por; falta de alimentos, agua, salud, energía y otros. Porque existen fronteras sociales debajo de los cuales se encuentran la carencias de recursos que ponen en peligro la convivencia humana (K. Raworth, 2012). Algunas de esas fronteras tratan de evitar umbrales biológicos (malnutrición, deshidratación y muerte) pero la demarcación de otros limites sociales conlleva juicios diferenciados sobre lo que constituye un vivir aceptable. ¿Hasta qué punto los políticos estan dispuestos a meternos en zonas incertias de riesgo? ¿De promover delitos ecologicos y ambientales? ¿De conducirnos al ecocidio? Varios fracasaron en la pandemia, no corregieron decisiones políticas que conducen a más muerte, ni sistemas de salud, de vigilancia epidemiologica, Citando a Heidegger, parece que “estamos sostenidos dentro de la nada”. Queremos existir, ser en la vida y estar aquí para recomponer (en lo que nos toque) el rumbo que lleva la humanidad. Los cientificos solucionaron el problema del experimento mundial que los retó. Nunca antes habia habido tal participación, comunicación en una tarea de tal magnitud. La ciencia y la tecnologia servirán para resolver otros pendientes. Que el miedo no vuelva a unirnos para atenderlos. Que no nos quieran en-red-ar para que caminemos sobre la navaja de Ockham. Aceptemos de que seguir actuando como antes de la pandemia, dentro de 100 años o en este siglo habrá extinciones de especies y, si no corregimos poco a poco la humanidad.

El COVID19 llegó para coexistir con los humanos. Ha dejado secuelas por atender. Todavía mata y cambia. Afecta a las personas mayores o inmunosuprimidas. Hay incertidumbre sobre su evolución porque la vigilancia y la secuenciación genética han disminuido en todo el mundo y, el riesgo que surjan nuevas variantes existe. Además, el acceso a los tratamientos para la covid sigue siendo desigual desde el acaparamiento de vacunas por los países ricos, por lo que en África subsahariana apenas se vacunó al 50%.

La investigación debe seguir, así como el desarrollo de vacunas multivalentes. Al cierre de la declaratoria de alarma se reconocen cerca 800 millones de contagios y 7 millones de muertos. La misma OMS tantea que son datos muy por debajo de los estimado al inicio de la pandemia y por debajo de los numeros reales de muertes debido al ocultamiento de información. En Egipto, el exceso de muertes fue más 12 veces mayor a la cifra oficial; en Pakistán, fue 8 veces mayor. Y datos así en muchos países con debilidades en sus sistemas; de salud, de información y de gobernanza. Por lo que no es de extrañar que hayan muerto unos 25 millones de personas en el mundo.

Mucho países no han reforzado sus políticas públicas sanitarias, ni las de biovigilancia, han reducido las pruebas de detección de la covid, han bajado la guardia y la muerte sigue paseandose por sus ciudades. Falta que en muchos de ellos llevar a la justicia a delincuentes por ineficiencia, por haber lucrado y/o enriquecido con la crisis sanitaria. Hay que tener presente que los virus respiratorios se han incrementado en desde la gripe española, no tenemos porque pensar que esa tendencia no continue. Se reconoce el hecho de que las ciencias resolvieron el enigma biologico del SARS-CoV-2 pero hace falta responderlo desde la fisica. ¿Hay algún prión escondido en el? ¿Es una partícula parecida y contraria a la función que hizo el bosón de Higgs?. Espero y deseo, que no sea la partícula del “diablo” que viene a desarmar la materia viviente.

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