Siricio recorre los pasillos del supermercado incrédulo. A punto ha estado de colgarse una ristra de ajos y un crucifijo para evitar a ese monstruo que chupa la sangre, cual Drácula cualquiera, que denominan inflación y que no es otra cosa que un desmedido aumento de los precios acontecido por la avaricia de una serie de humanos indecentes que siempre ven la oportunidad en la ruina de los demás.
Los huevos también han subido de 2,45 a 2,79. Y la leche a 1,29 cuando no hace nada estaba a 1,10. Al final va a resultar que bajar el IVA, no es una medida para mejorar la vida a los ciudadanos sino para que las grandes comercializadoras hagan su agosto particular.
Más cabreado que una mona, ha llegado a la caja. La compra semanal, 223,45. Todos, productos de uso cotidiano. Aceite de oliva virgen extra que ha pasado de los 5,89 a los 7,10 euros el litro, espaguetis, judías pintas, garbanzos, detergente para la lavadora, lavavajillas, bolsas de congelar, café soluble, leche, huevos, papel de aluminio, maquinillas de afeitar, champú, papel higiénico, de cocina y unas latas de cerveza sin alcohol Estrella de Galicia que también se han subido al guindo (de 0,56 a 0,62 la lata).
Siricio es un padre de familia con ingresos bastante superiores a lo que le cuenta la gente de su alrededor. Entre él y su mujer ingresan ceca de 2400 euros al mes. No tienen hipoteca. Dos hijos. Uno finalizando el instituto y el otro en la universidad. Y sin embargo, llevan meses retrasando el cambio de la lavadora que con cada colada pierde más agua. Deberían también cambiar el frigorífico y el colchón de su habitación está cercano a los veinte años. El Látex ha dejado de ser cómodo para provocar contracturas musculares y dolores de cuello. Pero no pueden permitírselo. Lo de ahorrar es una quimera.
Hace más de dos años que no pisan una sala de cine y eso que les gusta con devoción. No salen a cenar desde el verano pasado que estuvieron en casa de unos amigos. No son de bares, no fuman, no gastan indiscriminadamente en ropa ni compran alcohol, salvo la botella de brandy del más barato que usan para cocinar y que ya está cercana a los nueve euros. Todo el salario se les va en gasolina para ir al trabajo, en comida (es verdad que en eso no escatiman y que no consumen precocinados y muy poca comida elaborada). La pescadería 130 euros cada diez días. La carnicería, otros 120 euros semanales. La frutería entre 60 y 90 euros a la semana (60 en invierno y 90 en verano). Y la luz. La luz que les trae por la calle de la amargura. La calefacción, al mínimo. Hay días que Siricio, que tiene algunas jornadas de teletrabajo, tiene que usar el ordenador con mitones porque apenas si hay 21 grados en casa y para estar sentado frente a una pantalla, hace frío y se le quedan las manos agarrotadas. El recibo de la luz de este mes de diciembre han sido 130 euros. El consumo ha sido casi la mitad que el de diciembre del 21 y sin embargo han pagado cuarenta euros más. Y eso que tienen contratada la luz con una cooperativa y que se supone que el precio del kilovatio está más bajo que nunca.
Cada vez que ven uno de esos anuncios que piden que mandes un mensaje de móvil para salvar del hambre a los ucranianos que están en guerra, a Siricio se le retuercen las tripas. Parte de sus impuestos los utiliza un gobierno que va de progre pero que amenaza con extirpar las malas semillas sembradas por Putin, en enviar armamento y hasta generadores eléctricos al régimen nazi de Kiev. Mientras, a poco más de un kilómetro de su casa, más de cien familias llevan sin luz tres años ya, en la Cañada Real, pasando frío y miseria sin que el gobierno les haga ni puñetero caso, sin que ninguna ONG pida que envíes un sms para llevarles un puto generador. Mientras, a dos manzanas de su casa, cada jueves, la cola de Cáritas no se acaba nunca. Mientras, a la vecina de arriba, la han intentado quitar el subsidio del que vive porque son así de estupendos y se pasan la ley de procedimiento administrativo por el forro de sus bemoles. No avisan, no permiten que los administrados tengan acceso a la administración si no eres un hacha en informática e intentan por todos los medios poner las cosas lo más difícil posible para que no consigas aquello a lo que tienes derecho y, que, para más inri, utilizan a bombo y platillo como campaña publicitaria de lo estupendos, lo rojos y lo cercanos que son.
Siricio está cada vez más desencantado. Tiene claro que votar es una acción que no sirve para nada. Tiene claro que la derecha, sobre todo en España, es sinónimo de hambre, pobreza, palos y muerte. Y también tiene claro que el eslogan “que vienen los ultras” ya no le causa ninguna reacción porque no hay diferencia entre las políticas económicas de estos rojipardos y los corruptos de la gaviota.
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Milana bonita
“En España, el trabajo y la inteligencia, siempre se han visto menospreciados. Aquí todo lo manda el dinero… Aquí se premia el robar y el ser sinvergüenza.”Ramón María del Valle Inclán. Luces de Bohemia. 1924.
En estos días, los medios de incomunicación, adoctrinamiento y catequesis de las Fake news, nos han estado contando lo estupendos que son los ricos que, reunidos en el Foro de Davos, resaltaban las bondades del gobierno más progresista de la historia mundial presidido por el pagafantas Sánchez Castejón que piden a los líderes del mundo que suban los impuestos porque los pobres, cada vez somos más y a los ricos se les cae el patrimonio por los lados y bla, bla, bla,….
Mientras eso sucedía, nuestro bellísimo presidente, se reunía con Larry Fink, el capo del fondo buitre BlackRock que controla la mayor parte de las acciones de las empresas del Ibex, entre ellas, la ACS de Florentino, la petrolera REPSOL, la eléctrica Iberdrola, bancos como el BBVA, Santander, y otras varias como Red Eléctrica, Enagas, Telefónica, Grifolls o el Banco Sabadell. Decían las malas lenguas que el señorito había venido a dar instrucciones al Azarías de turno. A dar una vuelta a ver cómo va su hacienda y a advertir al capataz que ni se le ocurra salirse del guion. Hay quién decía que el Presidente de España, se reunía con Pedro Sánchez.
España, según Eurostat tiene una presión fiscal bastante inferior a la media europea. Las empresas españolas tienen una referencia fiscal muy inferior a la de cualquier ciudadano. Y sin embargo, parece que cualquier medida económica tomada por este gobierno que se declara progresista, pero que, al igual que los del partido condenado varias veces por corrupción, defienden el régimen establecido en el año 39, con los mismos prebostes que hicieron las Américas con los gobiernos del genocida golpista, está tomada para aumentar los beneficios de los empresarios y para arruinar aún más a los ciudadanos. La bajada del IVA de los alimentos, según contaba ese diario referencia de la izquierda en los años 80 y que se ha convertido en el panfleto de referencia del hijoputismo, nos hará ahorrar 40 euros en seis meses. Y resulta que la subida de los alimentos desde que se produjo esa bajada nos va a costar alrededor de 400 euros en ese mismo periodo. Un pan con unas hostias que dirían en mi pueblo. Las ganancias de las petroleras como REPSOL han multiplicado por seis sus beneficios en 2022. ¿A quién ha beneficiado la rebaja de 10 céntimos por litro de gasolina?
Las empresas del IBEX 35 confirmaron para el segundo semestre de 2022 unos beneficios económicos superiores al 30 %. Los márgenes empresariales han pasado del 8,6 % en 2019 al 10,4 % en el pasado año. Y sin embargo la presión fiscal a las grandes corporaciones, sigue siendo irrisoria. Según Oxfam, los márgenes empresariales explican el 90 % de la inflación.
La realidad de un gobierno que se las da de progresista pero que lo único que ha hecho es dividir al feminismo, fomentar el odio hacia los homosexuales, lavarse la cara ante los animalistas con una ley que ni protege a los perros ni a los toros, los animales más maltratados en nuestro país, que se da autobombo con la subida del salario mínimo pero que no sólo no hace nada para evitar la subida de la cesta de la compra, sino que además contribuye al incremento constante de los precios con su empeño en reírle las gracias al imperio con un bloqueo al petróleo y al gas ruso, que por otra parte sigue comprando a terceros países pero a cuatro veces su precio en Moscú. Un gobierno que se autoconcede carnets de progresismo guay por haber instaurado un salario mínimo vital. Y sin embargo, la realidad es que para poder cobrarlo tienes que ser ingeniero de la NASA y dedicarle días y esfuerzo. Todo ello, mientras desasisten al ciudadano que no puede acceder a una administración con teléfonos colapsados, citas por internet que sólo puedes adquirir conectándote a las tres de la mañana y para dos meses vista y una incomunicación continua con los administrados de forma que si no manejas bien internet y te hueles la tostada, te pueden dejar sin subsidio de la noche a la mañana por no haber presentado unos papeles que no te han pedido pero que tú tienes que saber que hay que entregar.
Por no hablar de su dejación como gobierno de la nación, con el desastre sanitario que han montando las administraciones autonómicas, preferiblemente del PP, pero también del PSOE, desmantelando la sanidad pública, sobre todo la de atención primaria y desviando los fondos públicos hacia los conglomerados sanitarios privados. Todo ello fruto de ley 15/97 que deberían haber derogado en cuanto volvieron al gobierno.
Este gobierno es tan progresista que hace unos días, en el foro de Davos, nuestro ilustrísimo presidente nos comunicaba que todos aquellos que estamos contra la guerra, que no queremos que nuestros impuestos vayan al regalo de armamento para un fascista cocainómano, somos semillas podridas sembradas por Putin a las que hay que exterminar. Todo una declaración de intenciones. A mí me recuerda muy mucho a aquello de fusilar a 26 millones de españoles que decían aquellos generales fascistas.
Estamos infectados de mamarrachos que sirven intereses de una minoría económica que vive a cuenta de nuestra pobreza. Mamarrachos a los que loan otros ridículos personajes que fomentan el hijoputismo desde la prensa, acusándonos, por ejemplo, de que no llegamos a fin de mes por culpa (se han inventado una expresión para que parezca científico) de los «gastos hormiga». Gastos como tomarte un café de treinta céntimos en la máquina de café de tu trabajo. Hay que ser sinvergüenza.
Es un hecho que un servidor vive peor que hace tres años. Es un hecho que el precio de la luz es cinco veces superior ahora que hace tres años. Es un hecho indecente que tengo que pasar frío (y eso con la ventaja de un invierno suave) porque no puedo pagar el recibo eléctrico. Es un hecho que ahora estamos en un conflicto bélico que no queremos y que puede acabar en una destrucción atómica. Y es un hecho que la decisión de formar parte de ese conflicto es una decisión exclusiva de este gobierno. ¿Puede ser progresista un gobierno que hace que la vida de sus ciudadanos empeore?
Sí. Ya sé que habrá quién diga que hay otros que están peor. Mi misión no es el happy day, sino incidir en que lo que tenemos, es precario e insuficiente. En que lo que tenemos, es para llorar. Lo que venga seguramente será peor. Pero tampoco eso es un consuelo.
Salud, ecología, feminismo, decrecimiento, república y más escuelas públicas y laicas.