Después de muchos años y varios intentos, la eutanasia ha quedado, por fin aprobada y será legal a todos los efectos. La ley entrará en vigor de aquí a tres meses después de la votación del Congreso por una mayoría de 202 votos a favor, 141 en contra y 2 abstenciones. Cómo era de esperar los que se han opuesto han estado Vox y el PP.
Los que no han apoyado, son los mismos que eran contrarios al divorcio, matrimonio homosexual y el aborto. ¿Querría yo saber cuántos de estos votantes se divorció, se casaron ellos o familiares y, sobre todo, cuántos de ellos abortaron? En mi calidad de director de una oficina bancaria, he tramitado préstamos personales a matrimonios que enviaron a sus hijas a Londres para practicar un aborto por un embarazo no deseado.
Hay que insistir en el que es obvio: la eutanasia voluntaria es un derecho humano, un derecho humano de primera generación, un derecho de libertad. En nuestro país se ha tardado a legalizarla por no ampliar, en su momento, los frentes de batalla que los gobiernos de derechas mantenían con la iglesia. Y aquí es donde pueden ser útiles algunas consideraciones. En primer lugar, recordar que buena parte de los católicos estaba a favor en contra de las consignas católicas. Un 80% de los encuestados, según Metroscòpia, estaba a favor del derecho a la eutanasia activa para enfermos incurables.
Entre los casos más destacados por su valor paradigmático, el de Ramón Sampedro, el caso español más conocido por su escenificación en la película Mar Adentro, sufrió una tetraplejia en 1963, a consecuencia de una sección medular, provocada por un accidente; desde entonces se encontraba inmovilizado de forma absoluta y permanente de todo el cuerpo, a excepción de la cabeza. A partir de aquel momento la percepción de la eutanasia y la muerte asistida cambió la opinión de mucha gente en este país.
La normativa estípula que tendrán derecho las personas mayores de edad con plena capacidad de decidir, que se encuentren sometidas a un sufrimiento físico o psíquico que consideren intolerable a consecuencia de una enfermedad grave incurable con un pronóstico limitado de vida, con un sufrimiento grave y sin ningún tipo de posibilidad de curación o mejora.
La secretaría general de la Conferencia Episcopal, ha considerado una mala noticia la aprobación de la eutanasia. En el comunicado que han publicado, piden a los españoles que hagan un testamento vital, donde quede muy claro que, llegado el momento, prefieran curas paliativas y, en ningún caso, la aplicación de la eutanasia. También se han dirigido a los médicos para que practiquen la objeción de conciencia y se nieguen a poner fin a la vida de los pacientes que lo pidan.
Este es un nuevo episodio dentro de esta costumbre milenaria que tiene la iglesia para conservar el poder inmiscuyéndose en todo tipo de temas El que me indigna es que a dictadores asesinos como Franco o Pinochet, muertos a la cama, la iglesia montara solemnes funerales, con la participación de obispos incluida y después de recibir los sacramentos, mientras que, en Roma, una mujer en estado vegetativo, que murió asistida, el Vaticano ordenó cerrar el templo donde se tenían que hacer las exequias, prohibiendo el acto y dejando el féretro, la familia y la gente en la calle, lo que provocó una multitudinaria manifestación en contra de aquella decisión ante mismo el templo que, aun así, se mantuvo cerrado.
¿Qué piensan ustedes, queridos lectores? ¿Es normal que una persona enferma, con dolores insoportables y sin posibilidad de curación o mejora tenga que sufrir? Soy consciente que personas de buena fe, tanto si son católicos como si no, estarán en contra de la eutanasia. Ahora bien, no les deseo que se encuentren en esta situación, puesto que sufrir, o ver sufrir a un ser querido es muy duro. ¿Qué harán entonces? ¿Cambiaran de opinión? Vale más que no tengan que encontrarse nunca en esta situación.