Alegría en parte de los ciudadanos de izquierdas por sorprendente que parezca. Había ganas de que la izquierda brilli-brilli, o woke, o agilipollada (como prefieran ustedes) se diese la trompada que se ha dado en las elecciones municipales y autonómicas. Ya se veía la tendencia desde hace tiempo, aunque los amanuenses de lo woke no decían que no, y se ha confirmado ayer mismo. Ese tipo de política importada de los campus estadounidenses (tamizada por los filósofos postmodernos franceses) no cuadra con la izquierda española (y por lo que se observa con buena parte de la izquierda europea). Un error de cálculo que no supieron valorar.
A la desconexión ideológica (ese intento de colar por feminismo a mujeres con cipotes es sólo una más de las estupideces de esta gente) hay que añadir lo impresentables que son las personas que representan esas ideas y están al mando de los mil partidos que se presentan. ¿Alguien puede pensar, en su sano juicio, que Ángela Rodríguez “Pam” puede conseguir apoyo ciudadanos o más bien resulta repulsiva a la mayoría? ¿No se ha dado cuanta la megapija de Irene Montero que mentir sobre su casa (la compraron antes del óbito de su padre que produjo la supuesta herencia), insultar a las mujeres feministas y carecer de cualquier ética le podía quitar votos? Y ¡qué decir de Alberto “el verduras” Garzón! Cada vez que habla cualquiera que sea mínimamente de izquierdas vomita.
Son todos, todas y todes megapijos universitarios que no han visitado una empresa, una fábrica o un huerto en su vida. De hecho se puede pensar que si la pisasen les saldría algún tipo de sarpullido, no tanto por el espacio en sí como por juntarse con personas de clase trabajadora. Pensar que abrir campañas haciendo el lele junto a personas que representan el 0,08% de la población, poniéndolas como sujetos revolucionarios era lo ideal de la muerte, pero no. La gente del común no aguanta estupideces ni atentados contra los principios más básicos de la ciencia. Para doctrina de fe prefieren lo que les dice la Iglesia Católica (a la que estos megapijos desprecian mofándose de buena parte de sus votantes potenciales).
Una hostia enorme que ha alegrado, además de a la derecha (aunque ahora qué harán sin poder mentar el comunismo para leles que les creen), a buena parte de votantes huérfanos de izquierda. Una alegría transversal porque se la han llevado viejos, feministas y jóvenes de toda España. Incluso en Moncloa no se habrán disgustado.
Hoy mismo saldrán Pablo Iglesias, antes conocido como el Mesías o simplemente ÉL, Pedro Vallín, o el constitucionalista que no acierta ni una y demás voceros a buen sueldo para regañar a los votantes o echar la culpa a la inventada ola reaccionaria porque patatas. Jamás verán que, además de inútiles personalmente, la clase trabajadora europea está a otras cosas. Que si apuestas por el globalismo y el liberalismo ideológico progre, lo más probable es que la gente se quede en casa o vote con toda la mala leche del mundo. A pastar y si quieren hacer un favor a España y su clase trabajadora váyanse a sus casoplones y dejen de molestar más.