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La izquierda desconcertada

24 de Agosto de 2019
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Reconocido el autor en su obra, pocas por no decir ninguna, son las esperanzas que caben ser albergadas por aquellos que, otrora expertos, se revuelven hoy inquietos en la metáfora de volver a ser tenidos por ignorantes; pues si bien es sabido que toda revolución ha de cobrarse sus víctimas conceptuales, no es sino constatable la certeza de que en el frenesí que ha de ser propio a tal ambiente, numerosos y trágicos habrán de ser los acontecimientos llamados a ver arder en infaustas hogueras a los tenidos por imprescindible colaterales.Y en todas, como siempre, la perpetua sensación de inexorabilidad con la que la Historia disfraza su desnudez, otrora símbolo de sinceridad. Una desnudez que se tornaba en pureza, y que permitía atisbar desde cualquiera de sus salientes, todas y cada una de las prestancias a las que cuando más y cuando menos había de tender, simulando cuando menos una suerte de complejidad bruñida destinada a deslumbrar a los mirones, en un ejercicio tal vez doloroso, pero siempre necesario, toda vez que llegados los grandes momentos, los mejores han de ser llamados a ocupar los mejores lugares, siempre con el ánimo de disputar la que cronológicamente ha de ser la última batalla, si bien todos igualmente sabemos que la contingencia del Hombre queda facultada en la carga de necesidad que algunas de sus acciones han de suscitar, hoy, como siempre.Es desde esa perspectiva, la que posee la mejores vistas, la que objetivamente afronta al Hombre con el horizonte, y que subjetivamente le enfrenta con sí mismo, desde donde creemos una vez más no será osado suponer al Hombre Moderno capacitado para entender que en este permanente pleonasmo en el que se ha convertido el devenir político, muchos son los que empezamos a sentirnos manifiestamente desolados; pues constatamos hasta qué punto la retórica sustituye a la dialéctica, quién sabe si preparando de nuevo el terreno a los Sofistas.Hoy, como entonces, una forma de definir la locura es la que pasa por decir que loco es quien, no saciado de la reiteración, sigue esperando resultados diferentes a pesar de que es incapaz de introducir novedad alguna en aquello que lleva años desempeñando.No siendo, en cualquier caso, necesario retrotraernos hasta los escenarios en los que Sócrates destripaba a los Sofistas, Será no obstante suficiente retroceder al periodo de entreguerras, y centrarse después en el que a título de corolario le es propio, para acabar emplazados en el terreno de los años cincuenta, allí donde algunos ven el germen de una teoría cada vez más aceptable y que viene a resumirse en una obertura llamada a decir que cada vez es más evidente la constatación de que los espacios llamados a albergar en Europa gobiernos de Izquierdas no dependerán sino del beneplácito que a tal efecto prodigue la Derecha.Es desde la escenografía que tal manifestación proporciona, desde donde situaciones a priori incomprensibles y en las que bien puede quedar encuadrada la que hoy por hoy desangra a España, adquieren si no visos de realidades, sí cuando menos una suerte de potencialidad a la que era imposible acceder si en ello empleábamos sólo preceptos tradicionales, a saber, los que en la mañana siguiente a la jornada electoral eran esgrimidos por analistas, tertulianos y demás opinadores, los cuales partían todos de una verdad envenenada, la que resulta de pensar que actualmente la perspectiva aplicable a la interpretación que de la realidad se produce una vez aplicable el prisma de la ideología va a dar como resultado una imagen no sólo inteligible, sino a la postre, previsible.La Ideología se descompone, como lo hace la luz blanca cuando atraviesa un prisma. Entonces, como ahora, llevó mucho tiempo y necesitó de mucha energía elaborar el contexto propicio capaz de asumir en toda su magnitud la belleza científica que aquel despliegue de colores proyectados, suponía. Entonces, como ahora, la incapacidad para explicar los resultados del experimento estuvo a punto de echar a perder el que estaba llamado a ser uno de los mayores avances en su campo.Hoy observamos cómo el desconcierto abruma. Los llamados a protagonizar el cambio, materializado en la necesidad de interpretar los resultados del experimento, son incapaces de traducir las consecuencias del mismo. Así con la imprudencia propia de los niños, son capaces a lo sumo de perfilar en la pared los retales que la nueva luz les regala, poniéndolo todo en peligro pues no aciertan a entender que todo, absolutamente todo, procede del ejercicio de interpretación que de la luz primaria se hace. Mientras, como siempre, el mecenas que ha financiado el experimento, se frota las manos…
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