Si el último CIS acierta, y si el debate a cuatro de este lunes no cambia una tendencia que parece consolidarse, las próximas elecciones generales en España pueden ser el certificado de defunción, o mejor dicho de muerte cerebral, de una izquierda española engullida por el populismo morado comunista-fascistoide.Lo que tiene la nebulosa populista es que es ciertamente una niebla espesa con propiedades aparentemente agradables que adormecen, embotan el sentido crítico y llegan a provocar el colapso total del sistema nervioso y por tanto de la capacidad sensorial, en este caso de esa izquierda española. Los datos reflejados en el último barómetro del CIS son absolutamente demoledores y trágicos aunque haya una parte considerable del electorado del PSOE que piense y se ufane con el sentimiento de que lo que reflejan es un bloque de izquierdas que está al borde de la mayoría absoluta. Pasan por alto que la lucha que está por venir en nuestro país no será,. –¡no debería ser!- entre la izquierda y la derecha sino entre los partidarios de la democracia y lo que se dejan llevar y anestesiar por la nebulosa populista. En Iberoamérica lo comprendieron hace años, pero una vez infectados de lleno por el sarampión. Aquí deberíamos aprender la lección antes.A la izquierda española le pueden robar la cartera en virtud de una estrategia demoledora ideada desde su eficaz laboratorio político por los chicos de Podemos, y secundada con obediencia ciega por esa gran comparsa del tinglado populista de nombre Alberto Garzón, al que seguramente le ha faltado un poco más de vida dura para saber qué es lo que está vendiendo a precio de almoneda. A él y a todo el pijo-progresismo populista les falta vida dura y les sobra soberbia intelectual.Y como mar de fondo de toda esta inmensa tragedia, el laberinto en el que se encuentran la socialdemocracia, ese concepto convertido ahora por el populismo en una baratija de bazar en barrio chino. Realmente la socialdemocracia entró en crisis hace mucho tiempo, realmente se puso a pensar qué hacer cuando allá por 1989 cayó el Muro de Berlín y se quedo sin misión en la vida pública, que antes había sido corregir las aristas de las economías de libre mercado con fuertes políticas redistributivas y el impulso decidido a los derechos sociales. Esa fue su misión y al tiempo la mejor forma de evitar la ascensión en la Europa libre de los partidos comunistas que tiranizaban a los hermanos europeos del otro lado del Telón de Acero. Cayó el telón y la socialdemocracia fue languideciendo de forma lenta pero inexorable una vez que perdió contacto con el entramado sindical para acomodarse en la moqueta y disolverse como un azucarillo en frías coartadas teóricas autojustificativas como la famosa Tercera Vía de Tony Blair o aquella Agenda 2000 de Gerhard Schröder.Así hasta el punto y hora en el que nos encontramos en el que los populistas se disfrazan de socialdemócratas y los comunistas se prestan al juego. Terrible paradoja de la historia en la que los populistas acomodan en la misma casa dos etiquetajes (socialdemocracia y comunismo) que antaño significaban intenciones prácticamente antagónicas ya que una anulaba la posibilidad de la otra. Solamente ha sido esto posible en medio de las ruinas que pueblan un mundo que se ha llenado de eslóganes y se ha quedado vacío de ideologías en el mejor sentido de la palabra. Solamente un rearme de estas, a derecha e izquierda, podrá evitar el colapso que puede provocar el populismo.
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