Si hay una frase que nos vienecomo anillo al dedo a los hombres y que solemos aplicar en casi todos los actosde la vida, es esa que dice, “a ver quién la tiene máslarga”. Es también lo que, sin necesidad de hablar, nos dice el individuo del puro de la foto.
Parece ridículo y banal, perocreo que es así, y es muy probable que no seamos conscientes de cuánto nos condiciona, guía nuestra existencia, organiza el mundo ygenera las violencias que en él se cometen.
La competitividad con los demás hombres es un elemento esencial de nuestramasculinidad. Ser más duro que el otro o quedar por encima, es lo que realmentenos motiva. La virilidad y la hombría se valoran según sea el tamaño de nuestropene. Basta comprobar la mayoría de los actos y comportamientos que nos rodean,donde los hombres somos los protagonistas.
Con las mujeres no aplicamosesa exigencia, porque se nos supone, y no tenemos por qué medir nuestra masculinidad. Pero con los igualeses muy diferente.
Somos más hombres según lo macho que seamos, más fuertes cuanto más viriles. Los demás no son compañeros, son rivales. Esta es la filosofía que el patriarcado nos impone y que la mayoría acatamos de buen grado.
Ser más duro que el otro o quedar por encima, es lo que realmente nos motiva. La virilidad y la hombría se valoran según sea el tamaño de nuestro pene
Nos movemos entre demostrarpermanentemente lo hombres que somos, y lo que realmente sentimos, y eso nosprovoca muchos miedos y frustraciones.Andamos siempre temerosos por no cumplir unas normas que nos dicen lo quedebemos y no debemos ser y hacer.
El sexo también forma parte de esa idea de masculinidad queconforma nuestra personalidad y según él,interpretamos el mundo. Todo lo medimos y analizamos desde su perspectiva. Sino mandamos, también en la cama, no somos nadie.
Nuestras relaciones estáncontaminadas por esa sexualidad tóxica, quese sustenta en la dominación, y desprecia la ternura y la afectividad. En lautilización de la otra persona hallamos nuestra reafirmación, la demostraciónde poder que necesitamos, la razón de nuestra existencia. La masculinidadprecisa ser validada constantemente por estos actos dedominación, de ahí todas las violencias. Solo tenemos que pensar cuáles nuestra actitud en las relaciones sexuales de pareja.
Pero los hombres no somosrealmente así, muchos estamos cansados y esecansancio que se esconde y casi nunca verbaliza, está acabando con nosotros.Nos sentimos seres sin acabar arrastrando una atrofia que nos impide avanzar.
Ante esta fotografía de lamasculinidad, me pregunto si algún día seremos capacesde subvertir este orden, o continuaremos asumiendo dócilmente lasimposiciones del patriarcado y del machismo.
Un espejismo
No lo sé, son demasiados los años pasados, y mucha laevolución de la humanidad transcurrida, sin que hayamos modificado nuestrasposiciones, que mucho me temo que no cambiaremos y seguiremos pensando yactuando de la misma forma que lo hacían nuestros antepasados. Es cierto que,en lo aparente, parece que algo hemos cambiado,pero solo es un espejismo, porque en el fondo somos los mismos machistas detoda la vida, solo que ahora, salvo los muy bárbaros, no nos atrevemos a deciry hacer lo que siempre hemos pensado, que el feminismo es una exageración quesolo busca cambiar el orden natural de las cosas, culpabilizando ycriminalizando al hombre. De ahí nuestra pasividad con todo lo que tenga quever con la la igualdad. Nos verán guardar todos los minutos de silencio trascada asesinato de una mujer, pero no nos verán mover un dedo para eliminar las causas que los provocan.
El machismo es la peor de nuestras pandemias, y sin embargo muchoshombres lo apoyan firmemente. La prueba la tenemos en la importante presenciapolítica de las opciones que lo representan. El virus puede tener cura, peropara eso hay que combatirlo, ponerse mascarillas y mantener la distancia socialcon los machistas. Aquí tenemos muchos asintomáticos, cuidado.
Como estrategia inicial, noestaría mal que todos aquellos a los que el personaje de la foto y lo quesignifica, nos produce urticaria, comencemos por apagar los puros y desterrarnuestra enfermiza obsesión de analizarlo todo según eltamaño de nuestra portañuela. Les mandaríamos así una buena señal a esos individuos.