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La No Inteligencia Artificial

11 de Marzo de 2023
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Inteligencia Artificial mundo propiedad

Seamos claros. La inteligencia artificial no existe.

Ya sé que todos los sacerdotes de esta técnica se me tiraran encima, pero pese a lo que digan y aunque no les guste; No hay inteligencia artificial ni nada que se le parezca. Solo es un sofisticado software.

Desde hace unos años, nos han metido con calzador las bondades de la inteligencia artificial como si se tratara de la piedra filosofal que va a solucionar todos los males del universo. Nos la han vendido como la solución al clima, al paro, al hambre, a la inseguridad, a la educación y un sinfín de cosas que solo conoce el límite de quien las expone.

Hace un tiempo, leía un artículo en La Vanguardia sobre nuevas tecnologías, inteligencia artificial y otros nuevos mitos modernos, que me dio mucho ánimo porque ponía a las personas en el centro de la tecnología. Pero, al mismo tiempo, encendía las alarmas de cara al futuro más inmediato. Hablaba de la nueva burbuja de Inteligencia Artificial que nunca será inteligente pero si muy artificial.

El artículo hacía referencia a un reportaje del WSJ, que desmontaba la mentira y la enorme burbuja en la que se habían convertido las autodenominadas empresas de la inteligencia Artificial. Una verdadera bomba de relojería financiera y social.

Según un estudio al que hacía referencia el artículo, la mayoría de las empresas que se autodenominan IA, no lo son. Esconde un sinfín de trabajadores de carne y hueso que se dedican durante las 8 horas de su jornada laboral a crear contenido, pero sobre todo a controlar y a detectar los errores que las maquinas son incapaces de detectar porque solo son capaces de ejecutar software, aunque este sea complejo.

Por otra parte, estas empresas supuestamente punteras son el caldo de cultivo ideal para justificar o matizar lo que no deja de ser una explotación laboral en toda regla, que suelen situarse en países en vía de desarrollo como la India, Pakistán, países del Magreb o algunos países sudamericanos donde ejércitos de personas, programadores o simplemente telefonistas hacen el trabajo que supuestamente se le atribuye a la Inteligencia Artificial.

Pero no solo debemos hablar del aspectos económicos de este fenómeno que ha asumido un mayor protagonismo en los últimos años de pandemia. La mal llamada inteligencia artificial no deja de ser un software de aprendizaje muy sofisticado que sirve a las órdenes de quien lo ha creado o financiado. Una IA “aprenderá’ en base a los criterios originales con los que la han dotado, sin ninguna capacidad de tener sexto sentido, sentimientos, empatía, reflexión, valores propios que no sean los que su creador le ha dado. Si analizamos la IA con detalle veríamos que tiene fines poco democráticos convertida en una arma diabólica en manos de cualquier persona o grupo de personas que decidan cambiar y moldear la sociedad. Si no queremos que las mujeres accedan a puestos de responsabilidades, la IA hará la selección con unos criterios muy concretos. Si queremos discriminar un colectivo, la IA se convertirá en una arma perfecta y una coartada, que actuará sin ningún remordimiento.

Quienes están detrás de esta “revolución tecnológica” llevan años preparando el terreno a fuego lento, sin hacer mucho ruido pero sobre todo haciendo hincapié en las extraordinarias bondades que la humanidad podrá disfrutar gracias a la IA. La industria 4.0, las Smart Cities, la conectividad, los smartphones, las redes sociales, etc..

Ya no necesitamos mapas, ni diccionarios, ni periódicos, ni televisiones. Google nos ofrece un sinfín de aplicaciones que nos facilitara la vida mientras vamos alimentándolo con nuestros datos, exponiendo nuestra vida privada, nuestra información médica, financiera, económica, etc..

Y todo bajo un lema repetido hasta la saciedad de que es para facilitarte la vida.

La I,A, no deja de ser una arma perversa y peligrosa, que con el paso del tiempo nos va esclavizando bajo un control total de todos nuestros movimientos, pero también acaba condicionando y coartando la crítica, la discrepancia, la filosofía, el debate. Hemos vivido estos últimos años la cara más oscura y negra de la IA, usada para censurar información, discriminar profesionales médicos, científicos, políticos que no comulgaban con las versiones oficiales puesta en primera línea por unos algoritmos de Google perfectamente programados.

Hoy todos los rincones del planeta, todas las actividades humanas, empresariales, científicas, están infectados por la IA. Hemos dimitido de nuestras responsabilidades de hacer un planeta habitable, dejándolas en manos de un puñetero software concebido por degenerados psicópatas con poder. La IA, no solo no existe tal y como nos la han vendido, sino que acabará destruyendo el ser humano.

Pero no todo es malo. La “Inteligencia Artificial”, como cualquier otra herramienta digital, tiene sus pros y sus contras. Estas tecnologías han ayudado a mejorar muchas vidas, a simplificar las compras, a simplificar procesos complejos, a mejorar la experiencia del consumidores e incluso han ayudado a que la sociedad reciba una mejora de atención en la salud o versatilidad en la educación. Vivimos dese hace años en la revolución digital, en la sociedad de la información. una nueva realidad social que no podemos ignorar donde la IA nos permite procesar rápidamente grandes cantidades de datos. Sin contar con la robótica, que ha facilitado grandes avances en medicina, telecomunicaciones o domótica. Estos cambios nos han permitido mejorar tanto nuestra vida como la de los demás. A diario confirmamos que la IA nos permite realizar trabajos de manera automática superando la capacidad humana en rapidez y efectividad a la hora de solucionar grandes problemas. Pero solo es una herramienta que debe estar a nuestro servicio y no lo contrario.

Según leía hace unos meses, informes de la OCDE, el 14% de los trabajaos del mundo podría estar afectados por la irrupción de la IA. Un porcentaje mayor en España que se sitúa en un 22%. Pero no solo es cuestión de cifras, Hemos de ser conscientes que, por mucho que nos empeñemos en darle un aspecto humano, lo que estamos creando son maquinas capaces de resolver grandes cálculos y gestionar muchísima información, pero que nunca podrán  expresar emociones, ni empatía que es lo que nos hace humanos en el proceso de toma de decisiones.

En su libro, “Artificial Unintelligence”, que recomiendo vivamente, Meredith Broussard explica que todo lo que puede hacer un robot es seguir las pautas de un software, aprendiendo comportamientos que después repite. Si le damos forma humana, podríamos estar una realidad que nos llevaría a imaginar que dentro de un ordenador o un robot, que no deja de ser un ordenador con patas, hay un pequeño cerebro humano, cuando lo que hay es solo líneas de programación y matemáticas. Por eso es tan fácil engañarlos.

La IA es Doctor Jekyll & Mr. Hide. En su cara amable podría erradicar guerras, enfermedades, pobreza pero también puede usarse para crear maquinas asesinas enfermedades mortales, medicamentos que matan, etc..

En una época donde la información corre a la velocidad de la luz, es evidente que la IA es el instrumento perfecto para fabricar y esparcir Fake News.

Hace poco, vi un video con el actor Morgan Freeman que me dejo perplejo. No era el actor que hablaba, era una creación a partir de la IA.

This is not Morgan Freeman - A Deepfake Singularity

Esto se realizó como una aplicación que utiliza un software de aprendizaje automático para escanear las caras de las personas en un vídeo y suplantarlas.

Estamos entregando demasiado poder a una máquina y es hora de poner límites a la Inteligencia Artificial. Sin duda es hora de responder a preguntas que esta nueva era nos plantea como: ¿Puede realmente una máquina sustituir las tareas de un humano? ¿Acabarán teniendo mayor poder de decisión y ser más autónomos? ¿Habrá más robots que personas en los negocios? Y muchas más preguntas que se van generando a medida que entramos a fondo en un tema tan delicado como peligroso.

Por suerte, el trabajo de las personas siempre estará por encima al de un robot, porque hay muchas facetas que nunca serán capaces de desarrollar y que son parte de nuestro ADN, como son la empatías, las expresiones, los sentimientos y la ética a la hora de tomar decisiones. Un robot es incapaz de diferenciar entre el bien y el mal, porque su comportamiento depende esencialmente de un software y no de ser racional.

Debemos aprender a convivir con estas máquinas y adaptarnos a la Inteligencia Artificial pero siempre con cautela y sabiendo los riesgos que pueden suponer. Lo más importante para seguir avanzando en IA es saber gestionar los riesgos tecnológicos. Por eso es fundamental la colaboración activa de los propios tecnólogos, los propios creadores que deben evitar idealizar las bondades de la IA, poniéndola en el lugar que debe ocupar. Los gurús cibernéticos para quienes no hay futuro fuera de la IA debería hacerse un examen de conciencia sobre los límites de sus teorías de ciencia ficción, mezcla de Blade Runner y de Star Wars.

Elon Musk dijo un día que “La vida en la Tierra acabará en el momento en el que dejemos que la Inteligencia Artificial se adentre de pleno en nuestras vidas”

Dejemos de jugar a ser Dios, humanizando la tecnología y creando vida artificial o acabaremos como el Doctor Frankenstein.

La inteligencia no es artificial. Es humana. Que no se nos olvide.

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