PHOTO-2020-07-12-22-25-49.jpg

La nueva normalidad se parece demasiado a la antigua

21 de Julio de 2020
Guardar
mascarilla

Si alguien pensaba que la pandemia ibaa ser un parón en nuestra normalidad lamento decirle que se equivocaba. ¿Alguienpensaba en serio que todo volvería a ser como antes?

En tanto que no dispongamos de unavacuna de acceso y cobertura universal que elimine el riesgo de enfermar,nuestra normalidad está condenada a convivir con el SARS-CoV-2 y ello exigeasumir cambios en todos los ámbitos de la vida económica, social y, también, política.Citaré solo algunos de los más evidentes.

En lo económico, la pandemia ha traído cambiosal mercado de trabajo no solo en términos de desempleo sino otros derivados de,o acelerados por, las medidas de protección ante el virus. Así por ejemplo noson baladíes los efectos del teletrabajo en las dinámicas económicas máscotidianas (hostelería, movilidad…) así como los huecos que han quedado enevidencia en materia de derechos de los trabajadores, trabajar en casa no esteletrabajar.

El boom del comercio electrónico de todotipo de productos y servicios, no solo vía plataformas, sino también a travésde marcas o comercios propios, cambios en los patrones de consumo que tienen unimpacto directo en un sector que solo en la Comunidad de Madrid ocupa al 10% delos trabajadores.

El repliegue en la demanda deespectáculos de ocio y cultura o la menor demanda de turismo para una mismaoferta son cuestiones cuyas consecuencias son fatales para estos sectores, perotambién para otros asociados como la hostelería o el taxi principalmente.

En lo relativo a la esfera de losocial, las políticas sociales están en el centro del debate de larecuperación. La educación y la vuelta segura a las aulas con la garantía de lanormalización de la enseñanza para todos los alumnos incluso en un contexto derebrotes; el desempeño adecuado de las tareas de cuidados de las personasdependientes y que éste no sea a costa de las mujeres; la sanidad pública paralo relativo a la pandemia, pero reestableciendo también la atención sanitariaparalizada o, en el mejor de los casos, ralentizada durante la crisissanitaria.

La COVID-19 conlleva también, odebería conllevar, cambios en lo político. En un momento en el que los grandesdogmas de las últimas décadas han caído, parece que para algunos los usos ycostumbres de la política española siguen intactos. ¿Tiene cabida la políticade la crispación y la polarización en la nueva normalidad con unas pérdidas dePIB y empleos como las que se vaticinan?

¿Se pueden sentar las bases de larecuperación de un país cuando el principal partido de la oposición tiene comoestrategia política desprestigiar al Gobierno por sistema? No se trata deespecular con lo que hubiera pasado si los papeles estuvieran cambiados, setrata de decidir de qué lado de la historia se quiere estar aquí y ahora.

Los agentes sociales, el tejidoasociativo, la ciudadanía piden aparcar la bronca y buscar espacios deencuentro y acuerdo amplio, acuerdos de país para enfrentar la mayor crisis quehemos conocido en décadas.

Sin embargo, a estas alturas lanueva normalidad se parece demasiado a la antigua cuando sin cambios reales,haciendo más de lo mismo en fondo y forma repetiremos los errores que nos hantraído has aquí.

Ante el contexto que se divisa ¿essensato mantener el modelo de crecimiento pre-pandemia cuando los datosactuales y las previsiones apuntan a que no recuperaremos los niveles deconsumo y actividad económica previos a la pandemia, al menos en el cortoplazo? ¿Es sostenible una defensa de la bajada de impuestos indirectos cuandoes más necesario que nunca incrementar la inversión en servicios públicos?

La pandemia ha conseguido lo que nadahabía conseguido hasta ahora, para el mundo obligándonos a improvisar una vidadesde casa, donde necesitábamos mucho menos de lo de siempre y mucho más de lonuevo. ¿Tiene sentido, con este panorama, insistir en pensar en el crecimientoen los mismos términos que veníamos haciendo?

La COVID-19 debería ser el elementocatalizador de cambios pendientes y postpuestos, de grandes acuerdos quesienten las bases para un modelo económico y social que no nos haga tanvulnerables a las crisis, que nos aleje de la tentación de volver a tirar deladrillo para cambiar camareros por albañiles y cuando estalle la burbujavuelta a empezar. Aprendamos de lo vivido por unos y sufrido por los desiempre.

Quizás estas cuestiones, y algunaotra, no son la mejor tarjeta de presentación internacional de un país quenecesita recuperarse, modernizarse en ciencia, en digitalización, en fiscalidad,avanzar hacia una economía verde que mejore nuestra productividad ycompetitividad y nos prepare para soportar rebrotes, segundas olas o la propiaemergencia climática que ya está aquí.

“Las crisis solo enseñan a quien está en disposición de aprender”recuerda Daniel Innerarity en su libro Pandemocracia.

Disposición para aprender y humildadson actitudes clave para afrontar lo que tenemos entre manos y lo que se nosviene encima. Y tener cuidado con confundir ir deprisa con llegar lejos.

Lo + leído