Hace dos años que empezó una pesadilla, de la cual aún no hemos despertado. Con el fin de no ser censurado, se evitarán palabras que puedan suscitar las sospechas de los algoritmos que nos circundan. Empecemos pues. Digamos que la pesadilla en cuestión provocó una reacción de congoja y sobreactuación que puede ser comprensible a la luz de los acontecimientos. España, en marzo de ese fatídico año 2020 actuó acorde con los estándares comunes del resto de países. Ante una situación sin precedentes en los últimos 100 años en Occidente y muchas partes del mundo, la respuesta ante el temor por un mal invisible fue a mi juicio, sobreprotectora, y esto es positivo. Delante de algo nuevo y potencialmente mortal, es mejor extremar precauciones antes que infravalorar su capacidad de mermar a la población, si sobreactuamos, siempre podemos dejar de hacerlo, si lo infravaloramos, quizás sea irreversible.
Entonces, ¿cuál es el problema? El 14 de marzo el gobierno declara el estado de alarma durante 15 días. ¿Era comprensible? Desde luego. Una vez pasado el tiempo establecido, la cuarentena se endureció[1], saltamos de 351 muertos a 7.766, esto multiplicaba por 22 el número de víctimas[2]. Unos 21 días después, el gobierno amplió el estado de alarma dos semanas más. Después de esas dos semanas, se volvió a alargar hasta el 26 de abril. El 6 de mayo, el Congreso votó ampliarlo (cada vez con menos apoyos), el cual se volvió a prologar (por quinta vez) el 20 de mayo. Finalmente, el 21 de junio (más de tres meses después y con diversas fases) acabó el estado de alarma[3]. El último capítulo (hasta la fecha) de Black Mirror se llamaba “la nueva normalidad”.
En general, la normalidad nunca ha vuelto, y viendo el desarrollo de los acontecimientos me temo que estamos lejos de esta. Véanse los datos económicos en el pie de página[4] para comprobar la destrucción empresarial que se produjo. Al margen de esto, la salud mental salió muy perjudicada, prueba de ello es la tasa de suicidios más alta en la historia del país (en términos brutos, el total fue de 3.941[5]). El distanciamiento social fue in crescendo a medida que debíamos salvaguardas distancias, usar mascarillas y todo tipo de productos desinfectantes. Todo eso merma la capacidad de cohesión social que conlleva el contacto humano. Tenemos unos 30 músculos en la cara, los cuales se concentran especialmente en la zona de la boca, tapándonoslos disminuimos la comunicación no verbal y aumentamos el distanciamiento entre personas.
Los meses de los cuales íbamos a salir más fuertes se torcieron en octubre de ese año (2020). Todo esto en un clima de ingenuidad y autoayuda barata. Desde octubre se hizo efectivo un nuevo estado de alarma, este duró hasta mayo del 2021: restricciones, toques de queda, multas, criminalización de la juventud (fuimos durante mucho tiempo el chivo expiatorio), mascarilla en exteriores, desescaladas, etc, el objetivo era bajar la presión hospitalaria.
Todos los fines pueden ser muy elevados y con intenciones benévolas, ahora bien, lo que a mí nunca me ha parecido de recibo ha sido cómo el funcionariado de turno ha comprometido al país hasta límites insospechados. Los asesores del gobierno y de las autonomías, siempre han tendido a pedir restricciones aun cuando los casos de coronavirus no eran muy elevados[6]. Esto, intrínsecamente significaba que muchos negocios debían bajar la persiana (en no pocos casos de forma indefinida), pero está claro que, cuando tu sueldo está asegurado por el gobierno, tomar este tipo de decisiones es más fácil[7].
Quizás los que propusieran eso deberían cobrar lo mismo que las empresas que han estado (y están) en ERTE, de esta forma pondrían su bolsillo en el “juego”. Hago referencia a Taleb y a su libro “Skin in the game” en el cual, en una sociedad en la que algunos no arriesgan nunca en primera persona, estos tienen el poder de tomar decisiones que impactan de forma significativa en vidas ajenas, para más inri, gozan de prestigio y retribuciones desproporcionadas. Taleb mete en esta categoría a los políticos, burócratas, profesores universitarios, etc. Las sociedades estructuradas de esta forma, crean grandes asimetrías, aquellos con un riesgo mínimo (políticos y asesores) o con un riesgo moderado (sanitarios) imponen de facto, su criterio.
Taleb lo expresa de la siguiente forma: The most egregious contributor to inequality is the condition of a high-ranking civil servant or tenured academic, not that of an entrepreneur (Taleb, 2018, pág. 49). Los expertos sanitarios, y una inmensa cohorte del funcionariado patrio, estaban muy de acuerdo en seguir confinando a la población, imponiendo medidas abusivas a las empresas (y a todo el mundo). Es fácil tomar decisiones con el sueldo asegurado, no así cuando este depende de vender un servicio en el mercado. La paradoja y lo más irritante es que, quien sostiene la res publica son precisamente las PIMES, ya que, es el sector privado el que financia el público. Esta ha sido la tónica dominante durante la pesadilla.
En diciembre del 2020 había una esperanza al final del túnel: la vacuna. Y aquí es donde esta historia coge cálices dramáticos. Podemos decir que, a día de hoy, el proceso de vacunación en España ha sido un éxito. Con el 80% de vacunados, deberíamos estar a las acaballas de esta historia. Recordemos que, el chivo expiatorio durante buena parte de la pandemia habíamos sido los jóvenes, pues bien, ahora se trata de los “antivacunas”. Hay una especie de cruzada ciudadana contra todos aquellos que no están dispuestos a mostrar y rebelar datos concernientes a su salud y especialmente, contra la minoría que ha decidido no vacunarse[8].
A priori, conociendo mínimamente la historia de las vacunas, dudo mucho que un 20% de la población pueda ser acusada de serlo. Somos deudores de este avance médico, la esperanza de vida de la que gozamos no sería ni de lejos la que es sin ellas. A finales del s.XVIII, el médico inglés Edward Jenner hizo la primera vacuna de la historia. Esta podía proteger a la gente de una enfermedad espantosa como era la viruela (véanse las imágenes en Google) la cual, se había llevado por delante a 500 millones de personas desde que se conoció. La fórmula consistía en inyectar a las personas la viruela de las vacas (un virus parecido). El químico francés Louis Pasteur realizó la segunda vacuna 100 años después. En este caso para la rabia, sólo se conoce un caso de superviviente de dicha enfermedad (zoonótica, como el covid) en toda la historia, ergo, su mortalidad era del 100% (Offit, 2008, pág. 6).
Para ponerlo en contexto, a día de hoy (27/11/2021), se conocen aproximadamente unos 5.193.495 muertos globales desde que descubrimos el primer caso hace dos años[9]. Con una población mundial de 7.900 millones de personas. En el mundo fallecen alrededor de 55 millones de personas anuales[10], esto supondría que, en 2020, 1,88 millones de personas murieron a causa del covid[11], lo que daría del total de fallecidos ese año un 0,99%[12]. Para contextualizar un poco más, en el planeta (según la OMS), la mayor causa de muerte es la cardiopatía isquémica, la cual constituye el 16% del total. Estas alteraciones cardíacas están asociadas al tabaco, colesterol (hábitos de alimentación), sedentarismo, edad avanzada, factores genéticos, etc. Ciertamente no se trata de una enfermedad transmisible.
Siguiendo los datos de la OMS, las infecciones de las vías respiratorias inferiores, continúan siendo la enfermedad transmisible más mortal del mundo con un total de 2,6 millones de muertos en 2019[13]. Podríamos estar poniendo ejemplos ad infinitum, pero, vayamos al grano. Esta pandemia está demostrando que con la justificación del “bien común” (concepto vago y esotérico) y el mantra de “es por tu salud”, los derechos individuales pueden ser pisoteados sin más. El tribunal constitucional sentenció que los dos estados de alarma fueron anticonstitucionales. ¿A quién se le depurarán responsabilidades?
La pandemia ha servido de pretexto a los gobiernos para anular la capacidad individual de los sujetos. Normalmente, cuando algo se impone no es de extrañar que la reacción sea de rechazo, un 20% de ciudadanos de momento decide no vacunarse en España. A día de hoy no hay evidencia científica que demuestre que las vacunas no evitan el contagio del virus, esto lo dice la Asociación Española de Vacunología[14]. Volvamos al bien común. Mucha gente tacha de insolidarios a esa minoría que decide o bien no enseñar su certificado de vacunación o bien, no vacunarse, y de que deben hacerlo en aras de la solidaridad. Esto es una opinión y una pregunta imposible de responder, pero ¿cuántos ciudadanos simplemente se han vacunado no por la confianza en las autoridades sanitarias, sino por el simple hecho de tener libertad (condicional)? ¿Tiene más peligro un no vacunado yendo al bar que una persona vacunada que se va de viaje fuera de Europa? Recordemos que este es un factor clave para importar y exportar variantes del virus y que en los aeropuertos confluyen cientos de nacionalidades.
Jordan Peterson, invitado al programa de The Rubin Report, hace dos semanas comentó el tema. En Canadá no puedes salir del país si no estás vacunado, él afirma estarlo, y las condiciones iban a ser “Here’s the deal, I got vaccinated, you fucking leave me alone”. ¿Funcionó? No, ha tenido que pasar por diferentes test de coronavirus para entrar y salir de su país. Las restricciones para los vacunados han ido aumentando hasta límites que cuesta discernir si han pasado por la aguja. Una de sus posturas es no mostrar su certificado, puesto que eso concierne a su privacidad. Todo un ejemplo a seguir.
Como he comentado en algún otro artículo, soy favorable a que si el estado debe intervenir en la vida de las personas sea a través de la persuasión y los nudges, no a través de la coacción y la condena al ostracismo social. El certificado covid se ha convertido en un certificado de libertad y eso es peligroso. La histeria colectiva se ha apoderado de amplias capas de la población y debemos hacer como si fuéramos una especie de agentes de la KGB preguntando a nuestros conciudadanos si ha tomado una decisión o no respecto a su cuerpo y a su salud.
Como no podía ser de otra forma, la libertad se va restringiendo a medida que augmentan los decretos despóticos y las praxis totalitarias que están aplicando muchos gobiernos en todo el globo (especialmente en Alemania y Austria). Durante la Peste Negra (1348) el chivo expiatorio en Europa fueron los judíos, abundaron los pogromos, uno de los más famosos fue el del 14 de febrero de 1349 en Estrasburgo, en el cual se quemaron judíos públicamente. Curiosamente, quienes animaron a esa persecución fueron las autoridades sanitarias: medical authorities in these regions, like Alfonso de Córdoba and Jaume d’Agramont, fueled the belief that enemies of Christianity could be responsible for the disease through poisoning of water or food (Aberth, 2005, pág. 139). Se calcula que durante la Peste Negra (que llegó mediante los viajes marítimos relacionados con el comercio), murieron entre el 30-60% de la población de Europa “New research suggests that this estimate must be revised upwards to an average mortality rate of at least 50 percent” (Aberth, 2005, pág. 3).
Para que no se desborde la histeria colectiva en la que llevamos sumidos dos años, sería necesario parar de mirar con recelo al que tenemos al lado. Especialmente en lo que concierne a su propia salud. Si alguien considera que no debe vacunarse, el que se expone es él, no los demás. No podemos obligar a base de coacción, presión social, “por lo civil o por lo militar” (a Revilla se le nota su paso por el Sindicato Vertical), o por “la idea del pasaporte covid es hacerle la vida imposible a los que no se quieren vacunar” (palabras explícitas del exministro del PSOE Miguel Sebastián[15]), la vacuna obligatoria como propugna gente como Ángel Expósito o Risto Mejide (este último se dedicó a sacar a la luz en prime time los 28 nombres de médicos que aconsejaban a sus pacientes no vacunarse), incluso se ha podido ver en televisión el “perfil del no vacunado”.
La deriva autoritaria no sabemos hasta dónde va a llegar. Imaginemos por un segundo qué sucedería si un establecimiento requiriese para entrar un certificado en función del sexo, etnia, religión, orientación sexual, etc. Sustituyamos el “covid” por el “VIH”, imaginemos que alguien decide pedir certificados para demostrar que no tienes dicha enfermedad, ¿nadie pondría el grito en el cielo? El retrovirus (VIH) se encuentra entre el top 10 de las enfermedades más mortales anualmente[16]. La gente que lo tuvo en los 80s pasaron a ser unos parias sociales, luego se demostró que su contagio sólo se da en unas circunstancias determinadas.
Igualmente, nunca pensé que vería algo así, en Australia el ejército está llevando a gente infectada a “Quarantine Camps”[17], se me antoja demasiado fácil la analogía con un régimen totalitario de los años 30s. En Austria las personas recibirán una carta para vacunarse, en caso de negarse, deberán pagar 3.600€. Si no se paga, automáticamente son 4 semanas de cárcel[18]. En Italia el actual presidente del Consiglio (Mario Draghi), ha dicho en rueda de prensa que quiere que los no vacunados se vuelvan a unir a la sociedad, ergo, ¿ya están apartados?
Lo que me sorprende más de todo esto es que, en general, la mayoría de personas no se toman las recetas prescritas por sus médicos, o lo hacen mal, o no la acaban o ni la empiezan ( Tamblyn, Huang, Winslade, Doran, & Eguale, 2014)[19]. Imaginemos por un momento que el estado pone todo de su parte para que te tomes la medicación, arguyendo que se trata del bien común (puesto que se preocupa por tu salud). Si el estado quisiera mejorar la calidad de vida de las personas, quizás debería prohibir el alcohol y el tabaco. El propio gobierno reconoce que 9 de cada 10 cánceres de pulmón se deben al tabaquismo[20] y no hablemos de las enfermedades cardíacas que pueden desarrollarse (el humo del fumador también pone en riesgo a los de su alrededor). Otro tanto sucede con el alcohol. Sabemos que estas sustancias matan, pero, sin embargo, el gobierno no procede a su prohibición (que quede constancia que no soy partidario de prohibirlas). Podríamos mencionar la obesidad, la cual se especula que mueren unos 3.5 millones de personas en el mundo anualmente (Breuhl Smith & Seth Smith, 2016, pág. 121).
Sea como fuere, hay miles de cosas que nos matan a diario, de forma paulatina, pero no podemos vivir con miedo a morir. Decía Eric Fromm en su maravilloso libro “El miedo a la libertad”, lo siguiente: Hay otra parte que es igualmente compulsiva, una parte que no se halla arraigada en los procesos corporales, pero sí en la esencia misma de la vida humana, en su forma y en su práctica: la necesidad de relacionarse con el mundo exterior, la necesidad de evitar el aislamiento (Fromm, 1941, pág. 30). El concepto de sanidad no es sólo ausencia de enfermedad, se deben incluir factores sociales, mentales, etc. El aislamiento está mermando la salud de todos hasta límites insospechados.
Para finalizar, mi pregunta es: ¿hasta dónde? ¿hasta cuándo? La presión de grupo y el miedo a ser tildado de antivacunas es real. Por ejemplo, un servidor, cuando compartió en su cuenta de Instagram el artículo de opinión de sobre el pasaporte covid[21] a cargo de Mariona Gumpert, automáticamente le saltó un aviso “visita el centro de información sobre covid 19 para acceder a recursos sobre vacunas”, el artículo no estaba en contra de la vacuna, ni de la vacunación. Lo que se postulaba era la pérdida de libertades que estamos sufriendo de forma deliberada. ¿Todo vale para salvaguardar la salud?
Hay que destacar el papel del miedo que están jugando los medios de comunicación es realmente criminal. Justo hoy ha salido una nueva variante surafricana, ya hay empresas trabajando para una nueva vacuna[22]. El circulo parece que no acaba de cerrarse. Y que, con mascarillas, vacunas y restringiendo los movimientos, el virus parece que ha llegado para quedarse. A mi juicio, se trata de un intento de tener atemorizados a los ciudadanos. Como postuló en el s.XVI Maquiavelo “E gli uomini hanno meno rispetto a offendere uno che si facci amare che uno che si facci temere” (Machiavelli, 1961, pág. 64)[23]. El miedo es paralizante y facilita la gobernabilidad.
Finalmente, este artículo tiene como objetivo defender a ultranza la libertad individual, aplicar el principio de mi cuerpo, mi decisión[24], la intención de no permitir que nuestros conciudadanos deban rebelar sus datos personales y evitar intromisión del estado en la vida sanitaria de las personas: si hoy tienen un QR con nuestras patologías, ¿qué no podrán tener mañana?, ¿hay algo más importante que la salud? Defender la libertad implica riesgos, pero mayores son los de aferrarse a la falsa seguridad que ofrece el amo. Habrá que aprender a convivir con el miedo. Como dijo mi admirado y querido Antonio Escohotado (que en paz descanse) “Dejar que el otro sea libre es la gran asignatura pendiente de la Humanidad”.
Bibliografía
Tamblyn, R., Huang, A., Winslade, N., Doran, P., & Eguale, T. (2014). The Incidence and Determinants of Primary Nonadherence With Prescribed Medication in Primary Care. Annals of Internal Medicine, 441-451.
Aberth, J. (2005). The Black Death. The Great Mortality of 1348–1350. New York: PALGRAVE MACMILLAN.
Breuhl Smith, K., & Seth Smith, M. (2016). Obesity Statistics. Elsevier Inc, 121-135.
Fromm, E. (1941). El miedo a la libertad. Zaragoza: Titivillus.
Machiavelli, N. (1961). Il Principe. Torino: Einaudi.
Offit, P. A. (2008). VACCINATED: One Man’s Quest to Defeat the World’s Deadliest Diseases. New York: Harper Perennial.
Taleb, N. N. (2018). Skin in the Game: Hidden Asymmetries in Daily Life. New York: Penguin Random House.
[1]https://www.lavanguardia.com/politica/20200328/48136764563/gobierno-trabajadores-servicios-no-esenciales-30-de-marzo-9-de-abril-semana-santa-pedro-sanchez-coronavirus.html
[2] Todos los datos están sacados de: https://datosmacro.expansion.com/otros/coronavirus/espana.
[3] El total de muertos ascendía a 29.685.
[4] El letargo de los tres meses encerrados había dejado un panorama desolador. Según datos del Ministerio de Seguridad Social, en febrero del 2020 había un total de 1.324.427 empresas, de las cuales 1.293.891 eran PIMES, en el mes de junio el total había descendido en 55.088. En general, las peor paradas eran las que tenían uno o dos trabajadores. A partir de ahí, el pico más elevado fue en diciembre con un total de 1.295.656 empresas. Muchas de ellas estuvieron litigando con la administración pública por conseguir ERTES y evitar las quiebras totales, sin estos, los números quizás serían mucho peores.
[5]https://datosmacro.expansion.com/demografia/mortalidad/causas-muerte/suicidio/espana.
[6] Como muestra un botón: estas Navidades con una pauta de vacunación (a día 27 de noviembre) completa del 79,2% y con al menos una dosis (recordemos que un positivo de covid está recibiendo sólo una) de un 80,7%. Véase: https://www.vacunacovid.gob.es/. Con estos números, según los expertos, podrían incrementar las restricciones: https://www.elespanol.com/espana/politica/20211113/autonomias-avisan-restricciones-navidad-contagios-covid-aumentando/626438377_0.html.
[7]https://www.huffingtonpost.es/entry/los-medicos-de-barcelona-piden-un-confinamiento-total-corto-para-frenar-la-tercera-ola_es_5fec2010c5b64e4421078f2b, https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20201229/medicos-catalunya-exigen-medidas-contundentes-coronavirus-11425682.
[8] Recomiendo a este respecto el artículo de opinión de Juan Manuel de Prada: https://www.abc.es/opinion/abci-juan-manuel-prada-psicopatas-tragacionistas-202111212353_noticia.html.
[9] Todos los datos están extraídos de https://coronavirus.jhu.edu/map.html.
[10]https://es.weforum.org/agenda/2020/05/muertes-globales-asi-es-como-covid-19-se-compara-con-otras-enfermedades/.
[11] Datos sacados de https://ourworldindata.org/coronavirus-data en la sección de “Total confirmed Covid-19 deaths”.
[12] La cifra puede variar en función de los datos. Básicamente he sacado el % de muertos de covid en 2020 a nivel global, respecto a los 55 millones de muertos anuales. Insisto en que, dependiendo el año, las muertes mundiales cambian ligeramente.
[13]https://www.consalud.es/pacientes/10-principales-causas-muerte-mundo-oms_91314_102.html.
[14]https://www.vacunas.org/interrumpiran-las-vacunas-la-transmision-del-virus-puedes-contagiar-si-estas-vacunado/, “una vez vacunado frente a la COVID-19, ¿puedes diseminar el virus? Ya sabemos que las vacunas autorizadas evitan padecer la enfermedad en más del 50% de los vacunados – y en más del 90% para las vacunas de Moderna y de Pfizer/BioNTech-, pero lo que desconocemos es si también reducirán la transmisión del SARS-CoV-2”.
[15] El exministro, segundos antes afirmaba en el programa de Ferreras que “es verdad que no vas a frenar el contagio de ese gimnasio o restaurante por el hecho de que pidas el pasaporte, porque el que está vacunado también puede transmitirlo”.
[16]https://www.who.int/data/gho/data/indicators/indicator-details/GHO/number-of-deaths-due-to-hiv-aids.
[17]https://www.theage.com.au/national/victoria/construction-of-mickleham-quarantine-camp-is-under-way-20210812-p58i50.html.
[18]https://www.bloomberg.com/news/articles/2021-11-22/vaccine-holdouts-face-4-000-fine-in-austria-s-virus-crackdown.
[19] La muestra de pacientes, ciertamente es de Canadá. No me gustaría ser tachado de usar un non sequitur de manual. En España, se afirma que los pacientes que nunca o casi nunca toman las prescripciones médicas ronda el 37%, https://www.20minutos.es/noticia/4276574/0/4-de-cada-10-espanoles-toma-medicamentos-de-manera-frecuente/.
[20]https://www.cdc.gov/tobacco/campaign/tips/spanish/enfermedades/tabaquismo-cancer.html.
[21]https://www.vozpopuli.com/opinion/dostoievski-libertad-pasaporte-covid.html.
[22]https://www.phmk.es/industria/astrazeneca-trabaja-ya-en-una-vacuna-para-la-variante-sudafricana-del-coronavirus.
[23] Básicamente la idea es que, siempre va a ser más común traicionar a alguien a quien quieres que a alguien que temes. La analogía que pretendo establecer concierne al contexto de temor e histeria en el que llevamos dos años sumidos. Se tenderá a obedecer si las normas son impuestas, si es por benevolencia, no.
[24] Curioso que el feminismo moderno proclame y vocifere dicho argumento cuando se trata del aborto y que, mayoritariamente la sociedad acepte esa premisa en ese caso y no la extrapole a la situación actual.