Todavía seguimos atascados en las dos Españas, como predijo certeramente Antonio Machado, que hizo un buen pronóstico y bien breve, como si quisiera que no nos olvidáramos. Es una obviedad proclamar que nos encontramos aquí, desgraciadamente. Resulta algo pesado, pero no lo hemos superado. Por eso seguimos con el corazón helado, como recuerda la escritora Almudena Grandes, que ahora tiene su sello de correos, aunque a bastantes les parezca mal.
La historia nos reprochará que haya pasado tiempo de esto y sigamos pensando como anteayer. No nos hemos movido de la polarización, en la que nos encontramos firmemente anclados. En el fondo puede que nos falte mucha cultura democrática y nos sobren inclinaciones a gobiernos autoritarios y dictatoriales. La guerra civil sigue pesando sobre nuestros hombros. ¿Hasta cuándo? Como se encuentra tan bien alimentada, habrá que pensar en décadas.
Actualmente no tenemos partidos de centro estrictamente. Si acaso, algunos se califican de centro-derecha y centro-izquierda, pero, hablando en plata, estamos divididos entre izquierdas y derechas, con la particularidad de que las dos tienen que confrontar entre sí de la peor manera posible. Qué cansino resulta todo.
Desconocemos el término moderación. Un partido político moderado se quedaría arrinconado. Para que le sigan a uno tiene que hacer gala de las mayores barbaridades y proclamarlas. El caso es que, cuando a uno le piden que explique sus expresiones, la respuesta es que él qué tiene que explicar. Que se expliquen los demás, que son unos manipuladores, porque interpretan mal, les sacan de contexto y les hacen decir lo que no han pronunciado.
La crispación se hace cada día más potente, pero siempre la provoca el otro y no yo. ¿Tengo que aguantar que me llamen mangante, si he renovado totalmente mi partido y lo que ocurrió tiene ya décadas? Tantos años no tendrá, cuando los medios de comunicación descubren irregularidades diariamente. Los jueces también tiene su parte de responsabilidad, porque se jubilan o se mueren sin haber resuelto los expedientes que tienen abiertos, como si proclamaran que de aquí a la eternidad
Ahora bien, para responsables los que ocupan sus escaños en el Parlamento. Enseguida se tomarán vacaciones, dejando lo que queda para la siguiente temporada, porque hay que trabajar, sí, pero sin prisas. Todavía es peor para los diputados o senadores, que acuden un ratito por la mañana y después desaparecen. Dan los buenos días a los suyos y enseguida se despiden de ellos con una adiós. Gran responsabilidad la suya, sí señor. Son patriotas y cumplidores estrictos de sus deberes políticos. Es que tienen muchas cosas que hacer, claro.
Lo cierto es que, cuando van al Parlamento, expresan su rabia más que sus ideas, así que casi ganamos, si no acuden. Gran prestigio de la política, se llama a semejante proceder. La oposición se enrabieta contra el Gobierno cada día, o eso es lo que se hace ver a los ciudadanos. La polarización es completa.
En economía la gestión del Gobierno es la peor de Europa, aunque la previsión de la Comisión Europea sea que el país crecerá en el año actual y todavía más en el siguiente. ¿No les avergüenza caer en semejantes contradicciones? Ayudar al mayor crecimiento no es ningún descrédito, sino un orgullo, pero esto sostendría al Gobierno y la oposición quiere destruirlo.
La Unión Europea bendice las reformas españolas, pero lo que tenemos aquí es una profunda crisis económica y también institucional. Lo institucional es porque se gobierna con independentistas y comunistas, además de Podemos. Cada bloque ideológico se va polarizando permanentemente.
Se acusa de tener dos millones y medio de personas en exclusión, sin tener en cuenta la creación de un ingreso mínimo vital, la aprobación de los ERTE, que se han prohibido los desahuciados y que se ha establecido un tope al gas para bajar la factura de la luz. ¿Se puede hacer más? Claro, pero esto ya se ha hecho.
La situación del país es un desastre, un caos y hasta una dictadura. El Gobierno es ilegítimo y autoritario, sin querer saber nada de la corrupción y la declaración de independencia con el Gobierno anterior. El presidente del Gobierno actual es un autócrata, que actúa según sus caprichos. Ahora bien, se olvidan de la revalorización de las pensiones y la subida del salario mínimo interprofesional. Han blanqueado a ETA, aunque hayan acabado con ella.
Se ha traicionado a las mujeres y han inventado la ideología de género. Sin embargo, la sociedad tiene la percepción del avance en la conquista de sus derechos. ¿Será esto lo que les duele? ¿Lamentan que cada día se vayan liberando del yugo de la subordinación machista? Se amplía el Estado del bienestar y las libertades. Quieren acabar con la monarquía que representa, precisamente, la unidad de España.
En fin, el clima político se enrarece más cada vez. La derecha insiste en cambiar el Gobierno y que los ciudadanos lo están deseando. Esto requiere una gran competencia electoral, mientras el Gobierno insiste en agotar la legislatura, como es su deber.
Llevamos así tres años in crescendo y nos encontramos sordos y cansados ante tantos decibelios que nos castigan. Es imposible entenderse en tal situación. Estando tan rabiosos, no es extraño que no fluyan las ideas. Lo que permanece es la rabia incontenida. Somos poco sabios, ciertamente, pueden las ganas de la iconoclastia sostenida, en lugar de esperar descansadamente nuestro tiempo, que ha de llegar necesariamente.