Angel-Juarez-Web.jpg

La transformación de lo cotidiano en un marco injusto

25 de Marzo de 2021
Actualizado el 02 de julio de 2024
Guardar
COVID-19

La mascarilla para salir a la calle, o incluso para estar en casa. Meses sin comprar ropa, y aún menos, viajar. Visitas “telemáticas” con tu médico de cabecera. Reuniones, actos y conferencias a través de una pantalla. Movimientos limitados y libertades restringidas.

En estos días ha hecho un año del principio oficial de la pandemia del COVID-19. Durante este año hemos tenido que transformar toda nuestra cotidianidad para adaptarnos a una situación inédita, complicada y muy, muy dura.  La rutina de gran parte de la sociedad ha dado un giro de 180º, y no hemos tenido más remedio que aceptar todas las limitaciones y restricciones que nos han implantado.

En estos días de turbulencias políticas, muchos felicitan a la ciudadanía por su esfuerzo durante todo este período. Y yo me reitero. Como sociedad, en gran parte, hemos dado un ejemplo de compromiso y solidaridad. Pero el esfuerzo que hemos realizado a pie de calle, no ha sucedido en los más altos poderes.

Muchos hemos sufrido pérdidas de familiares y personas queridas, y en la mayoría de casos no hemos podido ni tan solo despedirnos. Debemos recordar, y honrar como es debido, a las 72.424 que se han ido. El mínimo que merecemos es que se repare el daño causado, pero el tiempo se está agotando.

29.419 personas mayores fallecidas en residencias y geriátricos. Con estas cifras, ¿las mociones de censura deben ser el foco mediático? Para mí, claramente, no. Ya deberíamos estar viendo los resultados de las auditorías realizadas en todas las residencias, para detectar que es lo que ha fallado. Es sencillo, pero requiere esfuerzo. Reparar el daño, hacer justicia, es una cuestión de derechos humanos.

Desde la Plataforma afectadoscoronavirus.org también llevamos meses reivindicando la importancia de la salud mental para todas las personas. Para quienes han perdido alguien importante, para quienes han tenido que bajar la persiana de su negocio o para los que han echado de su casa durante el confinamiento.

La solidaridad mostrada por la sociedad debe empezar a establecerse en las altes clases. Afectados son todas las personas, y aún no conocemos el gran impacto que esto tendrá. Menos discursos populistas, y más acciones para el pueblo.

El sector cultural, el de la restauración, turismo, deporte, y un largo etcétera, necesitan ayuda. Las medidas de paliación políticas son totalmente insuficientes. Las negligencias tampoco dejan de sucederse aquí, como en la vacunación.

Ayudar y defender es la misión que tenemos y lo haremos con cada cada persona a la que no se haga justicia. De hecho, ya lo estamos llevando a cabo porque si esperamos demasiado, el daño será irreparable.

Esto debería corresponder a otros organismos, a las administraciones públicas y a los fondos de inversión millonarios, propietarios de las residencias, que parecen desparecidos.

Y recordad, que nadie os robe vuestra sonrisa.

Lo + leído