Una de les definiciones que más me gusta de la arquitectura nos habla de una respuesta proposiva a un problema que no sabemos que tenemos, respuesta que una vez materializada consigue que no podamos pasar sin ella, a menudo aplicando tecnologías de manera contraintuitiva. Hay mil soluciones de estas aplicadas a nuestro espacio público. Encontramos normal que nuestros mercados públicos se alojen en grandes estructuras cubiertas bien ventiladas y comunicadas que los permitan funcionar independientemente de las condiciones climáticas. Hemos conseguido sanear ríos urbanos que funcionaban como cloacas a cielo abierto y convertirlos en espacios de ocio que funcionan como reservas verdes, convertir centrales térmicas obsoletas en museos, mataderos en centros de arte, fábricas en viviendas, etcétera.Nuestra historia de hoy empieza con Nadia, una niña de tres años que vive en el centro de Madrid, a punto de ir a la escuela por primera vez. Su padre, el arquitecto Ángel Borrego, notó que el patio de la escuela donde debería ir Nadia era (es) pequeño, ruidoso, encajonado como está en un patio interior de manzana insuficiente, mal acondicionado por este uso. A la misma hora la plaza que da acceso a la escuela está prácticamente vacía, y lo estará hasta que termine la jornada laboral, momento en que se llenará de gente haciendo la cervecita de la tarde. La escuela es de titularidad pública. La plaza es de titularidad pública. ¿No se podría acondicionar una parte de esta plaza para que sirva como patio de escuela justo cuando esta plaza está vacía, y hacerlo en condiciones en que se pueda garantizar la privacidad y la seguridad de los niños?La respuesta ha llegado en forma de proyecto. Imaginaos: las plazas necesitan mobiliario urbano, mobiliario que, de no colocarse, acabará privatizado en forma de terrazas de bares y restaurantes. Las plazas necesitan asientos y sombras que pueden ser vegetales o en forma de pérgolas que, además, tienen una estructura capaz de montar placas solares y otros elementos útiles para la ciudad. La plaza madrileña del 2D podría ser un buen ejemplo. Imaginadla con unas pérgolas que sombreasen su parte central, jugasen con los árboles y quizá añadiesen un poco más de verde al conjunto. Imaginad que cuando la plaza está vacía y los niños tienen su hora del recreo la pérgola baja y cierra un trozo de plaza para que los niños jueguen al sol en un entorno controlado. Cuando vuelven a entrar en clase la pérgola recupera su posición original y sigue sombreando la plaza.El mobiliario urbano, que se podría instalar fácilmente, segrega una parte del espacio público para los niños únicamente durante el rato que éstos lo necesitan. Este elemento es perfectible y puede adosarse a una fachada para crear una especie de patio inglés para los centros educativos más pequeños, o para los pequeños patios de servicio. OSS, el estudio de Ángel Borrego, ha decidido bautizar este invento como La Vallita Mágica. La gestión es sencilla: conseguir que, en el caso de Madrid, el Ayuntamiento y la Comunidad, titulares los unos del espacio público y los otros de las escuelas, se pongan de acuerdo. El espacio no queda privatizado, sino segregado en horas de recreo y equipado con un nuevo mobiliario urbano el resto del tiempo.Ángel Borrego tuvo como maestro al gran Alejandro de la Sota, uno de los mejores arquitectos de todo el siglo XX español, y quizá de los últimos quinientos años. Alejandro de la Sota consiguió un pequeño milagro: que una disciplina tan seria como la arquitectura no quedase exenta de rasgos humorísticos tan tontos como incorporar a la arquitectura elementos diseñados para servir para otra cosa. Por ejemplo: enfrentado a unas viviendas en un entorno tan delicado como es el centro de Salamanca, el arquitecto llegó a la conclusión que las ventanas más buenas, baratas y eficaces para su edificio eran las que en estos momentos se montaban en los trenes españoles, ventanas de guillotina, estancas, fiables, mil veces probadas. Las montó por fuera de la fachada suplementándolas con vidrios fijos, también baratos y fiables. El resultado es, quizá, el mejor edificio moderno del centro de Salamanca, que está, o espero que esté, catalogado.Más o menos por la misma época José Antonio Coderch, otro gran arquitecto, conseguía mejorar las prestaciones de otro edificio de viviendas sociales en la Barceloneta aplacándolo con las baldosas más baratas que encontró: las que se usaban para aplacar las estaciones de metro que se construían entonces. Este edificio está catalogado y es una de las joyas del barrio y de la ciudad entera. Con sus baldosas de metro exhibidas orgullosamente en la fachada principal. Ángel, que sabe todo esto, ha presentado una serie de mecanismos estándar, baratos y fiables que han de servir para que la valla se pueda construir y ser útil desde el primer día, fácilmente mantenible sin tener que hacer grandes dispendios en piezas especiales o mecanismos imposibles.Paseo habitualmente por el centro de Madrid. Conozco bien las plazas que Ángel ha usado como casos de estudio, y plazas parecidas (vacías al mediodía, con una escuela pública adyacente) en el centro de diversas ciudades españolas. La solución es posible y económicamente viable. En todos los casos mejoraría, de aplicarse con un cierto cuidado, los espacios que la necesitan. Es una pura cuestión de voluntad política. Todos ganaríamos con ello: la clase de debate que deberíamos tener cuando se habla de política municipal. Tendríamos que ser más exigentes con este tipo de sinergias y con su aplicación, cuando haga falta, en nuestros municipios. Saldríamos ganando.
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