El milagro de la vida, en medio de la muerte y tragedia, brilla más que la oscuridad del dolor y la muerte. En un momento, el terremoto en Turquía, el llanto de un bebe se convirtió en sinfonía de esperanza.
Mientras la tierra temblaba, y el caos se apoderaba de su entorno, este pequeño con toda su inocencia gritó fuerte para anunciar su llegada al mundo.
Nadie es indiferente y a todos nos conmueve ser testigos de ese milagro, y por supuesto, no nos es indiferente el gran dolor y pesadumbre de la pérdida de su madre, padre y hermanos.
Qué generosidad tan grande, de esa madre que en sus últimos momentos luchó con todas sus fuerzas por salvar y dar a luz antes de morir a su hija.
El lugar de ese milagro es Jindires, una ciudad en guerra en Siria, cerca de la frontera con Turquía.
Ante tal dolor, esa criatura, ese milagro de la vida, será acogida con la familia de su tío, Jalil al Suwadi, que fue el que la cogió en sus brazos y la llevo al hospital, donde fue atendida por el pediatra Hani Maarouf.
Venció la vida y luchaba por sobrevivir, mientras se oficiaba el funeral para su madre Afraa, su padre Abdullah y sus cuatro hermanos.
Una pequeña que ha llegado a la vida con una determinación y una fuerza que ha de ser nuestra referencia ante la adversidad y demostrarnos que la vida es un precioso regalo que hay que celebrar cada día a pesar de todas las adversidades posibles.
La sonrisa de ese bebé ha de iluminarnos nuestros corazones y ser un ejemplo para nunca perder la esperanza y mantener la fe y la esperanza en un posible mundo mejor, pues la vida es un milagro constante, aunque en ocasiones ese milagro se bautice entre lágrimas.
Permitidme esta humilde reflexión, que, aunque sea a modo particular, comparto con vosotros.
A veces, en esos momentos en los que el dolor nos parece insoportable, aún así, debemos seguir hacia adelante con fe y esperanza. Pues la vida es un milagro que merece ser vivido y disfrutarlo a pesar de las lágrimas que nos haga derramar.