Junto al sufrimiento y al miedo, estapandemia nos está dejando enseñanzas yaspectos positivos para la humanidad, como la reduccióndel agujero de la capa de ozono, la descontaminación de mares, ríos y ciudades,la estupidez del elemento tiempo como factor para medir el trabajo, o lanecesidad de consensuar mecanismos para un nuevo contrato social queblinde lo público, como fundamento para la supervivencia. Pero también nos hadejado una cuestión que si bien al mercado no le interesa resaltar, no deja deser menos trascendente para la humanidad: el regreso del hombre a lo privado,con todas las ventajas y riesgos que ello conlleva.
El Covid-19 nos ha devuelto a las casas y ha provocado que abandonemos eltradicional hábitat público que por género“nos pertenece”, en el que tan seguros y cómodos nos movemos, y volvamos a loprivado. La paradoja nos dice entonces que vuelve a ser el ámbito personal yafectivo, tantas veces repudiado por la masculinidad, el que acude a “salvarnoslos muebles”, proporcionándonos laprotección que necesitamos.
Los hombres, que siempre hemos tenido como objetivo estar el tiempo estrictamente imprescindible entre las cuatro paredes de nuestras casas, ahora nos vemos obligados a estar y convivir en ellas, incluso a teletrabajar. Nosotros, que nunca nos hemos sentido a gusto con las tareas que en ese espacio se desarrollan, básicas para nuestra existencia, nos enfrentamos a la tesitura de afrontarlas con honradez o seguir siendo unos caraduras. Son actividades que hemos optado por dejar a las mujeres en el hipócrita autoconvencimiento que nos exime de responsabilidad, de que la naturaleza las habilitado mejor a ellas para su desarrollo. Porque, incluso entre los hombres que nos creemos igualitarios y compartimos estas funciones, la equidad en la mayoría de ocasiones sigue siendo una quimera.
El Covid-19 nos ha devuelto a las casas y ha provocado que abandonemos el tradicional hábitat público que por género “nos pertenece”, en el que tan seguros y cómodos nos movemos
Será entonces nuestro momento, la ocasión para aprovechar la oportunidadque se nos ofrece, y aprender a compartir tareas en igualdad, derechos yresponsabilidades con las mujeres, o quizás este tiempo no sea más que unparéntesis a esa vuelta quetanto añoramos.
No, esta pandemia no puede significar solo dolor y desesperanza, ni un estado transitorio para regresar con más fuerzas a ladesigualdad que impone la separación entre lo público y lo privado, lomasculino y lo femenino, y el injusto tratamiento que para las mujeresconlleva.
Porque por mucho que lo neguemos y pregonen los voceros de lamasculinidad tóxica y hegemónica la corresponsabilidad es hoy una ficción.Solo tenemos que buscar y comprobar datos para afirmar, por ejemplo, que ennuestro país más del 70% de las mujeres dedican todos los días parte desu tiempo a la realización de actividades relacionadas con los cuidados, entanto que los hombres son apenas un 30%, o que las excedencias laborales porcuidados y los contratos a tiempo parcial también tienen abrumadoramente comotitulares a las mujeres. Como explicar esto desde de las atalayas de lacorresponsabilidad ya conseguida, o el discurso de que el actual reparto detareas es la consecuencia de un pacto libremente asumido por la pareja.
Dejemos de mentir e intentar convencernos de que somosigualitarios, los hombres no lo somos ni por asomo. A lo más que llegamos, comonos gusta afirmar, es a “colaborar y ayudar” en unas tareas que son tannuestras como de ellas, y en las que la mayoría de las ocasiones nos relajamos,olvidamos u optamos por no hacer o hacer mal.
Dejemos de un lado nuestra arrogancia masculina, la superioridadinnata, las excusas y la justificación de unos comportamientos que no sesostienen, y que evidencian nuestra falta de actitud para con la vida, lanuestra y la de quienes nos rodean. Aprovechemos este momento de dudas para conquistar certezas, certeza de que solo lo afectivo ylo personal nos puede salvar. Certeza de nuestra ausencia de compromiso con eseespacio de la realidad del que nos evadimos. Certeza de la necesidad devincularnos a la naturaleza, y de que ello solo podremos hacerlo desde loscuidados.
Que esta situación no sea una interrupción para la vuelta a esa anormalnormalidad en la que los hombres vivimos. Quedémonos en casa pero no paramantener nuestros privilegios, cuidemos, teletrabajemos, cedamos losespacios públicos y el tiempo a las mujeres, y ocupemos nosotros ese ámbito quenunca hemos sostenido, el que ellas ni pueden ni debe seguir asumiendo en latotalidad.
Iniciemos esta desescalada de la agresividad, de la violencia ysobre todo de la falta de voluntad que tenemos los hombres para cambiar unmundo machista y patriarcal que no funciona. Seamos justos porque es la únicamanera que conozco de ser hombres y llamarnos igualitarios.