El presidente del gobierno, un resistente donde los haya, sabe adaptarse a las variaciones del entorno político español. Originalmente lo hizo contra el deseo de los guardianes del gatopardismo socialista de la transición. Entonces se creó la llamada gestora. Sánchez no se siente cómodo con los barones que la integraban. Razones tuvo, y tiene.
La reacción opositora se ha lanzado a cuestionar la capacidad democrática de un jefe de gobierno para remodelar a su equipo ministerial. Además, le reclaman que no haya producido cambios en los miembros de Unidas Podemos con cartera. De aquí es posible extraer dos conclusiones. La primera, es que tal furibunda reacción les ha molestado. Lo que debe confirmarle al presidente de la oportunidad de hacerlo. La segunda, es que demuestran una indigencia democrática preocupante. Esto es porque no alcanzan a comprender qué, en los gobiernos de coalición, siempre que se desee mantenerlo, la competencia del cambio ministerial le corresponde a cada líder del partido coaligado. No hacerlo supondría el fin de la legislatura.
En la novela “Il Gattopardo”, escrita entre 1954 y 1957” por Giuseppe Tomasi di Lampedusa, el personaje de Tancredi declara a su tío Fabrizio la conocida frase “Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”. En italiano “Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi”. Esta frase simboliza la capacidad de los sicilianos para adaptarse a lo largo de la historia a los distintos gobernantes de la isla, pero también la intención de la aristocracia, para poder mantener el poder en la isla, suponía aceptar la revolución unificadora de Garibaldi cuando desembarca allí en 1860. De estos hechos, en Ciencias Políticas, el “gatopardismo” o lo “lampedusiano”, representa el “cambiar todo para que nada cambie”.
Las grandes familias franquistas, y sus acólitos, aplicaron a rajatabla el mantener el régimen en el entorno de una neodemocracia controlada. Durante la transición se produjo ese fenómeno que aún padecemos. Muchos defectos que apreciamos en el funcionamiento institucional hoy se produjeron entonces.
De todo esto cabría preguntarse si, esta remodelación que Pedro Sánchez ha producido, ha sido para consolidar el cambio en la tendencia de una parte del socialismo en acercarse al mantenimiento del statu quo postfranquista o, por el contrario, se propone recuperar la esencia transformadora de los orígenes históricos de su partido.
En breve el PSOE tiene un difícil y determinante evento que enfrentará a Sánchez con alguno de sus barones. En la segunda quincena de octubre celebrará su 40º Congreso Federal. Tómese nota que Adriana Lastra llevará la gestión del PSOE hasta ese Congreso Federal, tras la salida de José Luis Ábalos. Como dato valga decir que Lastra no ha asistido este lunes a la despedida de Ábalos durante el traspaso de carteras que ha tenido lugar en el Ministerio de Transportes. En cambio, sí estuvo en la toma de posesión del nuevo ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, en sustitución de Carmen Calvo. La política de gestos define los territorios.
Si las cuestiones pendientes en materia social, laboral, de memoria histórica o de recuperación de libertades, fueron las causales de esta operación, entonces debemos darle crédito al jefe de gobierno.
Si por el contrario se trata de un ajuste cosmético, sin efectos transformadores, entonces la ciudadanía debería manifestar su genuina indignación. España no está para que: “si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”.
Ya no. Aquí, estimo oportuno recordar a Octavio Paz:
“Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo.... del miedo al cambio.”