No es sólo que me defrauden, es que me cabrean: las cajas que utiliza en la actualidad Ferrero Rocher para envasar sus bombones.
Llega la navidad y los Ferrero están por todas partes. Y gracias a la fantástica publicidad que le hicieron hace lustros la marca sigue resonando como un producto de lujo. Pero el lujo no debería jamás envolverse en plasticucho de tan mala calidad.
A mí nunca me han gustado demasiado los Ferrero, y confieso que los compraba siempre -sobre todo para la familia- por sus cajas de metacrilato, que luego servían para guardar pequeñas cintas de video MiniDV, llaveros, cuerdas… en suma: tesoros varios.
Ahora las cajas en las que vienen los Rocher no dan para un segundo uso. Son blandas, malas, de tacto casi desagradable y hasta se escurren entre las manos.
Los bombones no están mal, pero como ya he dicho más arriba a mí nunca me han enamorado. Una pena, con lo bien que lo hacían: aumentar el valor del producto cuidando al máximo el marco.
Las cajas de metacrilato, las cajas de hojalata… recipientes a los que se podía dar un segundo uso.
Ay.
Los plasticuchos actuales solo valen para tirarlos; lo cual demuestra por otra parte que a Ferrero Rocher le ecología y la contaminación del mundo (a ellos y a los del Mercadona, que adoran el plástico) le importa una cáscara de plátano.
Cada cual que haga lo que le dé la gana (mientras le dejen): contaminar el mundo, estropear un producto que era un fantástico por quizá un pequeño aumento de beneficio, pero yo -en mi libre albedrío- los supuestos bombones del embajador (aunque nunca los he visto en las recepciones de las embajadas durante mis tiempos de diplomático) no pienso volver a comprarlos.
Un asco.