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Las campanadas

03 de Enero de 2017
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Ya era hora. Este año empieza con buen pie. En la cadena Antena Tres acaban de salir los presentadores que van a guiar a los tele-espectadores en la difícil tarea de comer las uvas a su debido tiempo. Los atuendos parecen muy apropiados para el evento, más aún si se tiene en cuenta que salen a un balcón y la noche, aun no siendo heladora, como las de antes, es bastante fría. Él lleva una recia capa negra por fuera y de un rojo encendido por dentro, el rojo se ve poco porque la lleva cerrada hasta arriba y sólo se intuye en la zona del cuello, algo desbocado. Ella lleva un abrigo de raso carmesí, ancho, muy elegante, con una capucha muy amplia que le cae un poco sobre los hombros.Parece poca cosa esto de dar las campanadas, pero tiene su misterio. Dicen que un año una presentadora empezó a dar las horas antes de tiempo, cuando aún se oían los cuartos, y nunca más se ha sabido de ella. Se le acabó la carrera de golpe.Este año, nos han informado hasta la saciedad, no van a ser muy buenas las uvas. Menos aún baratas. Nunca son baratas, no hay que insistir. O porque ha llovido mucho, o porque ha llovido poco, o porque ha diluviado, o porque ha habido granizo. Las famosas uvas de la suerte son siempre un artículo de lujo. Pero da igual.Hay que comer uvas si se quiere tener un año estupendo. No hay que dejarse ni una, aunque uno se atragante. Aunque haya de escupir las pepitas de cualquier manera. Aunque el hollejo sea duro como una piedra y cueste engullirlo. Aunque no nos gusten las uvas. A tragar. Empezamos el año tragando y así nos va. Luego seguimos tragando. Ya estamos curtidos. Son muchos años de uvas de la maldita suerte. Tragar y no hacer ascos ya a nada.Que el gobierno nos saca los hígados a impuestos, tragamos. Que la oposición pacta con el gobierno a los mismos efectos gravosos para nuestros bolsillos, tragamos; que los nuestros, sean los que sean, abandonan los ideales que nos habían vendido envueltos en celofán, tragamos; que los sindicatos se abrazan con el empresariado, tragamos. Vomitar, jamás.Habría que probar un año: no comer las uvas, a ver qué pasa. No tragar más en esa noche: igual ya no tragábamos más con nada.Pero esa noche, de momento, no ha llegado. Seguimos ante el televisor, viendo a los presentadores. Oímos sus comentarios insulsos. Vamos cogiendo los granos de uva, los echamos a la boca y, casi sin masticar, los tragamos, uno… tres…once, doce. ¡Ya está un año más! Lo hemos conseguido: no nos hemos atragantado, ni hemos escupido. ¡Qué listos somos!Mientras preparamos el brindis los presentadores dejan el balcón y, ya en el interior, se sacan las prendas de abrigo. Ella, una presentadora que destaca por los atuendos que viste cada Noche Vieja, lleva esmoquin negro, pantalón del mismo tono, elegantísimo, y pajarita blanca cerrando la camisa. Él, el presentador- cocinero de ese programa que nos enseña lo guarras que son las cocinas de algunos restaurantes, lleva un tanga con estampado de leopardo, ajustadísimo, que realza su prominente barriga y, como complemento, una pajarita y unos zapatos con plataforma del mismo material. Un acierto total. El “sexi hortera”, nueva tendencia.La sorpresa es mayúscula, pero nadie se atreve a comentar nada porque nadie quiere ser tachado de machista. Ni los que esperaban admirar el cuerpo despampanante de la chica. Corrección ante todo. Así que se brinda como si nada. Música maestro, un año más.Feliz 2017.
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