Las contradicciones de Ecologistas en Acción y su peligrosa relación con Transport and Environment

Macarena Novo
31 de Enero de 2024
Actualizado el 25 de octubre
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Varios son los aspectos que definen esta circunstancia como una trampa. En primer lugar, cabe destacar que T&E es una fundación diseñada para la introducción del coche eléctrico privado desde la perentoria necesidad de luchar contra el cambio climático. Su misión es, en consecuencia, la de influir políticamente hacia una asunción amable del capitalismo verde, tanto en administraciones como en organizaciones ecologistas, a las cuales a su vez alimenta.

Pero esta afiliación liberal no solo choca contra la realidad, pues no existe litio suficiente como para fabricar 21 millones de coches eléctricos hasta el año 2025, tal y como parece desprenderse de los planes marcados, sino también contra uno de los principios básicos del ecologismo y que dieron en su día sentido a la creación de Ecologistas en Acción: la imposibilidad de considerar que el crecimiento infinito es posible en un planeta finito. Ecologistas en Acción, siendo compañera de viaje de T&E no solo rehuye de sus principios fundacionales anticapitalistas sino que se convierte en cómplice del extractivismo, y cómplice también de toda una serie de proyectos, tanto mineros como de generación de energía "limpia" ‒mediante el aplauso a las macro renovables‒, necesarios para dar luz verde al nuevo mercado del coche eléctrico, pero que atentan claramente contra la biodiversidad y el paisaje de amplias zonas "de sacrificio" de la península ibérica.

Una segunda cuestión, y no menos importante, es la relación de cargos que hay entre ambas organizaciones. Nuria Blázquez, responsable de Internacional en Ecologistas en Acción, ocupa una de las dos vicepresidencias en T&E y Carmen Duce, perteneciente al recién elegido trío de Coordinación Confederal de EEA, forma parte del staff ejecutivo con la misión de ser la “coordinadora de Ciudades Limpias en España", cargo que ocupa desde abril de 2021. No cabe duda que, sin negar la buena fe y legalidad que se le presupone a estos hechos, lo cierto es que no parece muy ético por parte de la organización ecologista este juego a dos barajas, cuando una de ellas es la que "da de comer", por así decirlo, a la otra.

De hecho, este es un tema, el de las fundaciones, y en concreto la relación con T&E, que ha provocado no pocas reacciones a la defensiva dentro de la organización. Hablar de este asunto en un foro interno, pese a tratarse de datos públicos, puede originar procesos de "justicia restaurativa", amenazas de expulsión e incluso algún tipo de acoso por parte de la cúpula. Una de las razones por las que varios grupos fueron amenazados con ser expulsados, y que motivaron la posterior salida de la Confederación de alguno de ellos, fue precisamente hablar sobre fundaciones.

La falta de democracia interna es un asunto que viene siendo criticado desde hace tiempo por muchos de los socios y no cabe duda que, en parte, esta falta de democracia responde a una táctica simple de querer "matar al mensajero" y acallar voces críticas que podrían poner en entredicho el modo de proceder con el que se realizan este tipo de alianzas con el capitalismo verde.

En tercer lugar, tendríamos que poner negro sobre blanco de qué fundación hablamos en sentido estricto, es decir, de dónde provienen sus capitales. Según sus cuentas, T&E declaró en 2022 ingresos por 12,615 millones de euros, dinero procedente de instituciones dedicadas a velar por el clima, al menos en teoría, pues en la práctica nos encontramos que detrás de ellas se encuentran empresas como Silicon Valley y varios de sus financieros, como Charles Schwab, uno de los brokers protagonistas de la caída financiera de este importante polo tecnológico de EEUU.

En un nivel más discreto de financiación nos encontramos a dos inversores de renombre mundial: Bill Gates y la familia Rockefeller, esta última aportando cerca de medio millón de euros. Y con más de un millón de euros, aportan a T&E La Climate Imperative Foundation, liderada por el gurú Hal Harvey, también de Silicon Valley; la Schwab Charitable Fund, y la European Climate Foundation, única de origen europeo.

El caso de las donaciones de la familia Rockefeller es digna de análisis: el Grupo Rockefeller hoy es propiedad de la Mitsubishi Estate Co. y las inversiones de la familia se reparten en diferentes fondos de inversión de manera diversificada; decir, que invierten en industrias que trabajan en productos que la cruzada contra el cambio climático hace de primera necesidad. Una de ellas, Tesla, por medio del fondo DFA US Sustainability Core.

En definitiva, un entramado con oscuros fines económicos en el que Ecologistas en Acción entra de forma indirecta, no sabemos con qué misión, aunque no es difícil imaginar que ‒son meras especulaciones‒, podría tratarse de un simple blanqueo, por una parte, y una sumisión a los intereses capitalistas, por otra.

Y por último, una cuarta cuestión sobre este tema. ¿Qué hace EEA con el dinero que recibe de esta y otras fundaciones? ¿Por qué está tan interesada la organización en obtener estas generosas donaciones?

Para algunas personas que ya han abandonado la organización, EEA se ha convertido en una oficina de empleo y contratación con poca transparencia. El dinero conseguido permite pagar sueldos para tareas, muchas veces de poca consistencia y dudosa eficiencia, pero a su vez anula el activismo, pues desmoraliza a quienes desde el voluntariado se ven desbordados por la ingente cantidad de problemas que surgen todos los días, muchos de ellos derivados, precisamente, del extractivismo que todo lo sustenta. Quizá, en el fondo, de eso iba este juego: de desactivar la acción.

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