Es evidente que, con muchos esfuerzos, llegó la democracia a este franquista país, pero también está claro que fue gracias a que la izquierda hizo demasiadas concesiones. Y si no ahí está el hecho histórico de que a Santiago Carrillo, Secretario General del PCE, le costó muchos disgustos con las bases y alguna que otra escisión por su izquierda.
La derecha mayoritaria, que emergió de la Transición Democrática, la UCD de Adolfo Suárez, fue sustituida muy pronto por la AP dirigida por Manuel Fraga, que, convertida en PP, ha llegado a nuestros días con una reciente escisión de la Extrema Derecha de VOX que dirige Abascal, que es un partido importante, y que no tiene otra política que ir contra la migración y contaminarlo todo con desinformación. Así funcionan Meloni en Italia, Orban en Hungría, igualmente lo hizo Bolsonaro en Brasil y Trump en Estados Unidos: y a la espera de lo que pase en las elecciones en EEUU.
Tuvimos la suerte de que el ejército se fuera democratizando pero no la Justicia, que tiene una fuerza enorme, estando más del 80% ubicada en la derecha, y una buena parte dispuesta a actuar como si fueran activistas políticos. Así tenemos a los jueces García Castellón, felizmente jubilado, o Aguirre, siempre dispuestos a seguir la consigna de José María Aznar y hacer lo que haga falta, por disparatado que sea, en defensa de la causa de la derecha-extrema derecha.
Pero, actualmente, los casos más paradigmáticos son, 1) el Juez Peinado, empeñado en procesar a la esposa del presidente Pedro Sánchez, a base de ir contra la doctrina del Tribunal Supremo que no acepta cargos basados en recortes de periódicos, a instancias de “Manos Limpias”, una asociación-sindicato de extrema derecha, u otra organización del mismo corte, “Hazte oír”; es decir, la justicia actuando al son de la extrema derecha, 2) el juez Hurtado, intentando encausar al Fiscal General del Estado, simplemente por pronunciarse en contra de la pareja de Isabel Ayuso para evitar que corriera un bulo grave que dejaba en mantillas a la Fiscalía y, en general, a la justicia.
Espero y deseo que al final no haya caso y se archiven las denuncias, pero, mientras tanto, la derecha-extrema derecha habrá conseguido lo que buscaban. Cuestionar por medios judiciales tanto al Fiscal General como a Begoña Gómez y, por ende, a Pedro Sánchez. Lo que los ejércitos y la policía hacían antes, ahora es la Justicia el brazo armado. Un disparate.
Pero en el primer caso, el juez Peinado no está solo sino que detrás tiene al Tribunal Superior de Justicia de Madrid, formado por tres jueces de su cuerda, y ninguno de ellos ha mostrado saber que hay dos tipos de cátedras, las que ocupan los catedráticos/as, y las que están formadas por gentes con recursos, empresarios, acompañados de gentes con formación pero sin titulación. Este último tipo de cátedras, son cada vez más utilizadas por las universidades para captar recursos para hacer másteres o cursos de posgrado. Dicho de otra forma, en esta ocasión no se requiere titulación alguna.
En cuanto al juez Hurtado, tiene que pensar que los ciudadanos de a pie somos cortos de mollera y no conocemos los caminos que recorre la Justicia que, cada vez parece ser menos ciega y, por el contrario, tener una vista de lince capaz de actuar de una forma o de otra de en función del investigado/a. Tampoco actúa siempre a la misma velocidad, al juez Baltasar Garzón lo echaron de su juzgado a la velocidad del sonido mientras que hay otros casos, fundamentalmente de gente de derechas, que viaja a la velocidad de un caracol cojo.
Pero no somos tontos y nos enteramos de todo, máxime en los casos judiciales al ser el Derecho una doctrina que permite, en muchos casos, que las cosas sean de una forma o de otra.
Y lo penal, la sala segunda del Supremo, está vetada para la izquierda, ¿por qué?