Lazos amarillos y libertad de expresión
06
de Septiembre
de
2018
Actualizado
el
02
de julio
de
2024
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Por supuesto que la ciudadanía independentista catalana puede y debe colocar los lazos amarillos en defensa de sus denominados presos políticos aunque juzgados por lo penal. De no hacerlo no cumplirían con uno de nuestros pilares, la libertad de expresión. Es su decisión y hasta su obligación en la defensa de lo que creen, pese a que otr@s nos encontremos en posturas contrarias. Esa pluralidad, la nacionalista, también define a la democracia. Puede o no puede que sea delito que retiren los lazos otros ciudadanos, casi el 50% de Cataluña, que no están de acuerdo con la independencia o con aquel referéndum donde se votaba hasta en una urna tirada en la calle, lo cual no contenía seguridad jurídica. El problema es dónde se ponen los lazos amarillos a fin de que no exacerben más los ánimos virulentos de una sociedad fisurada. Sin contar con que sus cargos electos apenas sacan leyes en pro del avance de una sociedad igualitaria y están realizando un claro incumplimiento en sus labores ejecutivas, ciñéndose casi por completo a las aspiraciones identitarias.Copio, al respecto, el texto del Defendor del Pueblo: “La libertad de expresión de las personas en instalaciones públicas tiene un límite en el principio de neutralidad ideológica de los poderes públicos. Este límite se fundamenta en que los ciudadanos que acudan a ellas (ya sean hospitales, instituciones policiales, delegaciones de Hacienda o un largo etcétera, ejemplifica) tienen una pluralidad de posiciones sobre las más diversas cuestiones, todas las cuales deben ser respetadas sin que nadie pueda sentirse molesto o ajeno a la institución pública de que se trate, que es de todos y para todos”.El Defensor, el Sr. Fernández Marugan, además, de no ser escuchado, podría recurrir a la fiscalía. Dada la magnitud espero que no se llegué tan lejos. Así mismo el Defensor afirma que no se ubiquen en lugares públicos siempre que se produzcan manifestaciones. A mi juicio, por una cuestión de higiene democrática y de pedagogía con los menores, está fuera de lugar la instalación de lazos amarillos en zonas comunes como plazas y parques. Esto es lo que motiva los brotes de hostilidad. Los parques, las plazas, las atracciones de la ciudad, en especial en la magnífica urbe de Barcelona, un deleite para los sentidos, pertenecen a cresos y pobres, creyentes y ateos, independentistas y anti independentistas; son lugares de donde hay que sacar el pugilato político y que cumplan su única función: espacios de solaz al margen de los credos. ¿Y a los niños? ¿Les vamos a restar la capacidad de jugar en los parques y les vamos a permitir entristecerse porque sus mayores discuten a causa de los lazos amarillos colocados al lado de los columpios?En Madrid y en toda España, incluida Cataluña, el día posterior a los atentados del 11-M se colgaron infinitas banderas españolas de los balcones de las casas y, en casos, se pasearon por callejas y avenidas, que siendo zonas públicas no lo son por mor del esparcimiento y el ocio. Los lazos amarillos y las banderas del 11-M poco tienen que ver, pero sí la manera de proceder en su asentamiento. Al cabo es una cuestión de respeto mutuo y de sentido común, que rigen las relaciones que no se entregan a jaulas de grillos ni a imposturas de cara a la galería. Ambas abundan en los independentistas y en los anti independentistas.
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