El primer error que comete el enemigo es permitir el éxito. Podemos decir, por entendernos, que hay dos clases de éxitos. Uno es el que tiene más que ver con lo deportivo o las oposiciones a funcionariado, y que es una empresa personal e intransferible. El otro es un éxito colectivo pero en el que uno siente haber tomado parte: impersonal y transferible. El error es haber dejado a las mujeres tener éxito. Haberles impedido abandonar lo marginal, que es la emoción y lo hormonal, y permitirles lo que no debe permitírsenos a los de abajo: una ola internacional o planetaria que conecta sinergias singulares hasta concretarse en una denuncia clara y contundente. La educación de este país, que es un ejemplo claro de evitación del éxito, consigue que todos los éxitos sean personales y derivados del enfrentamiento y la separación con los otros, a lo que contribuye el modelo pedagógico de formación del profesorado. El enemigo ha permitido el éxito del 8 de marzo, o no ha sabido atajarlo, y tiene un gran problema que habrá que aprovechar.El segundo error es insistir en arrinconar la protesta hacia dos esquinas. La esquina del populismo e intentar encontrar un rápido héroe expiatorio en el que nuclear las razones de la protesta y su supuesta manipulación. Fracasa porque en el 8 de marzo no tiene héroe, no necesita héroe, la cosa depende de las heroínas que, de tan multiplicadas, son inasibles al poder. La segunda esquina era la sindical, se ponen los tres partidos del Sistema, más los nacionalistas periféricos, el lazo en la solapa, y seguro que piensan que esto se arregla con una proposición de ley que acabe como todas las novelas de este país, publicadas, con pocas lecturas y resultados de mejora nulos. Los trabajadores ya no parecen ser los únicos actores de la revolución, quizá por la falta de conciencia de la clase trabajadora o porque en las burocracias sindicales no florezcan las primaveras árabes o españolas. Esto va de condiciones humanas. Otro cantar.El tercer error ha sido permitir que las protestas feministas den cauce a otras protestas marginadas hasta ahora como la de los estudiantes o la del mundo rural que tienen su iceberg de realidad en Vía Campesina. Ya no es una sentada de la clase media que aspira a pensión y trabajo, y a formar parte del juego de poder. Esto se les va de las manos. Las campesinas que resisten en el campo, sí tienen una respuesta nada retórica sobre cómo debe ser la vida y sus valores, y más ahora que la sequía, el hambre y la escasez serán el panorama de todos los telediarios. Las estudiantes, si toman conciencia y fuerza en estos ochos de marzo, pueden también cuestionar el modelo competitivo y repensar la universidad como paraíso del conocimiento, la investigación y la indagación humana. No la salida de tacos, hacia el pódium o el paro, de los adanes masculinos.Así que, aunque ya sabemos que el patriarcado del Sistema Mundo responderá al envite sustituyendo los lazos por los nudos, que al menos nosotros no pongamos sucias manos en esta cosa de mujeres, cosa que demuestra que somos todas las personas iguales porque somos diferentes, irremplazables y únicas. Dignidad y autonomía, piden, y abren una grieta sobre la que habrá que seguir empujando. A ello.
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