Europa y el poder. Estos son los dos elementos que han desencadenado en un giro de guión con forma de indulto. Cuatro años después de unas imágenes protagonizadas por cargas policiales desmesuradas y una sociedad dividida, la Unión Europea vuelve a mirarnos. Pero esta vez con buenos ojos. El Consejo de Europa exigía concordia a modo de excarcelamiento en una semana donde se firmaban los fondos Next Generation. Recordemos que no se trata de un cheque en blanco, sino de una hipoteca. Y será precisamente esa, la próxima generación, quien continuará pagando los intereses. El gesto del indulto constata la visión europeísta de España. Libres de pecado.
La libertad de los políticos presos se veía venir desde el apoyo nacionalista catalán en la moción de censura a Rajoy. El soberanismo sería liberado de sus pecados a cambio de su apoyo incondicional. Solo el tiempo determinará su eficacia. Los gritos de alta alevosía inconstitucional desde la oposición se diluyen con la firma del Rey Felipe VI. No hacerlo hubiera supuesto una ruptura política y social irremediable. Esa ley sagrada para todo pero rápidamente manipulable en excepciones, como para que la princesa Leonor pueda reinar. Me pregunto si el rey tampoco está exento de la traición patriótica.
Críticas al margen, el movimiento de Sánchez trastoca - o debería - el discurso independentista. De lo que no cabe duda es que se abre un marco político. La confrontación, principal vitamina soberanista, es sustituida por armonía y diálogo.
La postura de Junqueras lo confirma: “La actitud del gobierno español es la mejor en una década”. Y, a priori, también el ademán del govern. La foto de la unión entre el rey, Sánchez y Aragonés en el Mobile World Congress de Barcelona lo representa. Diferentes maneras de entender España unidos por un objetivo común.
La oposición, mientras tanto, abandona el juicio constructivo por el simplismo barato. Basta con un antónimo. La recogida de firmas de Casado, más simbólica que eficaz por los escasos participantes, y las expectativas de Colón parecen no haber sido suficientes.
Patronales catalanas, CEOE e incluso la iglesia tampoco han visto mal los indultos a los nacionalistas. “Tomaremos nota”, dijo Aznar en un acto donde se adueñó del Partido Popular y de España, y bautizó indirectamente a Díaz Ayuso como su pupila. Es curioso cuando se visten de clérigos para hablar en nombre de todos, en nombre del bien. Lo hace el PP con el constitucionalismo catalán, aquel que solo le ha dado tres escaños. Sorprendente, cuanto menos. Nadie es España. España somos todos. Su fracaso electoral en Cataluña y País Vasco se traduce en una necesidad estatal de avivar - como Puigdemont y Abascal - la llama de la confrontación. Para eso sí pactan. La crítica y la discordia también es patriotismo.
Más a la derecha, Vox pone sobre la mesa una moción de censura que, más que a Sánchez, condiciona a Casado. Desde el ayuntamiento, Almeida no pone la bandera LGTBI. Los símbolos, a veces, más que por su presencia, comunican más por su ausencia.
Al otro lado, Errejón continúa acercándose a problemas sociales. Credibilidad al margen, se presenta ante la sociedad como el último ápice de sensatez parlamentaria. Un poco de luz social envuelta en intervenciones cada vez más oscuras. Un tema tabú de los que en primero de periodismo nos advertían por su impacto social. Aquello de “no pienses en un elefante” de Lakoff. Tema peliagudo pero real. Sus víctimas superan ya las de accidentes de tráfico. La comunicación y la empatía, primordiales para acercar el problema y no agravarlo. Libres de pecado.