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Loado sea el laicismo

21 de Junio de 2024
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laicismo

Por  esas cosas del azar ha llegado a mis manos un programa de la feria y fiestas de mi pueblo del año 1961, año de mi nacimiento. En la portada, justo debajo del rótulo de “Feria y Fiestas” dibujado en una pandereta, dice que se celebran en honor del “Santísimo Cristo”. En las primera página aparece un retrato a lápiz del Caudillo, al que nombra “artífice de la paz”. Ahí queda eso. Después aparecen unas líneas escritas por el alcalde donde recuerda, por si alguien lo ha olvidado, que son las “Fiestas de Nuestro Santo Patrón el Santísimo Cristo”. En la página siguiente, después de un par  de anuncios de empresas locales, aparece un escrito del director del colegio, mi director del colegio, titulado “Cruz Redentora” donde, como su propio nombre indica,  hace un encendido elogio  de España y su “obra gigante de hallar el Nuevo Mundo que cuesta sacrificios, desmayos y heroísmo. “Y con toda esa filigrana de ambiciones aventureras y llenas en el fondo de espiritualidad, quedó dibujada una gran CRUZ (así en mayúsculas) sobre la cara del mundo”. Y remata el escrito diciendo: “Demos el ejemplo viril de nuestra fe siendo los primeros en amar esa CRUZ REDENTORA de la que pende, desparramando perdones, nuestro Santísimo Cristo”. Siguen más anuncios de empresas locales y un poema titulado “En la Playa”  donde Nieves Díaz – Maroto, no sé si es autor o autora, porque en mi pueblo ese nombre puede llevarlo tanto un hombre como una mujer, habla de una pareja de enamorados frente al mar:  “Te miré. Tú me miraste / Dime: ¿hacia dónde mirabas?. Una de tus manos – fría, ausente, gris, desmayada –  / yacía presa en las mías como paloma sin alas” (...) “Pensé un momento (¡ Dios mío!) que morir no me importaba / con tal de que me quisieras. ”.

Y después de unos cuantos anuncios publicitarios de empresas locales más, aparece el “Programa Oficial” que arranca con el “Solemne Novenario” dedicado, cómo no, al Cristo al que llama “Excelso Patrón”. Después la “laureada” banda de música “La Flor de la Mancha” hará la “acostumbrada visita” a la “Venerada Imagen del Cristo, interpretando escogidas piezas musicales”. Al día siguiente una  “Solemne función religiosa en honor a nuestro patrón”, unas horas más tarde se anuncia la “Tradicional Procesión del Santísimo Cristo. Al término de la cual se disparará una original traca luminosa”. Al día siguiente aparece anunciada otra “Solemne Función Religiosa”. Y el último día, por si no había bastantes actos religiosos, recordemos que no se trata de un programa de actos de la parroquia, sino del Ayuntamiento, se anuncia otra “Solemne Función Religiosa” a modo de despedida, donde, al término de dicha función, se trasladará procesionalmente la Venerada Imagen a la Capilla que lleva su nombre”. Después aparece un escrito titulado “El Santo Sepulcro” firmado por Don Lorenzo Domínguez que no hace falta decir de qué iba el tema, y un pequeño poema dedicado a Cristo, a cargo del mismo autor. Y para que no sea todo oficios religiosos, el programa de Feria y Fiestas, firmado por el señor Alcalde, el Mayordomo Mayor y, naturalmente, el Señor Cura Párroco, emplea la última triste línea, casi marginal, del texto para decir que “Durante los días de fiesta, habrá infinidad de atracciones como caballitos, carruseles, norias etc. que harán las delicias de pequeños y mayores”.

Este programa oficial de Feria y Fiestas de 1961, es de lo más “normal” lo que se espera de unas fiestas  en plena dictadura franquista. Unas fiestas típicas donde campaba a sus anchas, omnipresente, como en todos los órdenes de la vida, el Nacionalcatolicismo. Unas fiestas que, como recordamos los que tenemos ya cierta edad, estaban presididas por un enorme cartelón de madera con la foto del dictador orlada de bombillas, colgando de una esquina a otra de una de las bocacalles que daban a la Plaza Mayor.

Lo que ya no es tan normal es que, echando un vistazo al programa de feria y fiestas del año pasado, el tema religioso siga siendo prácticamente el tema central del programa oficial. Parece que hemos olvidado que España pasó a ser un Estado aconfesional a partir de La Constitución de 1978. Como todos sabemos, el artículo 16 de La Constitución Española, en su apartado tercero dice bien claro que: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”. Y añade: “los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y demás confesiones”. Pero una cosa es mantener relaciones de cooperación y otra muy distinta que un ayuntamiento, que representa el poder civil, un poder que incluye a todos los vecinos de cualquier creencia religiosa y también a los que no tienen creencia alguna, actúe  como un órgano de representación, un órgano más, de la Iglesia.

Con todo respeto a las creencias de cada uno, esto nada tiene que ver con las creencias y sí con el mandato de la sacrosanta, sobre todo para algunas cosas, Constitución Española, no puede ser que un programa de Feria y Fiestas en plena dictadura se asemeje tanto, tenga tan desproporcionado protagonismo en cuanto a los actos religiosos, a un programa de Feria y Fiestas editado 63 años después, en un Estado laico y aconfesional según  la Constitución. Un laicismo y aconfesionalidad del que, aunque no lo dice explícitamente con estas palabras el artículo 16 3 de la Constitución, existen varias sentencias del Tribunal Constitucional que avalan la laicidad y aconfesionalidad del Estado, al declarar que el artículo 16 3 de la Constitución formula una declaración de neutralidad de los poderes públicos en materia religiosa. El mismo Tribunal Constitucional por medio de varias sentencias ha reiterado que el artículo 16 3 define al Estado como aconfesional, empleando por primera vez la palabra laicidad. 

Si uno oye la cadena COPE, la combativa emisora propiedad de la Iglesia Católica, oirá hondos y dolorosos lamentos por los continuos ataques por parte  del poder civil, provenientes, naturalmente, de la malvada izquierda, a la Iglesia. Una Iglesia que, como todo el mundo sabe, se muestra al margen de toda ideología política, como debe ser, practicando, desde que existe la democracia, y también antes de la democracia, una encomiable imparcialidad y neutralidad política fuera de toda duda. No hace falta decir que actualmente ningún dirigente de la Iglesia añora el viejo Nacionalcatolicismo que creció y engordó a la sombra del dictador, al que paseó bajo palio, en contra de la curia romana y del mismo Papa, que no veía con buenos ojos semejante alarde de desproporcionado fervor, de entusiasta veneración, rozando la idolatría, por el tirano.

Dice el escritor Javier Cercas, poco sospechoso de izquierdista radical, que “durante siglos Europa de desangró en inacabables guerras de religión, hasta que, en el siglo XVIII, la revolución ilustrada  extirpó el sentimiento religioso de la vida pública y lo confinó en la privada, con los que muchísimos europeos dejaron de enfrentarse por motivos religiosos (no así los españoles: en parte a causa de la debilidad de nuestra Ilustración, nosotros seguimos matándonos por nuestras creencias hasta la Guerra Civil, que también fue una guerra de religión, como en el siglo XIX lo fueron las guerras carlistas). “ No se trata, sigue diciendo Cercas (como no se trataba en el siglo XVIII ) de prohibir el sentimiento religioso, sino de lograr que gracias a un potente Estado europeo que blinde la igualdad ante la ley y proteja las diferencias culturales, o identitarias o religiosas, cada uno se sienta lo que quiera sin convertir ese sentimiento en un asunto público, y sin que nadie pueda usarlo como dinamita política”. Y remata con esa frase que deberíamos meternos para siempre  en la mollera: “Ni las creencias ni los sentimientos deberían formar parte del debate público, porque se puede discutir sobre razones, pero no sobre creencias y sentimientos: los sentimientos son muy respetables (como las creencias) pero en cuanto la política se vuelve sentimental (o se convierte en una fe) deja de ser política”.  Amén señor Cercas.

Alguna vez he defendido que la religión es un asunto íntimo, de cada uno, que hay que vivirlo como tal. Y en modo alguno como un espectáculo cargado de oropel que preside la feria y fiestas de un ayuntamiento que debe ser laico y aconfesional, según dice la Constitución. Viendo la pasada fiesta del Corpus en Toledo, parece que la Iglesia quiere emular los multitudinarios espectáculos, las excesivas puestas en escena a lo Cecil B. de Mille. Si  Dios existiera diría como Ortega: “No es esto, no es esto”.

Hace poco, un gracioso de los que no escasean en Facebook, me preguntó si con lo de vivir la religión de una manera “ íntima” quería decir “en el cuarto de baño, por ejemplo”.  Le contesté que él sabía perfectamente lo que significaba vivir la religión de una manera íntima. Como se debería vivir, en mi opinión, cualquier religión, es decir, como pura vida interior, búsqueda personal, reflexión, meditación, espiritualidad...etc. La  verdadera vida religiosa debería existir dentro de cada uno y no tanto fuera, sin tanta afectación y fingimiento, como en muchos, demasiados, casos ocurre.  Y  acabé diciendo al gracioso de Facebook de turno que no despreciara los cuartos de baño, que había leído frases más brillantes y reveladoras en estos humildes y, sobra decir, imprescindibles habitáculos, que en La Biblia.

El programa de la Feria y Fiestas de mi pueblo del año pasado ya no es un cuadernillo hecho con dos folios apaisados fotocopiados en blanco y negro y cogidos con una laña, ni por suerte lleva el busto del caudillo dibujado a lápiz con la leyenda de “artífice de la paz”. Una “paz” que sin duda fue la paz de los cementerios y las fosas comunes que todavía, después de tantos años de democracia, siguen ahí, señalándonos a todos.

El programa de la Feria y Fiestas del año pasado, naturalmente, no se parece en nada, al menos en la forma, al del año 1961. Éste del 2023 ya tiene proporciones de libro y está  ricamente ilustrado con imágenes a todo color. Por resumir y no cansar en exceso al desprevenido lector haciendo un prolijo escrutinio del contenido del libro, basta decir que, además de los habituales saludos del alcalde, concejales, presidentes de asociaciones, mayordomos de cofradías y algún escrito en prosa o verso de algún vecino o vecina con inclinaciones literarias, además del pregón del pregonero de turno, hay que señalar que lo más llamativo está en la portada del programa donde, 63 años después, mediando 46 años de Democracia y Constitución, que dice que España es un Estado laico y aconfesional, al lado de “Ferias y Fiestas” sigue apareciendo la coletilla de “En honor del Cristo”, juntando lo estrictamente civil, lo de todos, con lo religioso, que pertenece solo al ámbito, al espacio, de los creyentes.

Seguro que algunos fieles dirán que qué daño se hace con eso, y hay que decir que no se hace ningún daño, no se trata de eso sino de acatar la Constitución que dice, lo diremos una vez más y las que hagan falta, que España es un Estado laico y aconfesional.

Sería muy de agradecer, y ya de paso se cumple con la Carta Magna que sirve de marco de convivencia entre todos los ciudadanos y ciudadanas, que las dos instituciones, Ayuntamiento e Iglesia, tuvieran cada una su espacio, su lugar bien delimitado, sin mezclar una cosa con otra. Sería muy de agradecer que cada cosa estuviera en su sitio, en una sociedad moderna basada en la buena convivencia, la armonía, la buena vecindad asentada sobre el firme cimiento, el sólido principio del respeto mutuo. Amén.

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