Esta semana he estado en dos países con dos formas distintas de actuar ante la COVID19 por parte de la ciudadanía.
He pasado de estar por la mañana en un autobús en Valladolid, rodeado de gente llevando mascarilla a un bus en Reino Unido por la tarde con menos de la mitad de la gente llevando protección.
La sensación en ambos países es totalmente diferente en lo que he podido apreciar.
Terrazas en España con una mayoría aplastante de mascarillas mientras que en Reino Unido hay pleno absoluto en la ausencia de la única protección física contra un virus que sigue matando en el país.
No hace falta ser muy listo para saber que la dejadez y el bajar los brazos hacen que el país de Boris Johnson sea el caldo de cultivo para más casos y más mutaciones del virus, en el país que ostenta el dudoso récord en número de variantes autóctonas… y el problema es que estas variantes luego son exportadas a países que no están dirigidos por negacionistas.
La exigencia por parte de los trabajadores de muchas tiendas de usar gel a la entrada no existió nunca en Inglaterra, ni siquiera en las letales primeras olas de la pandemia. Para los que llegamos a España desde este país nos sorprende y en mi caso me agrada ver un sentido de civismo y protección de la comunidad que lleve a exigir las medidas que se conocen pueden ayudar a evitar el crecimiento de la pandemia que ha causado la mayor crisis sanitaria y económica que recordamos.
La entrada en nuestro país por el aeropuerto daba seguridad gracias al personal sanitario que comprobaban los datos de las pruebas médicas, doble vacunación o tests de PCR y antígenos a todos los viajeros, algo que no sucede a la entrada en Reino Unido. Quizás los formularios que se han de mandar con anterioridad sean la prueba suficiente de que se han cumplido los mínimos exigidos, pero los recursos puestos por uno y otro país en la vía de transporte principal, en nuestros aeropuertos es muy superior a la que existe en las islas británicas.
Es curioso ver la exigencia para entrar en Reino Unido para una vez que pasas la puerta externa del aeropuerto encontrarte en un ambiente en el que parece que no existe el coronavirus, justo en el país que lidera la liga europea de casos, defunciones y falta de sentido común de sus mandatarios a la hora de intentar acabar de una vez por todas con la pandemia.
España esta semana ha pasado a Reino Unido en nivel de vacunación y esto no se esperaba hace 3 meses cuando la distancia era abismal. Por entonces existía un déficit en las vacunas necesarias que se recibían en España mientras que los británicos parecía que nadaban en abundancia de varias vacunas en parte gracias a movimientos políticos de ética muy dudosa e insolidarios…pero esta distancia se redujo y ahora España es el segundo país tras Canadá con porcentajes mayores de protección completa en nuestra población.
En España tenemos nuestros reductos políticos en los que actúan de una manera parecida a Boris, y la Sra. Isabel Diaz Ayuso también juega partiditas con los números de vacunas usadas para intentar ganar algún redito político. Diaz Ayuso es la Boris, Bolsonaro, Urban, particular de Madrid y para los que no vivimos en esta región, a pesar del efecto nocivo que tiene en las provincias limítrofes o en los destinos turísticos de los ciudadanos de esta comunidad, la política que se lleva a cabo en Madrid es tan risible como la de los conservadores británicos…pero con la pega de que el efecto de sus decisiones se traduce en muertos, enfermos, y un sistema sanitario al borde del colapso a cambio de poder tomarte una “relaxing cup of café con leche” o en el caso de nuestra Isabel, unas cervezas en las terracitas.
Los números de casos esta semana en nuestro país se asemejan a los de Reino Unido pero las sensaciones al andar por las calles de uno y otro país son muy diferentes.
Se ha probado que no todos los casos en Reino Unido están saliendo a la luz ya que muchos ciudadanos para evitar ser informados de su posible contagio se están borrando las aplicaciones que ayudan a identificar y tratar los brotes.
Los bares no tienen las distancias de seguridad entre mesas y en transporte publico ya no se exige la mascarilla y su primer ministro ha dicho por activa y por pasiva que no se darán pasos atrás en la desescalada ante el coronavirus. Pase lo que pase.
Los menores niveles de mortalidad en esta nueva ola gracias a las vacunas dan la razón a la ciencia. La misma ciencia que nos dice que esto no ha acabado y que estar vacunados no quiere decir que no puedes contagiarte y contagiar a tus familiares más vulnerables.
En mi estancia en España he tenido también la primera conversación con un negacionista orgulloso de ello. Un negacionista que tiene contacto con cientos de personas a diario y que se jactaba de no vacunarse y de no llevar nunca mascarilla. Están entre nosotros y a veces no sabemos quiénes van a colaborar para erradicar la pandemia y quien no, y solo unas decisiones firmes como las de Macron en Francia, pueden llevar a dar un último empujón para acabar o reducir el virus a niveles asumibles.
Los lideres del negacionismo son en muchas ocasiones los mismos que se creen que la tierra es plana, y en EEUU las zonas con mas resistencia a las vacunas son las zonas en las que mas apoyo sacaba el Sr. Trump.
Quizás podría considerarse que, siguiendo la teoría de la evolución, estemos en el momento de dejar que ciertos sectores de la población no se vacunen y el virus siga su ciclo y puedan ser muy libres sin “microchips” ni Bill Gates controlando sus mentes, y además lo hagan sin usar el sistema sanitario si algún día lo necesitan. Ganaríamos todos.