Debo confesar que no las tenía todas conmigo, ni muchísimo menos, cuando la tarde del domingo trece de noviembre me dirigí al Corte Inglés de Méndez Álvaro en busca de un conector para mi nueva cámara de vídeo pues había perdido la pieza original.
"Van a pasar de mí como si fuera una hormiga, total por una chorrada como un simple conector, y cuando todos saben ya que los van a despedir masivamente, porque El Corte Inglés de Méndez Álvaro va a cerrar sus puertas para que el edificio sea demolido y en su lugar se levanten dos torres de oficinas, absurdas para la zona y la ciudad".
Eso pensaba, como ya digo, la tarde del domingo trece de noviembre; pero aún me quedaba una lucecita de esperanza en el corazón pues en el Corte Inglés de Méndez Álvaro no me habían fallado nunca, ni siquiera durante la pandemia, como puede comprobar quien quiera en el enlace que dejaré pegado más abajo, al final de este artículo.
-Eso no es aquí, pregunte en televisiones y fotografía y vídeo.
Primer capotazo al toro y a ver si se choca contra el burladero.
Llegué, receloso y con la fe muy disminuida, hasta la sección de televisión y fotografía y vídeo y durante un instante el empleado del Corte Inglés que me atendía, luego averigüé que se llamaba Miguel, pareció no entender qué le estaba pidiendo y no tener el menor interés en entenderlo.
Pero sucedió que me miró a los ojos y le miré a los ojos. E inmediatamente a Miguel le salió esa raza impagable -me gusta decir el mejor activo del Corte Inglés son sus empleados- y en un un pispás me solucionó el problema.
Los empleados del Corte Inglés siguen estando a la altura de la primera generación de trabajadores contratada por Ramón Areces, y que sea así es, en verdad, increíble. Porque sí, al principio se les trataba como parte de la familia, pero en los últimos tiempos les han apretado y apretado: ya ni siquiera se les premia la antigüedad.
Y sin embargo ahí siguen, impecables, heroicos, emocionantes... Me faltan adjetivos, porque no hay ninguna otra cadena en España, y me atrevo a decir que en Europa, con una gente con esa raza, con esa capacidad de trabajo y voluntad de eficacia.
Que vaya a cerrar el Corte Inglés de Méndez Álvaro es una desgracia para Madrid y para un barrio que ya no necesita de más oficinas que lo único que pueden hacer es atraer más coches y más trabajadores que viven en el extrarradio. Por no hablar de que la zona, ya marcada y herida por la existencia de la Estación de Autobuses, perderá su último rasgo de humanidad al desaparecer el Centro Comercial en el que se apoyan todos los vecinos de los barrios periféricos.
Entiendo que el Corte Inglés, como cualquier empresa, busque la famosa MAXIMIZACIÓN DE BENEFICIOS. Pero sería para aplaudir con todas nuestras fuerzas que en esa maximización de beneficios la sociedad actual fuese capaz de considerar también los beneficios no monetarios.
Creo que las hijas de Isidoro Álvarez lo están haciendo muy bien, prueba es la maravilla de su Ámbito Cultural, y es evidente que están aconsejadas por economistas expertos y magníficamente preparados; y también es incontestable que El Corte Inglés necesita de podas para que las ramas que sobrevivan crezcan fuertes y sanas. Pero a Marta y Cristina Álvarez la vida les ha dado la oportunidad de dirigir un imperio, y eso significa que en el mundo, sobre todo en España y en ciudades como Madrid, dejarán una huella. Por eso desde aquí junto las manos, como cuando se reza, para soñar más que pedir, que el Centro Comercial de Méndez Álvaro no cierre sus puertas.
Ya sé que soy un ingenuo pensando siquiera en semejante posibilidad, pero también soy un hombre que piensa y considera que cuando no hay hambre hay cosas más importantes que el dinero: el orgullo por el trabajo bien hecho, por ser un activo en la calidad de vida de la sociedad. Y eso es el Corte Inglés: un sustrato en el que se apoya Madrid, y otras muchas ciudades, para que sus habitantes disfruten de una vida mejor. Siempre lo ha sido, desde que Ramón Areces convenció a su sobrino Pepín Fernández, para que le dejase abrir una pequeña sastrería en el centro de Preciados. Al menos así es como yo, y la mayoría de las personas con las que trato, lo vemos y sentimos.
”No te gastes lo que no tienes”, decía Areces, y lo convirtió en una filosofía de empresa con resultados inmejorables. Admiro desde niño ese espíritu del Corte Inglés, y admiro en la actualidad y sobre todo, la raza incontestable de sus conmovedores empleados. Creo que ese es el adjetivo: CONMOVEDORES. ¡Con la que está cayendo, señoras y señores! ¡Pruebenlos, verán como tengo razón!
Ojalá estuviera en mis manos poder mantenerlos a todos en sus puestos. Ojalá que mis manos no sirvieran simplemente para darles este -quizá- último aplauso.
Para todos ellos, para todos los empleados del Corte Inglés, de Méndez Álvaro y de todos los demás centros, mi aprecio, y me quito -por y para ellos- el sombrero que conmigo siempre llevo.
(Mecanografía: MDFM)