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Los cuatro jinetes

22 de Junio de 2024
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prensa fake news

Ver como un ministro amenaza a un periodista y lo llama "saco de mierda"; y como otros periodistas salen, en tropel, a defender al injuriador, puede hacerte consciente de que vives en "el mundo al revés".

La libertad de prensa, y más allá, la libertad de expresión y hasta la idea de democracia, se basan en la aceptación de un principio: "Puede que no esté de acuerdo con lo que dices pero defenderé, hasta la muerte, tu derecho a decirlo". Hacer excepciones es defender lo que se opone a tal principio y conduce al pensamiento único, al totalitarismo, a la destrucción de la democracia, desde dentro.

Creer en la libertad de prensa es asumir que los consumidores de prensa son mentalmente adultos y saben discernir lo que es información y lo que no lo es. Una forma muy sencilla es fijarse en los adjetivos calificativos. El periodista honesto siempre tratará de evitarlos. Dará datos, hechos y permitirá que sea el lector, o en su caso el oyente, quién los califique.

Creer en la censura es, por contra, dar por supuesto que los lectores son un rebaño de retrasados mentales a los que hay que guiar, pastorear, para que no se despeñen en el precipicio de las "fake news". Es una forma de supremacismo (En este caso, intelectual) que lleva al supremacista a abrir "agencias de verificación" cuyo único fin es "eliminar" a aquellos con los que no se está de acuerdo.

Gracias a esos periodistas que traicionan a sus propios compañeros (Lo de "gracias" es un decir) estamos en vías de olvidar que, en democracia, los únicos que tienen derecho a censurar son los jueces, y siempre después de comprobar que los textos o imágenes que se les pide que censuren, han causado un daño cierto a ciertas personas.

A la prensa se la llamó, en algún momento, el cuarto poder, porque su misión era controlar, en nombre del pueblo, a los otros tres, haciendo algo tan simple como exponer sus miserias, caso de haberlas. Sin duda, el tal Vito Quiles dejó bien expuesta la miseria intelectual de un ministro y eso significa que hizo bien su trabajo. ¿Qué le podría yo reprochar?

-¡Pero es que resulta que Quiles solo expone las miserias de los "zurdos"!-. Bien, y aunque así fuera ¿Cuál es el problema? ¿Acaso no hay periodistas que solo exponen las miserias de los "fachas"? Si dejamos que unos y otros hagan su trabajo, los que no somos zurdos ni diestros (La mayoría) veremos expuestos a unos y a otros y podremos actuar, en consecuencia, como adultos responsables que se supone que somos. La censura impide que llegue al lector parte de la información y eso, necesariamente, conduce a que se forme un juicio incompleto, parcial, sesgado, equivocado. ¿Puede acertar un juez, en su sentencia, sin oír a todas las partes?

Hoy vemos como el cuarto poder se descompone, junto con los otros tres, debido a su propia incoherencia. Son los cuatro jinetes del apocalipsis democrático que están destruyendo la democracia, desde dentro, al violar sus propios principios y también el principio fundamental de la caballería, que es "Defender al débil, no al fuerte"; y eso es lo que están poniendo en evidencia muchos Vitos. ¿Cómo es posible que, en una democracia, el ejecutivo imponga la censura previa y los jueces lo toleren (siendo inconstitucional) y los periodistas lo aplaudan? Y en vez tomar nota y tratar de recuperar la coherencia perdida, para parar esa descomposición, no se les ocurre otra cosa que defender sus privilegios, con uñas y dientes. ¿No evidencia eso que, en realidad, no creen en la igualdad que predican ni, por tanto, en esa democracia con la que tanto se llenan la boca?

Cuando la prensa aceptó las subvenciones del gobierno, aceptó ser dirigida, pastoreada por el gobierno. ¡Quién paga, manda! Perdió su independencia y perdió todo interés para los lectores, porque dejó de ser información y pasó a ser propaganda. ¿Qué puedes esperar de los "bienpagaos" sino que aplaudan, con las orejas, a aquel que les paga? Fue entonces cuando surgieron los Vitos, dispuestos a ocupar el nicho que dejaron los periodistas apesebrados, que quedan retratados, por la gran cantidad de calificativos que usan y porque, cuando un ministro amenaza y llama "saco de mierda" a un compañero, salen en tropel a aplaudir al ministro. ¿Qué pasaría si yo llamara "sacos de mierda" a esos periodistas subvencionados? ¿Cómo podrían censurarme si los califico con las mismas palabras que ha utilizado su alabado ministro? ¿Me defenderían como lo han defendido a él?

Hoy, gracias a la información proporcionada por el ministro, por Vito Quiles y por todos esos periodistas vendidos, los que no somos fanáticos de la derecha ni la izquierda, tenemos un poco más claro que vivimos en "el mundo al revés". Alegrémonos pues, ya que es absolutamente necesario verlo así para poder ponerlo del derecho.

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