Ángel María Villar ocupó la presidencia de la RFEF durante nada menos que 29 años, concretamente desde 1988 hasta 2017, haciendo de ese cargo oficial inexplicablemente su profesión (como todos los cargos públicos deberían ser por un tiempo limitado), habiendo sido reelegido cada cuatro años en seis ocasiones: desde 1992 hasta 2016 y tuvo que abandonarla, debido al llamado Caso Soule, cuando el 18 de julio de 2017 fue detenido por la Guardia Civil, por orden del juez Santiago Pedraz de la Audiencia Nacional e ingresado en la prisión de Soto del Real, por existir riesgo de obstrucción a la justicia, con arreglo a presuntamente los graves delitos cometidos. El 25 de julio de 2017, la Comisión Directiva del Consejo Superior de Deportes, lo suspendió como presidente de la RFEF y el 1 de agosto pagó la fianza de 300.000 euros para salir de prisión. El 21 de diciembre de 2017, el TAD (Tribunal Administrativo del Deporte), le destituyó al considerar probada su falta de neutralidad en unas elecciones celebradas unos meses antes.
Tanto tiempo en el cargo, fue como consecuencia de imponer una estructura en la federación a su imagen y semejanza. El 17 de mayo de 2018 lo sustituyó Luis Rubiales que en ese sentido siguió su ejemplo, fácil de aplicar con los 200 millones de euros que ha venido disponiendo para satisfacer económicamente a las presidencias de las federaciones territoriales (donde están integrados los clubes y futbolistas), una por cada comunidad autónoma, mas las de Ceuta y Melilla. “Los sueldos” oscilan desde los 85.000 hasta los 150.000 euros. Por eso, no ha sido de extrañar, su negativa a dimitir debido al comportamiento obsceno que protagonizó en la tribuna de autoridades durante la final del mundial de futbol femenino celebrada en Sidney (Australia) y posteriormente en la entrega de trofeos, cuando en contra de su voluntad cogiéndola férreamente de la cabeza, besó a la jugadora Jennifer Hermoso en la boca. Esa deleznable acción como se esperaba, no fue criticada durante la asamblea de la RFEF y menos aún desaprobada.
El escandalo ha estado servido con repercusiones internacionales incluidas, hasta el extremo, que la FIFA le ha abierto un expediente disciplinario y suspendido en sus funciones durante 90 días. Lo malo de todo esto es que sus indignas conductas, ha venido acaparando la atención informativa y no la extraordinaria gesta, de la fabulosa selección femenina de futbol logrando por primera vez el campeonato mundial. Todas ellas se han solidarizado con su compañera Jenni Hermoso y se niegan a participar en la Selección mientras permanezca la actual junta directiva.
Ha sido muy claro y contundente el comunicado de Jenni Hermoso, en el que, desmentía los argumentos y burdas mentiras vertidas por Luís Rubiales en la referida asamblea cuando éste expuso que, el acto tan indigno que protagonizó fue de mutuo acuerdo, cuando ha sido público y notorio la agresión sexual ocasionada a Jenni Hermoso. Con la alevosía de ser su superior jerárquico. Como era de esperar apoyándose en las estructuras jerarquizadas de la RFEF, no dimitió y en consecuencia, el Consejo Superior de Deporte, lo más pronto posible debería hacer las gestiones oportunas para en una primera instancia inhabilitarle y posteriormente, cesarle del cargo que tan gravemente ha deshonrado. Importante que la Fiscalía por la gravedad de los hechos, atienda las diversas denuncias presentadas y/o actúe de oficio.
Son muchas las manifestaciones que han venido pidiendo su cese, pero en este tipo de personajes no tienen ningún sentido, lo que se debe hacer, es cumpliendo con las normas establecidas directamente destituirlo. Eso, aparte de ser lo más razonable y justo, serviría como ejemplo para que otros potenciales infractores de los debidos y adecuados comportamientos no los transgredan. Imitando el lenguaje de Vox, llegó al despropósito de exponer el falso feminismo que, según él, padecemos como una de nuestras peores lacras.