10 de Octubre de 2020
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sol

Estamos en una época de redentores, grandes y pequeños, que buscan una expresión a través de libros, periódicos,  conferencias, y actuaciones en radios y televisiones, así como en medios más modernos como son las redes.

Ellos buscan, sin interés económico muchas veces, denunciar hechos, manifestar posturas políticas o ideológicas, ecológicas y de diverso tipo.

Algunos realizan una gran labor y corren el riesgo de autoinmolarse públicamente, granjeándose enemigos, que ven en ellos insolencia, o no están de acuerdo con sus postulados, y son acusados públicamente.

Hay influencers políticos que adoptan estas actitudes, y contribuyen en cierta medida a esclarecer realidades.

No obstante, estos redentores tienen que ser lo más rigurosos posibles y lo más éticos, porque a veces pueden influenciar  a numerosas personas.
Algunos y algunas, son hombres y mujeres de acción y salvan vidas, curan enfermedades, y colaborar para el bienestar económico de la sociedad.

La solidaridad, hija del movimiento y la filosofía humanista, aunque tiene sus raíces en la propia esencia del ser humano, nos hermana y lima las asperezas entre distintos colectivos y personas. Y la redención por amor al ser humano es la tarea más noble que puede hacer cualquier persona, que a veces requiere que previamente se haya descubierto a sí mismo, aunque en otras no, nace espontánea y natural como la hierba en el campo, y luce como el sol queriendo darse.

Los redentores para que tengan éxito tienen que tener medios y colaboradores, normalmente ellos son líderes naturales y los siguen personas que se contagian de su visión y la energia de su propósito. Los medios materiales deberían ser más abundantes para ellos, para  que pudieran llegar donde los estados no llegan, y auxiliar y guiar con eficacia.

Pero vivimos tiempos de confusión, y algunos que parecen redentores en realidad son fanáticos centrados en su propia egolatría, por eso es muy importante dilucidar que discursos son buenos y cuáles no, y sobre todo, si los hechos concuerdan con las palabras, porque las obras son los frutos del pensamiento y de la verdad de cada cual.

También ocurre que estos redentores pueden tener buena intención, expresión y acción, pero que vivan en un mundo utópico, y que sus planteamientos no sean realizables.

Asistimos a una enorme proliferación de guías: coaches, maestros, políticos, influencers, etc, y a veces nos inoculan valores casi sin darnos cuenta. Hay que tener los ojos abiertos para saber si eso que incorporo a mi vida lo quiero realmente o lo estoy copiando de alguien que me parece atractivo, porque puede conducirme a un camino en el que no me guste estar.

Es una época que necesita mucho sentido común, que alguien dijo que es el menos común de los sentidos, y mucha intuición, pero no prejuicios y actitudes que no dejen entrar planteamientos nuevos, ya que lo que necesitamos más urgentemente es una nueva y buena filosofía, que sea “el espíritu de la época” y que sustituya al “carpe diem” que se ha mal interpretado y se ha confundido con un hedonismo desenfrenado. Al alma la llenan otras cosas a parte de la satisfacción de los sentidos, en mayor medida sin duda, cosas elevadas, actitudes y aptitudes que den significado y abran un cauce a la consciencia superior.

Los redentores tienen esa labor, y al igual que Prometeo, deben robar el fuego a los dioses para que lo compartan con los humanos. Es la única manera de que esta humanidad no se devore a sí misma en la oscuridad.

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