Drama en Sevilla... ¡La Macarena y la furia capillita! ¿Pero qué es este escándalo con la Virgen de la Macarena? ¡Si parece el arranque de una obra escrita por Jardiel Poncela en pleno síndrome de abstinencia! El pueblo creyencero revolucionado, los cofrades con las venas hinchadas, los obispos tragando saliva y los capillitas llorando por las esquinas porque a la señora, a la Virgen, a la Macarena de sus entretelas, ¡le han cambiado la mirada!
Hay cosas que en Sevilla no se tocan ni con una devoción de bisturí: el jamón, la Semana Santa y la Virgen de la Macarena. Y cuando a la Señora le mueven una pestaña —literalmente—, arde la ciudad. Lo que comenzó como una "limpieza rutinaria" por parte del profesor Francisco Arquillo acabó en algo digno de un auto sacramental dirigido por Berlanga: lágrimas, dimisiones, filas al sol, votos secretos y más drama que El Verdugo.
El 29 de julio, tras semanas de cuchicheos y pancartas con vírgenes llorando purpurina, más de 1.800 hermanos acudieron a un Cabildo Extraordinario para decidir el futuro de la Esperanza Macarena. La imagen, intervenida en junio, había sido devuelta al culto con el rostro cambiado, una mirada irreconocible y unas pestañas nuevas que no duraron ni 24 horas. Los expertos dijeron que aquello no fue una limpieza: fue una alteración estética no autorizada que, en palabras de mi amigo Rafa —devoto, indignado y muy sevillano—, “un sacrilegio que destrozó a la Virgen".
Con el voto de 998 fieles a favor, 458 en contra y seis indecisos que seguramente fueron a votar por no quedarse en casa, se aprobó una nueva restauración. Esta vez la hará Pedro Manzano, bajo la mirada vigilante del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico y un comité de sabios con más devocionarios que títulos. Dicen que durará tres meses, pero en Sevilla ya se sabe: cuando el alma duele, el calendario es relativo.
Mientras tanto, la Macarena no será expuesta en besamanos el 18 de diciembre, porque nadie quiere besar una Virgen irreconocible a medio restaurar. La Junta, por su parte, pidió perdón y se fue deshaciendo como un cirio: dimitió el prioste, luego el mayordomo… y así, en cadena penitente.
Porque aquí no ha habido una restauración: ha habido una revelación… la de que en Sevilla, antes que la fe, lo que no se perdona es conviertan a su Virgen en una drag queen de after.
Yo propongo que la próxima vez no la manden a restaurar a un taller, no: ¡que la lleven a Telecinco, que allí te hacen un Deluxe y te devuelven divina de la muerte! O mejor, que la adopte Almodóvar y le haga un biopic con Penélope Cruz llorando bajo el palio. Total, ya puestos a hacer de esto un drama, que sea uno con glamour. Quien quiera un análisis más artístico y acertado, y menos Mendicutti, menos Vallejo, que se vaya a ver a Antonio García Villarán, que estas líneas que ustedes leen no dejan de ser Tiliches y Cachivaches.
¿Y la Virgen? Calla. Como siempre. Pero, si pudiera hablar, quizá diría:
—¡Déjenme en paz de una vez, que entre tanto retoque voy a acabar pareciéndome a la Barbie Dolorosa!