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Machismo en los tuétanos

28 de Octubre de 2024
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Machismo en los tuétanos

El machismo, los machistas, están por todas partes, al margen de ideologías, clase social o lugar de nacimiento, porque el machismo anida en el tuétano cultural de los hombres. Lo acaba de demostrar Errejón, convertido en paradigma del machismo irredento y de cómo un personaje público defensor del empoderamiento de la mujer, su cara A; ocultaba una cara B, la persona, el monstruo abusador que le desmiente; con el añadido frustrante de  descubrir que su trayectoria era una farsa, y la ignominia de no dar la cara y encubrir los abusos de los que está siendo acusado, con un mensaje críptico justificativo de sus infames fechorías por la presión de vivir en la primera línea política y el poso patriarcal del que venimos.  

Justificarse por la infamia cometida denota, para asombro de quienes le teníamos por un intelectual liberado del patriarcado machista, su pobreza mental, su falta de valentía, y su incapacidad para enfrentarse con su propio machismo que, visto lo visto, enseñorea su mente. Más allá de recordar ese aserto popular que dice si no sabes pá que te pones: cuando uno siente que la situación vital que ha elegido le supera debe tirar la toalla, y no desatar su malestar psíquico dando rienda suelta a su violencia y bajas pasiones con quien su subconsciente le dice que es un ser inferior: una mujer.

Errejón ya es un cadáver político, y como persona requerirá de muchas sesiones de diván para salir de su marasmo mental. Al margen del individuo y sus cuitas, su ejemplo pone en la palestra pública que la lucha contra el machismo no está ganada ni cerca de ganarse, sino que queda mucho recorrido para superar siglos del discurso impuesto a machamartillo por la iglesia y la dictadura, de que la mujer es un ser inferior venido al mundo para confundir a los hombres. 

En el contexto del tiempo histórico, solo hace diez minutos que la sociedad española ha empezado a reconocer a la mujer el derecho que le corresponde de ser tratada como un igual con los hombres. Empoderamiento que rechazan quienes añoran la dictadura franquista —por no ir más atrás en el tiempo—, dónde la mujer no tenía más entidad jurídica que su nombre, pues necesitaba el permiso del padre, del marido o del hermano mayor, si estos faltaban, para abrir una cuenta bancaria, sacarse el carné de conducir, alquilar o comprar un piso, un coche o para cualquier tipo de trámite administrativo.

Tiempo en que el recato en el vestir femenino era un dogma de conducta, como estar calladas y no intervenir en las conversaciones masculinas, cuyo rol social se limitaba a mantener la casa limpia y en orden, atender a los hijos, y estar dispuesta siempre para lo que quisiera el guerrero cuando volvía al hogar, como decía un famoso anuncio de coñac en la tele. La misma edad de piedra conque ahora nos referimos al oprobio y terror en el que viven las mujeres en países como Irán o Afganistán, y otros muchos.

Huella profunda y latente que no borran las normas en la superestructura para forzar la paridad en cargos públicos, administraciones y grandes empresas, olvidándose de la infraestructura donde se mueven los micro machismos, base del machismo: en la calle, oficinas, transporte, espectáculos públicos, etc., por la falta de pedagogía constante dirigida a los hombres. Y por la ausencia de formación en valores de igualdad y sexualidad en colegios e institutos, por la eterna negativa de la derecha a aceptar estas enseñanzas que, para ella, suponen adocenamiento. No caen en la cuenta de que su ausencia es lo que adocena la mente de adolescentes y jóvenes que ven, sin límite ni pautas éticas, pornografía cada vez que quieren, cuyo resultado es el aumento sostenido de las agresiones y violaciones a mujeres en esas edades.

Este es el contrasentido fatal al que nos arrastra el pensamiento tridentino que ralentiza la lucha contra el machismo que debemos combatir todos los días, no solo de boquilla, sino denunciado toda situación de oprobio contra la mujer de la que seamos testigos. Y abogando por más pedagogía social y educación, también para jueces y fiscales. 

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