La militancia de Izquierda Unida se ha echado en manos de Antonio Maíllo. Cansados, seguramente, de pablistas, podemitas, sumaristas y demás pijos de la pseudoizquierda han elegido en el proceso de primarias para elegir coordinador general a un buen hombre de izquierdas. Pero no de izquierdas a lo woke, a lo penes lesbianos o a lo radical-me-bajo-las-bragas/calzoncillos-con-el capital. De izquierdas sin más. Realmente con algo más, con principios y palabra, algo de lo que no pueden presumir alguno que le ha antecedido y alguno que, con toda probabilidad, le intentará hacer la vida imposible.
Maíllo ha sido el último dirigente de IU que ha despertado algún tipo de ilusión entre los votantes de la coalición. Fue en sus tiempos de candidato a la presidencia de Andalucía pero los hunos y los hotros, más una grave enfermedad, le llevaron camino a la docencia. Al contrario que muchos que gritan mucho y alardean más, Maíllo tiene dónde caerse muerto (la docencia) y si vuelve no es por aceptar una canonjía o un carguito de esos que reparten los mininistros de España. De ahí que sea, en realidad, la última bala que le queda a IU para no acabar en el estercolero de la Historia como todo apuntaba.
No es que se haya enfrentado a titanes de la política, Sira Rego es ministra por cooptación e incapacidad manifiesta y Álvaro Aguilera bastante tiene con haber purgado a los comunistas de Madrid —además de llamar a los periódicos para que retiren noticias que no le gustan, pese a ser ciertas (pruebas hay)— para complacer a los penes lesbianos y el garzopodemismo. Es volver a los tiempos de personas de izquierdas con cabeza como Julio Anguita, Gustavo Llamazares o Cayo Lara (cada uno con sus luces y sombras). O así parecen haberlo entendido los militantes.
No siendo, en principio, reacio a las coaliciones, desde luego no se va a dejar pastorear como le ha pasado a Garzón o Enrique Santiago (secretario general del PCE). No espera un cargo para él, para tener una vida mejor que si tuviese que buscar trabajo, o que le coloquen en el gobierno (si es que dura más allá de junio). Las pretensiones de Maíllo son otras bien distintas y para ello sabe, porque lo ha dicho, que tendrá que bajar al barro y evitar los oropeles esos que deslumbran a los bobos (miren significado en francés) que han gobernado la coalición. Cuestión bien distinta es que lo consiga.
Bregar, ya ha bregado con los Meyer en Andalucía —ese clan familiar que no han aportado nunca nada—, ahora le tocará con la mininistra y el general secretario del PCE. Fácil no se lo van a poner. De primeras es casi seguro que le van a exigir todos los cargos del mundo en la próxima Asamblea General. Entre otras cosas porque, frente a la desbrozadora jefa de Sumar, deben justificar que controlan IU. Que IU no va a salir por peteneras ahora que Podemos ya no les hace caso. Maíllo seguramente piense en recuperar, todo lo que pueda, IU, lo que fue IU, lo que significó (y significa) IU. Que eso otorga siete votos, entonces habrán muerto con honorabilidad y dignidad. Lo otro, lo de ahora, es mamoneo y lucha por “lo mío”.