"En 2021, altos cargos de la Administración Biden, incluida la Casa Blanca, presionaron repetidamente a nuestros equipos durante meses para que censuraran ciertos contenidos relacionados con la Covid-19, incluidos el humor y la sátira, y expresaron mucha frustración con nuestros equipos cuando no estuvimos de acuerdo".
"Creo que la presión del Gobierno fue errónea y lamento que no fuéramos más francos al respecto".
"También creo que tomamos algunas decisiones que, con el beneficio de la retrospectiva y la nueva información, no tomaríamos hoy".
Cuando en el título de este artículo añado que el CEO de Meta «escurre el bulto», lo digo con pleno conocimiento de causa, puesto que yo mismo fui censurado en su plataforma de Facebook mucho antes de que Joe Biden fuese investido como presidente de los EEUU el 20 de enero del 2021.
Hasta donde tengo conocimiento, el primer canal de Youtube que en España fue eliminado, fue el mío, el de ReVelion en la granja Tv, a fecha 13 de agosto del 2020. Después de esto y de que 5 días después, esta misma plataforma eliminara el segundo de los ocho canales que me eliminaría antes de que acabara el año, decidí pasarme a Facebook.
Aunque había abierto en Facebook la página oficial de ReVelión en la granja mucho antes, no comencé a utilizarla como red principal hasta septiembre del 2020. Durante este mes pasé de 4 mil a 36 mil suscriptores. Sin embargo, a partir del 1 de octubre del 2020, algunos meses antes de que Facebook la eliminase completamente, fue invisibilizada por la propia plataforma y, de un día para el otro, mis publicaciones pasaron de tener una media de medio millón de visualizaciones a unas 10 mil. Y, por supuesto, la ganancia exponencial de suscriptores fue frenada en seco.
Así que ahora que Mark Zuckerberg denuncia presiones del gobierno para aplicar censura contra la información sobre la COVID-19, puedo decir que miente como un bellaco. Sin dejar de mencionar que, al igual que a mí, le sucedió a muchas otras personas que también habían abierto páginas en Facebook para compartir información alternativa sobre la pandemia del coronavirus, insisto nuevamente en ello, durante el año 2020, cuando Donald Trump era todavía el presidente de los EEUU.
Si bien el burdo intento de Mark Zuckerberg de eximirse de responsabilidades, cargándolas sobre el gobierno de Joe Biden, saca a la luz el gran escándalo que supuso la censura en redes sociales de información sobre la COVID-19, que ahora él mismo afirma que a día de hoy no habría censurado.
Esto último es, por supuesto, otra falacia. No en vano mi muro de Facebook y mis páginas profesionales ajenas a mis publicaciones referentes a la COVID-19 continúan invisibilizadas como castigo a mi atrevimiento. Cualquiera puede asomarse a mi perfil de Facebook, Fernando Vizcaíno Carles, y comprobar que mis publicaciones rara vez superan los diez likes, pese a tener casi 3 mil amigos. Lo que significa que hasta el día de hoy, sin importar lo que publique, prácticamente ninguno de mis 3 mil amigos y casi 700 seguidores reciben aviso de ello. A eso me refiero con que estoy invisibilizado y es por esta causa que apenas nunca publico ya nada en Facebook, más que de vez en cuando con la vana esperanza de encontrarme con que he sido liberado del castigo de la censura que tantos daños y perjuicios me ha ocasionado a nivel profesional. Pues mis páginas profesionales de acroyoga, yoga y excursiones en la montaña —entre otras— están en esta plataforma y ya no me son de ninguna utilidad. He compartido en mi muro mi nueva novela —desde el muro de mi madre— y no sé ni para qué, pues no la va a ver ni el tato.
Por tanto, Mark Zuckerberg también miente cuando dice que ahora tomaría otras decisiones. Su censura continua vigente, cuanto menos para personas emblemáticas en la lucha contra el fraude de la pandemia y sus vacunas.
Lo más grave del asunto, es que lo que motivó mi censura no fue que me dedicase a difundir bulos sobre la pandemia, pues lo que estuve difundiendo desde el año 2020 fue, entre otras muchas cosas, la información que puede leerse y contrastarse —con la documentación oficial adjunta— en todos los artículos que he publicado aquí en Diario 16. Es decir, que fui censurado por desvelar verdades incómodas para el relato oficial —político/mediático— de la pandemia, y no por difundir desinformación.
Pero, huelga decir, que esto no se trata de mí únicamente. Durante estos últimos años, millones de personas en el mundo vieron cómo publicaciones suyas eran censuradas, sin importar que compartiesen información oficial —oculta por políticos y medios de comunicación— o documentos gráficos realizados por auténticas eminencias científicas que contradecían la versión oficialista de la pandemia. Y lo peor de todo es que esto solo lo sabían quiénes eran censurados. Pues aquellas personas a las que las publicaciones censuradas no podían llegarles, ignoraban por completo que se les estaba negando el acceso a información completamente legitima que, entre otras muchas cosas, les habría ayudado a no caer en el miedo difundido durante las 24/7 por los medios de comunicación o a no inyectarse la mal llamada vacuna contra la COVID-19, que a tantos millones de ellos se ha llevado al otro barrio o a lesionado y/o enfermado de gravedad.
Youtube, Facebook e Instagram han eliminado contenido proveniente de voces tan destacadas y autorizadas como la de Juan Ramon Laporte, Christian Perrone, Jay Bhattacharda o Wolfgang Wodarg, así como estudios publicados por Cochrane o el British Medical Journal (BMJ), una de las revistas médicas más importantes del mundo.
Mientras que en la época de la inquisición quemaban a los disidentes en la hoguera, acusándolos de brujos, actualmente son censurados y estigmatizados como negacionistas o conspiranoicos.
En mi artículo "Vanguard y Blackrock: ¿Dictadura mundial encubierta bajo la coartada democrática?", ya expliqué —y, más importante aún, documenté— que el mundo en su totalidad está dirigido por las personas que se ocultan bajo el anonimato tras la fachada del fondo de inversión Vanguard. Ellas son las dueñas de casi todo y tienen poder para conseguir que los gobernantes y políticos de la inmensa mayoría de países, así como también los medios de comunicación y las organizaciones internacionales del planeta tierra hagan y digan exactamente lo que desean. Esta es la razón por la que, para esta gente, resulta relativamente sencillo orquestar un fraude del calibre de la pandemia del coronavirus y conseguir que la inmensa mayoría de la población mundial crea en él a pies puntillas. Si bien de lo que no hablé en este artículo cuya lectura recomiendo encarecidamente para complementar todo lo que aquí se está diciendo, fue de las redes sociales. Ni hablé de ellas, ni documenté quiénes son sus propietarios.
¿A ver si adivinan quién es el propietario de Meta Plataforms (Facebook, Instagram y WhatsApp) y de Alphabet (Google y Youtube)?
Vanguard figura como principal accionista tanto de Meta Plataforms como de Alphabeth. Y tal y como ya documenté en su día, Vanguard es a su vez el principal accionista de los fondos de inversión que la siguen en el listado de principales accionistas, tales como BlackRock y State Street Corporation.
¿Cuál es, pues, la jugada, cuando Mark Zuckerberg carga sobre el gobierno de Joe Biden la responsabilidad de la censura implementada en redes sociales durante la pandemia del coronavirus?
La de siempre: alejar los focos de los verdaderos responsables de la inmensa mayoría de los males que aquejan a este mundo, de su gobierno en la sombra.
Así los señalados siempre serán los títeres y no los titiriteros. Y de estos últimos nunca podremos librarnos hasta que no abramos los ojos y comprendamos que son ellos quienes hacen y deshacen a su antojo mientras los votantes, pecando de ingenuidad, acuden a las urnas para elegir a quienes no son sino el mismo perro con distinto collar: esbirros de Vanguard que pueden ser sustituidos unos por otros eternamente, sin que nada cambie ni mejore un ápice.