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Marx, Japón y el debate sobre el fin del crecimiento capitalista

20 de Abril de 2025
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Marx, Japón y el debate sobre el fin del crecimiento capitalista

El capitalismo prometió prosperidad sin fin, pero en las calles de Tokio, entre el resplandor de las pantallas y el bullicio de las tiendas abarrotadas, esa promesa se desvanece. Japón lleva décadas estancado, a pesar de las recetas neoliberales: desregulación, privatización, flexibilidad laboral. Los políticos insisten en que hace falta más crecimiento, como Fumio Kishida, repitiendo un mantra vacío mientras la gente se resigna al declive. Solo unos pocos, como Shigeru Ishiba, parecen atreverse a cuestionarlo: ¿y si trabajar menos, vivir con menos, fuera la respuesta?

Pero el problema no es solo de Japón. El mundo arde, los océanos se envenenan, las desigualdades se profundizan. El capitalismo no está en crisis: es la crisis. Sus defensores hablan de reinventarlo, de hacerlo "verde" o "ético", pero ¿acaso no es el propio sistema el que devora todo a su paso? Marx lo vio antes que nadie. No el Marx del Manifiesto Comunista, aquel que algunos acusan de tecno-optimista, sino el Marx que estudió la erosión del suelo, la deforestación, la ruptura metabólica entre el ser humano y la naturaleza. Un Marx ecológico, ocultado por los marxismos del siglo XX, obsesionados con fábricas y progreso industrial.

El decrecimiento surge entonces no como simple austeridad, sino como un replanteamiento radical: ¿y si el comunismo no fuera la planificación estatal, sino la expansión de los bienes comunes? Espacios donde lo que importa no es la ganancia, sino la vida. Los ejemplos están ahí, en las cooperativas, en las comunidades que resisten, en las tradiciones que el capitalismo no ha logrado borrar del todo. ¿Puede el zen o el sintoísmo, tan comercializados, convertirse en resistencia al consumismo? Difícil, pero no imposible.

China, por su parte, demuestra que el capitalismo puede vestirse de rojo: un capitalismo de Estado, tan depredador como cualquier otro. No hay salida en reformas tibias. Hace falta una crítica que cuestione la propiedad privada, el mercado, el dinero mismo. Pensadores como Graeber o Kropotkin apuntan caminos: los comunes, la ayuda mutua.

La pandemia nos obligó a frenar, a preguntarnos qué es esencial. La gente empieza a entender: el crecimiento no nos salvará. La alternativa no es el estancamiento, sino otra forma de vivir. Menos puede ser más, si lo que ganamos es el mundo.

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