Hay un cine habitante de lo nocturno, de los mitos, de los simbolos, de los sueños, del azar…Un cine que utiliza fundamentalmente la imagen a modo de versos libres que se van dibujando como una composición de poesía visual. Es un cine arrinconado por el dominio de lo audovisual, donde el sometimiento a las necesidades del comercio lo alejan del arte.
Julio Medem ha buscado crear un cine personal y particular, no para ofrecer una originalidad que vendiese en los escaparates de las modas diversas, sino en el compromiso que toda expresión creativa tiene de buscar en los laberintos, en las partes ocultas, en una cosmovisión que vaya más de lo que alcanzamos a ver a la altura de nuestros ojos. Más aún cuando el cine es el gran medio para esas vanguardias que tienen apellidos pero buscan un nombre que permita convertir la sala de cine en un laborarotorio de experimentación .
En sus inicios la obra de Medem, quizás sorprendiendo, consiguió una buena acogida de público y crítica, siendo alabadas películas como Vacas o La ardilla roja. Pero se detuvo cuando el director abandonó la ficción para plantearse un importante reto en el campo de lo documental: La pelota vasca, la piel contra la piedra. El dar voz a todas los sectores de la cuestión vasca, lejos de despertar el interés, supuso su linchamiento. Y eso con un proyecto hecho para conco soportes: libro, cine, serie de televisión de 3 capítulos y DVD, de casi siete horas de duración. Si dentro de cincuenta o cien años alguien quiere analizar el conflicto vasco, este es un documento esencial.
A partir de ahí las películas de Medem han recibido unas duras críticas y en muchos algo parecido a un ensañamiento. Creo que aparte de un castigo por no ser parte del coro uniforme sobre el tema vasca, el cine poético de Medem, buscador de uno belleza transgresora y que busca la perturbación en formas y contenidos. Lo cuál se enfrenta al culto al feismo hispano, que tiene un importante protagonismo donde domina y en ocasiones se enorgullece de ello, lo zafio y lo testicular.
Parece lógico que una propuesta cinematográfica como la de Medem, un cine que camina por la incertidumbre, se mete en los laberintos y en las partes oscuras, pueda tener sus baches o no alcanzar la plenitud de lo que se ha planteado. El audiovisual dominante lo tiene fácil: es una autopista recta trazada con tiralíneas y a toda velocidad que domina la visión adocenada de la mayoría de espectadores. Por fortuna para el director vasco este tiene un público propio, mayor o menor, que no se deja encarcelar mentalmente por la uniformidad dominante. Que en el Festival de Málaga su última película obtuviese el premio del público, es indicativo.
En mi modesta opinión que no es la de un crítico o especialista de cine, sino la de un creador, las películas de Medem desde La pelota vasca, teniendo en cuenta su dificultad y que ofrecen algo diferente, han conseguido el aprobado e incluso han puntuado con notables, más allá de algunos baches y con la excepción de Mama, que se enreda en una exaltación excedente del dolor.
El 14 de abril es una fecha simbólica en España por más que la oficialidad trate de ocultarlo. Y un 14 de abril de 1931 nacen Octavio y Adela, los protagonistas de la película de Medem “8”, escrito con número, que si se representa acostado se parece a Moebius, símbolo del infinito y la naturaleza cicilica de muchos procesos. Porque los dos protagonistas nacen con la proclamación de la República y van encontradose a lo largo de 90 años en ocho ocasiones que se configuran como fechas significativas en la historia de las Españas. Los juegos del azar y el viaje a través de los tuneles del tiempo que ya mostró en películas como Los amantes del circulo Polar Artíco y Vacas, unido a una busqueda de la belleza a través de lo poetico, se repiten aquí como una marca del cine medeniano. Es la vivencia de lo micro, para contar lo macro, y este es un vejo conocido: la historia del cainismo hispano. Ese lugar en permanente estulticia, el país liado a garrotazos que también plasmó Goya. Más o menos, con las particulatidades del cine medeniano, otra cuestión la sensibilidad que pretende hasta el final, un país superador o encauzador de los conflictos y en el que todo el mundo pueda vivir. Por eso sus protagonistas son, uno, Octavio, hijo de un franquista, la otra, Adela, de una maestra republicana. Parece decirse, luego de la confrontación, la unión. Pero la cuestión es más compleja.
Creo que la película asume un error de algo que se repite, son los versos de Machado sobre las dos españas que presiden la película. Los versos del poema Españolito pertenecen al libro Campos de Castilla que se publicó en 1912, lejos de la guerra y de la proclanación republicana, y que es una crítica a la Restauración bórbonica.
No hay ningún proyecto político o social, en que la totalidad de sus partidarios sean buenos, como en lo más adyecto se pueden encontrar gente maravillosa, pero la cuestión no es el enfrentamiento de las dos españas, sino la persistencia de un bloque histórico de poder enfrentado con las ideas de progreso. Creo que es ahí donde yerra la película y no en una crítica que ante cualquier película de Medem , parecen repetir las consignas establecidas.