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El mensaje navideño de Felipe VI

04 de Enero de 2025
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El mensaje navideño de Felipe VI

Los mensajes de Navidad no son otra cosa más que un acto publicitario de quienes ostentan el poder, así como de aquellos que son lideres de partidos políticos. Acostumbran a hablar bien de sí mismos y no parecen despertar gran interés entre la ciudadanía. Como muy bien apunta el periodista del nacional.cat, Jordi Barbeta, de quien he usado y resumido parte de su artículo, una gran parte de esos mensajes son tan cínicos como intercambiables. Sobre todo, los referidos a la paz de aquellos que hacen la guerra y/o aumentan el gasto militar y compran y venden armas.

Las referencias a la unidad y la solidaridad las encontramos con lo expresado por el rey.  Hay un   párrafo digamos populista también común, que recuerda a militares, policías, bomberos y a la gente que se ve obligada a trabajar los festivos navideños. Pero además este tipo de mensajes en tanto que publicitarios ponen en evidencia cómo reyes, jefes de Estado o de Gobierno aprovechan la ocasión para barrer para casa, para su casa, claro, para consolidarse ellos y en eso todos tienen las mismas prioridades.

Felipe VI sigue aprovechando las tragedias para empatizar con las víctimas. Lo ha hecho ahora con la DANA, como antes lo hizo con los damnificados por la erupción del volcán Tajogaite en la isla de la Palma. También es una forma de situarse insolidariamente por encima de los gobernantes, que a diferencia de él han sido elegidos democráticamente, para no asumir la Corona ninguna responsabilidad en el retraso de las ayudas y reparaciones. De la DANA han pasado dos meses y prácticamente todo está por hacer; Qué bueno es el rey y qué malos son los políticos, sería la conclusión monárquica y antidemocrática

Hace bien Felipe VI en defender la Constitución porque es el único instrumento que le asegura mantener su puesto de trabajo.  Sin embargo, lo que más le preocupa desde que es rey y lo repite no solo en Navidad, sino siempre que puede, es la defensa del espíritu y la letra de la Constitución, como condición sine qua non para mantener la unidad de España. Tanta insistencia se debe a que el 75% de los españoles no aprobó esta constitución y las voces de quienes querrían otra o, modificar la actual, se hacen oír cada día más.

Dada la evolución de la opinión pública española, no es seguro que una nueva constitución sea mejor que la de 1978. Entonces los franquistas impusieron las ambigüedades que ahora se utilizan a su favor, pero si se abordara la cuestión impondrían su ideario nacional-conservador sin ambigüedades ni vergüenza alguna. Ahora bien, si se abriera el melón constitucional, el primer debate a surgir sería entre monarquía y república, y con el prestigio acumulado por la dinastía actual, el resultado sería como mínimo incierto. Las urnas y los Borbones nunca han sido muy compatibles, así que hace bien el monarca en defender enconadamente la Constitución del 78 porque es la que le asegura mantener su puesto de trabajo y la empresa familiar hereditaria.

Su discurso de Navidad, ha sido un llamamiento claro al consenso positivo en aras del bien común y, sobre todo, ha puesto en tela de juicio todos aquellos movimientos populistas que están poniendo en duda la esencia misma de la democracia. En ningún momento ha mencionado a la extrema derecha, pero sobrevolaba en cada referencia que se hacía a aquellos que ponen en duda el sistema, el negacionismo de cosas evidentes, como el cambio climático e, incluso, la propia democracia.

El rey ha iniciado su discurso con un recuerdo a los afectados a la DANA, pero, sobre todo, ha tenido un importante contenido político. Sin hacer menciones directas, Felipe VI ha dejado claro lo que muchos españoles creen: que la única solución a la actual situación pasa por un consenso de alturas que deje de lado las diferencias ideológicas que determine un escenario de estabilidad que baje el tono de la contienda política.

Por encima de las eventuales divergencias y desencuentros, prevalece en la sociedad española una idea nítida de lo que conviene, de lo que nos beneficia. Por eso, tenemos el interés y la responsabilidad de protegerlo y reforzarlo. Es responsabilidad de todas las instituciones y de las Administraciones Públicas, que esa noción del bien común se siga reflejando con claridad en cualquier discurso o decisión política. El consenso en torno a lo esencial, no sólo como resultado, sino como práctica, se debe orientar a la esfera de lo público. No evitando la diversidad de opiniones, legitima y necesaria, sino para impedir que la misma derive en negar la existencia de un espacio común.

Su discurso ha estado marcado por múltiples referencias a las cuestiones que afectan directamente a los jóvenes. Es evidente que este sector es el que se coloca en posiciones antisistema por la falta de soluciones de los gobernantes actuales (tanto el gobierno actual como el anterior). Uno de esos aspectos es la crisis de acceso a la vivienda, a la que ha destinado parte de su discurso.

Es importante que todos los actores implicados reflexionen, se escuchen unos a otros, que se examinen las distintas opciones y que sea ese diálogo conduzca a soluciones que faciliten el acceso a la vivienda en condiciones asumibles, en especial para los más jóvenes y los más desprotegidos, pues ésta es la base para la seguridad, el bienestar de tantos proyectos de vida. Y realmente podemos hacerlo, ha afirmado del monarca.

Un pacto de convivencia se consigue con el dialogo, ese diálogo, con altura y generosidad, que debe siempre nutrir la definición de la voluntad común y la acción del Estado. Por eso es necesario que la contienda política, legítima, pero en ocasiones atronadora, no impida escuchar una demanda aún más clamorosa: una demanda de serenidad. Tanto en la esfera pública y en la vida diaria, para afrontar los proyectos colectivos o individuales y familiares, para prosperar, cuidar y proteger a quienes más lo necesitan. La reciente reforma del artículo 49 de la Constitución, referido a las personas discapacitadas, es un ejemplo de lo que se puede lograr juntos.

España es un gran país. Una Nación con una historia portentosa, pese a sus capítulos oscuros, provocados desde la llegada de los Borbones. Modélica en el desarrollo democrático de las últimas décadas, derrotando al terrorismo que tantas víctimas causó. Un país con un presente que, pese a lo mucho que nos queda por hacer, por ejemplo, en materia de pobreza y exclusión social, resulta prometedor al observar el comportamiento de nuestra economía.  

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