Si hacemos una encuesta entre los españoles sobre cuándo fue el origen de la bandera española, seguramente que no muchos nos dirán que se remonta a 1785, mucho antes del franquismo, cuando los ataques eran entre navíos de naciones enfrentadas, y no dentro de los territorios de un mismo país.
Carlos III, para que fuese más fácil identificar los navíos españoles, que hasta entonces tenían una bandera de fondo blanco, convocó un concurso para poner color a la bandera. Del concurso de 1785 salió ganadora una bandera de colores vivos, fácil de divisar en alta mar: la bandera española actual.
Debemos ser conscientes que un PAÍS, un territorio con identidad y con sentido de pertenencia no solo está conformado por sus ciudadanos. Una nación, como España, de la que me siento orgullosa de pertenecer, se conforma de su historia, de una cultura, de una unidad geográfica de sus habitantes, con una constitución, con una economía que permita el bienestar de los ciudadanos.
Pero no solo esto hace a un país. Existe una serie de elementos, los símbolos patrios, los cuales actualmente no es muy popular defender y dentro de los cuales se encuentra la bandera nacional, que hace que el país, se una entorno a ella y que sus habitantes se sientan parte del estado al que representa, y se identifiquen mientras hondea.
La bandera española no es cualquier cosa, simboliza la nación; es signo de la independencia, unidad e integridad de la patria y representa los valores expresados en la Constitución.
En los últimos tiempos, y especialmente por partidos políticos como Podemos se está viendo atacada. Un ejemplo de ello lo vivimos este pasado 6 de diciembre, cuando sus máximos representantes en el Parlamento se niegan a acudir a su izado el día en el que se celebraba la Constitución. Cuando se quema, o se deja arrinconada dándole la calidad de trapo.
Un país que en democracia se avergüenza de su bandera es un país pequeño, acomplejado y con pocas trazas de prosperar. Vemos como a nuestro alrededor países prósperos utilizan los símbolos patrios con orgullo como signo de unidad y diferencia.
El desprecio a los símbolos es también el desprecio a la propia historia de nuestra nación, en la cual aun existiendo capítulos que nos gusten más o menos son parte de nuestra identidad. Y que a día de hoy, no pudiendo cambiarlos, lo que nos queda es no volver a cometer los errores que nos llevaron a actos totalmente reprobables.
Imagino que estas palabras harán que ciertas personas me cataloguen como "facha", de forma peyorativa, intentando situarme en un espectro conservador, y poco social, donde por supuesto, no me siento identificada.
Pero es algo que suelen conseguir y que se refleja en la falta de defensa y orgullo de nuestra bandera nacional.
En la España que yo quiero, el respeto a los símbolos que nos identifican, el amor por la sana diferencia, la aprobación de lo que somos a través de la aceptación de nuestra historia (con sus luces y sombras) debe ser la base del avance como pueblo. Lo que nos hará crecer, más allá de las diferencias políticas que manipulan en muchos casos el verdadero sentir del pueblo español.
En la España que yo quiero el orgullo a la bandera, no es algo de izquierdas ni de derechas, es algo inherente a toda la ciudadanía, a cada uno de nosotros como españoles, estando definida en el artículo 4 de nuestra Constitución, ratificada por todos los españoles en 1978.