El calor se anticipa cada vez más en llegar. Incluso la sierra parecesufrir con más frecuencia el rigor del aire seco, el ambiente plomizo y elaliento febril propio de la ciudad. Tal vez sea cierto eso del cambioclimático. Tal vez sea verdad que llueve menos. Quizás tengan razón los quedenuncian que la capa freática de nuestra sierra se está encogiendo como unauva pasa y que los cauces de sus arroyos ya no atraviesan su superficie como unintrincado de vigorosas venas, sino como una maraña de surcos resecos, deheridas que no acaban de cicatrizar. Pero también es verdad que todo eso soloes una nube pasajera en mi mente cuando contemplo mi piscina llena, a rebosar,esperándome en mi parcela salpicada de pinos, allá arriba, en la sierra, parareírnos de los cuarenta grados a la sombra y olvidarnos de que tan solo es elmes de mayo. Sí, si mi piscina está llena y siento su agua refrescar mil piel… “dontworry be happy”. Y todo está bien.
Hay asociaciones o particulares que están denunciando la alarmantedeshidratación a la que se está sometiendo la sierra. Y no todo es culpa delcambio climático, que a fin de cuentas es culpa de todos, sino por la cantidadde pozos o captaciones de agua ilegales que, actuando como una miríada depajitas que absorben ese preciado líquido que nos da la vida, deja la botellamedio vacía, para los más optimistas, o casi vacía, para los más informados. Consecuencias,a saber: el descontrol de los cada vez más escasos recursos hídricos de nuestrasierra; el desecamiento progresivo de sus cauces fluviales debido a lainterrupción de la circulación del agua, a causa de la constante disminución dela capa freática; un empobrecimiento de la masa vegetal en su cantidad y estadode salud, dado el estrés causado por tan continuadas sequías; una alarmante contaminación del agua de losarroyos por la desmesurada presión urbanística que suelen soportar. Además, elconjunto de todos estos factores favorece que las pocas nubes con promesa delluvia descarguen cada vez menos sobre nuestra sierra, conforme va perdiendozonas húmedas; lo que provoca un progresivo suicidio hídrico que seretroalimenta. Sin embargo, esta noche de viento dormido y sábanas sudorosas,me asomo al borde de mi piscina y sé que me basta con dar un paso para cambiaresa realidad. Entonces… “dont worry be happy”. Y la vida es bella.
Por otra parte, las administraciones no saben no contestan. La sorderaecológica que parece padecer tanto el Ayuntamiento de Córdoba como laConfederación Hidrográfica del Guadalquivir o la propia Junta de Andalucía esde primero de otorrinolaringología. ¡Oigan señores!, que la sierra parece unqueso gruyère, lleno de pozos ilegales. ¿Cómo dice…? Que las aguas analizadasde los arroyos Molino y Bejarano están infectadas de aguas fecales o compuestosquímicos nocivos, lo que representa un peligro para la salud simplemente porrefrescarse en ellas. ¡Mandee…! Que deberían investigar este envenenamientoprogresivo y, mientras tanto, poner carteles advirtiendo de los riegos derefrescarse en esos arroyos o donde vierten sus aguas. ¡No le oigo! Eslamentable que, por lo general, las administraciones solo suelan escucharcuando el número de voces es tal que les resulta imposible no oírlas aunquetenga apagados sus sonotones. Porque una cosa es perder el oído y otra perdervotos. Pero mientras sean bastante más los votos que andan retozandoplácidamente en sus rebosantes piscinas serranas que los votos que denuncianestos desmanes, las administraciones parecen mirar de soslayo y pensar: piscinallena = voto que chapotea feliz. Tú no te preocupas, yo no me preocupo… “dontworry be happy”. Y día festivo en la Administración.
El problema además, es que a los cordobeses que están denunciando estoshechos se les está secando la boca. Y se les seca la boca porque ya no puedenbeber en las fuentes que solían saciar su sed, ahí al lado, en nuestra sierra.Y no pueden beber porque ya no discurre el agua por la mayoría de ellas, o lapoca que discurre por alguna seguramente esté contaminada. Y no discurre elagua porque llueve menos, sí. Pero sobre todo por las captaciones ilegales odesvíos de su curso para usos particulares.
Sin embargo “I have a dream”. Sí, he tenido un sueño. Y soñé que un díase encendía el motor que succionaba el agua para la piscina: esa arcádicapiscina entre pinares. Pero el agua no brotaba, y la piscina me mirabahorrorizada con su ojo seco. Vacío. Y a pesar de la endoscópica perforación hastalas más profundas entrañas de la tierra solo se lograba obtener un vómito depolvo y piedra. Y después le sucedió lo mismo a otra, y otra, y muchas más. Ylos votos bramaron, con sus resecas gargantas mientras soportaban la cruelcanícula de cuarenta grados a la sombra, “I'm worried, I'm not happy”. Y sí, sepreocuparon. Y sí, ya no eran felices. Y las administraciones, en unademostración de sensibilidad, conectaron sus sonotones para escuchar conclaridad la atronadora queja, la proclamada alarma, la apocalíptica aridez quese estaba apoderando de las urbanizaciones de nuestra sierra (bueno, sí, denuestra sierra en general), acusando a los políticos de turno de no haber hechonada al respecto y amenazándolos con extender la misma aridez a las urnas.
Después desperté y ya no estaba seguro de si fue un sueño o unapesadilla. Lo único cierto es que hacía mucho calor. Me dirigí al borde de lapiscina. Acto seguido di un paso. Pero mientras caía, el verdadero vértigo fueno recordar si estaba llena o vacía.