El sistema funciona. Funciona perfectamente para lo que fue diseñado: para no funcionar. No me vengan con cuentos de garantismo jurídico, de protocolos inamovibles o de falta de personal. El papeleo, la demora, el silencio administrativo son estructurales y, peor aún, son buscados. No es un error, no es un fallo: es una estrategia. Porque cuando un sistema tarda dos años en conceder una ayuda que se supone vital, no estamos hablando de ineficacia, sino de premeditación.
Preguntémonos cuántas personas mueren esperando esa ‘Ayuda de dependencia’. Cuántas pasan sus últimos años sin la asistencia que necesitaban, sin la cama articulada, sin el cuidador, sin el respiro que les habría permitido alargar un poco más la vida o, al menos, hacerla menos miserable. Porque no es lo mismo morir cuidado que morir abandonado.
Y no se trata de falta de dinero. O no solo. Porque dinero hay para lo que interesa. Hay dinero para rescatar autopistas ruinosas, para comprar armas que nunca usaremos, para pagar dietas y asesores de asesores. El problema no son solo los recursos, sino la falta de humanidad en las decisiones políticas que nos gobiernan. Pero en este contexto, hay una luz: la de aquellos profesionales que, pese a todo, mantienen la esperanza y la dignidad del sistema. Educadores sociales, trabajadores sociales, enfermeras, cuidadores... Ellos son los verdaderos héroes. Son los que, a pesar del caos y la indiferencia institucional, siguen luchando por cada persona que está en la cuerda floja. Son gente dedicada, comprometida, que día tras día se enfrenta a un sistema roto con una sonrisa y una paciencia inquebrantables.
¿El problema? Que a nadie le importa. No son un lobby poderoso, no hacen ruido, no cortan carreteras ni amenazan con huelgas. Son viejos, enfermos, dependientes. Y si se mueren antes de recibir la ayuda, el problema se resuelve solo. Un gasto menos.
Así que el sistema funciona. La burocracia es lenta, la administración se lava las manos y mientras tanto, la gente muere en silencio. Porque la dependencia no es un derecho, es una carrera de resistencia, y solo los más afortunados llegan a la meta antes de que se los lleve la muerte.