Por fin ha dimitido Pablo Iglesias. El fascismo ha triunfado. O al menos eso creen ellos. Se me ocurren un par de preguntas. Una, ¿han triunfado sobre el hombre, o sobre el político? Dos, ¿ha dimitido por miedo, o por generosidad? Como el fascismo no es humano, cree necesariamente que ha vencido al político. Es decir, que las ideas fascistas han prevalecido sobre las socialcomunistarras. Como el fascismo no conoce la generosidad, los fascistas creen que Pablo Iglesias ha dimitido por miedo. Sin embargo, el asunto es bien distinto. Han vencido al hombre, no al político. Han acabado con el cuerpo, no con el espíritu. Han matado a la persona (como suelen hacer ellos) pero ha sido demasiado tarde: el ejemplo ha cundido, y su herencia, en forma de vicepresidencias, está gobernando; un partido político escindido de él mismo ha sorpasado al Psoe en Madrid, y la rabia, autentica condición de los más necesitados (“días y flores” de Silvio Rodríguez) se ha extendido entre muchos de nosotros.
Un escrache es afear una conducta a un político y hacerlo en la calle, porque ese político se niega a recibirte y no te deja otra oportunidad de expresión. Acto seguido cada cual se va a su casa, y punto. Lo que le han hecho a Pablo Iglesias ha sido, y sigue siendo, un acoso criminal como no se ha visto en la historia de nuestra democracia. Tuvimos terrorismo, y personas como Santiago Abascal necesitaron llevar escolta (y vaya desde aquí mi solidaridad y mi reconocimiento), pero ahora una familia sufre un ataque inmisericorde por parte de un sector de la población (semianalfabeta) azuzada por núcleos de poder que piensan que “muerto el perro, se acabará la rabia”, sin sospechar lo extendida que está la rabia y el peligro que corren. Son los estertores del capitalismo, aunque de esto hablaremos en otro artículo.
Pablo Iglesias ha equivocado su discurso en multitud de ocasiones. Ha confundido lo que él creía que eran las prioridades de la gente, con las auténticas prioridades de la gente. Ha pecado, en resumidas cuentas, de adolescencia política. ¿Y acaso no es lógico? Además, le ha faltado autoconocimiento, autocrítica, y sobre todo, mucha humildad. Qué pasó con la limitación de sueldos (él y su mujer cobras sueldazos), con el empoderamiento de la militancia (oponerse a él significaba la muerte política en Podemos, y ahora, al irse, deja designada a una sucesora), y la democracia interna (los procesos de decisión en Podemos siempre han adolecido de escasísima participación y de una consecución predeterminada por su líder) … Qué fue de la identificación con los más desfavorecidos, con los del barrio de Vallecas, para acto seguido irse a vivir un chalet de ricos muy lejos de Vallecas, y muy apartado de esos mismos desfavorecidos… Y lo peor de todo, el silencio cómplice cuando la horda fascista lo acusó de bolivariano, chavista, comunista (en el peor sentido del término), o los continuos insultos a su persona y su familia sin la contundente y furibunda respuesta que hubiera sido necesaria y deseable… Así, lo que ha parecido es que Pablo Iglesias era una alimaña peligrosa para el sistema de la cual había que deshacerse. ¿Acaso no hemos leído a Sun Tzu? Primero ocurre la contienda moral, la lucha por la razón. Después es fácil destruir al enemigo.
Sin embargo, a pesar de sus fallos políticos, de sus estrategias equivocadas, de su falta de sentido de la realidad para entender el peligro que corría él, y que hacía correr a su familia, no se merecía ni que lo acosaran, ni que un canalla, fascista, como Martínez Almeida celebrase la “expulsión” ¡por fin! de Pablo Iglesias de la política. Siempre que un Partido Político ha tenido un mal resultado electoral, los otros políticos de otras formaciones han mostrado empatía y han deseado lo mejor en la nueva etapa que se abre en las vidas de los afectados. Pero este individuo, embustero y cobarde, que dice haberse “acostado” con decenas de mujeres, (aunque nunca se le haya conocido compañía femenina), se ha alegrado de haber destruido al hombre. Al hombre, que no al político. Al hombre, que no al ejemplo. Al hombre, que no a la rabia. Un saludo a todo el mundo.