Juan Gérvas / Mercedes Pérez Fernández

Mujeres jóvenes esclavas en conventos de clausura

01 de Junio de 2024
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foto dos monjas

Historia de una vida

1.- Primera infancia

"Nací en Malabo, la capital de Guinea Ecuatorial, en África. No sé nada de política, ni quiero saber. Soy la menor de doce hermanos. Mi padre murió de paludismo y mi madre nos abandonó a poco de nacer yo. Se fue con un cazador, dicen que era muy guapa, no tengo ninguna fotografía de ella. Nosotros nos criamos con la abuela y en la calle. Mi primer recuerdo es de un juguete de plástico que encontré en la basura, una muñeca con el cabello rubio que no tenía brazos. Mi abuela la limpió y todavía la conservo aquí, con mi pasaporte. Me pasaba el día con mis hermanos, siempre en busca de comida y siempre con hambre. En cuanto aprendí, me dediqué a la rebusca para encontrar algo que cambiar por dinero. Mis hermanos fueron desapareciendo sin que nadie los echara de menos y cuando me vine a España sólo pude encontrar al mayor para despedirme.

Yo tuve suerte porque me acogieron en una casa cuando tenía unos seis años, para cuidar de la hija recién nacida de la señora. Me enseñaron a lavarme y a cuidarme y empecé a comer todos los días. Veía de vez en cuando a mi abuela, la única persona que me ha querido en el mundo. A veces me encontraba en la calle con mis hermanos, que se burlaban de mí por ir "limpia y bienoliente". Atendía al bebé el día entero. Era un trabajo pero para mí fue un entretenimiento, como tener una muñeca de verdad. Fueron los años más bonitos de mi vida. La señora no me cuidaba especialmente pero era buena. El señor fue bueno hasta que empecé a crecer y me buscaba para "hacer cositas".

Cuidando al bebé me sentía madre y alguna vez intenté darle de mamar, sin éxito, claro. Después el bebé se hizo niño y aprendió a andar y entonces lo llevaba de la mano, aunque lo que más le gustaba era subirse encima, así que lo seguí llevando en brazos durante años.

2.- Infancia y adolescencia

Cuando el niño cumplió los seis años me echaron: "Ya no te necesitamos. Vuelve con tu abuela". Volví con mi abuela que murió pronto, pero ya estaba viciada con las "cositas" y lo que me gustaba era estar con los chicos. Al final terminé embarazada y me acogieron unas monjas (dos españolas y una francesa). Dí a luz y se murió mi hijo. Me quedé en la casa con las monjas, para ayudar en todo. Ellas eran blancas y yo negra, y Jesús era blanco y el demonio negro. No era raro que ellas fueran vírgenes y yo puta (había aprendido que le gustaba mucho a los hombres y que sabía hacer "cositas" como ninguna de forma que estaban dispuestos a pagarme, no me faltó ya dinero nunca). Mientra estuviera todo limpio y en orden en la casa no tenía ningún problema ni nadie me preguntaba de dónde sacaba dinero para vestirme, y a veces para dárselo a los pobres.

Un día una niña de la calle me pidió para comer y le compré en el mercado un plátano frito. Yo ya había aprendido a leer y pude comprender lo que ponía en el papel que me enseñó: "Me vendo barata". Le pregunté que quien la vendía y ella me dijo que no sabía, que eso se lo había dado una tía. Fuimos juntas a verla y llegamos a un trato. Le llevé el dinero que tenía y la deuda la fui pagando a lo largo del año. Isabel se llamaba la niña. Me dijo su tía que tenía cuatro años, pero debía haber comido poco y crecido menos de forma que parecía tener dos. A las monjas no les gustó mucho, excepto cuando me vieron cuidarla. Se quedaron maravilladas y empezaron a mirarme con otros ojos. Poco a poco me fueron introduciendo en sus ritos y ratos de oración, y a mí me gustó. Terminé de pagar lo de Isabel, me dediqué a cuidarla y dejé de ir con hombres. Me quedaba en la casa, no sólo para las labores domésticas, también para los rezos. Ya casi no salía. Me di cuenta de que las monjas no eran tan vírgenes como parecían y que el sexo a veces les rebosaba entre las piernas y los pechos de forma que sus manos consolaban las necesidades propias y ajenas, por no hablar del "curilla" que las atendía en todo. Les ayudaba también en sus labores caritativas, comprometidas con los pobres y marginados. Pero conmigo fueron buenas y siguen a cargo de Isabel.

3.- Juventud

Un día vino la superiora de España. Le asombró verme tan integrada en la comunidad y le contaron de mí y de mi comportamiento con Isabel. La superiora me preguntó si estaba preparada para ser novicia y dedicarme a Jesús en España, en un convento de clausura. Me habló de un patio lleno de flores y de naranjos, del trabajo en la huerta, del silencio, de los dulces y pasteles que vendían aquellas monjas. Yo no tenía papeles pero aquello me parecía un sueño. Las monjas arreglaron todo y por primera vez en mi vida tuve una identidad formal "Antonia Ehapo", de 18 años de edad. El viaje fue en avión, y en el aeropuerto de Barajas (Madrid, España) me estaba esperando un señor muy serio que me llevó en coche a un pueblo, a un convento muy antiguo. En el viaje habló y habló sin parar. Su trabajo era ir a buscar "novicias" al aeropuerto y llevarlas a los conventos. También hacía viajes para cambiar a las novicias de convento, "para que no cojan cariño". Venían sobre todo de América, pero a él le gustaban las negras, "más preparadas para servir, más dóciles". No dije una palabra, me llegó a preguntar que si era muda. En el convento sólo había cuatro monjas, dos que se decían "jóvenes" (calculo que más de 70 años) y otras dos "mayores", como decían, demenciadas y muy, muy viejas. Me dieron un hábito y lo arreglaron para ajustarlo a mi talla (soy mucho más alta que ellas). Me convertí en "la novicia" lo que en la práctica significaba que además de los rezos me ocupa de todo y era como una esclava. Mis ocupaciones eran continuas, de día y de noche: fregar, barrer, cocinar, limpiar, atender a las "mayores" (limpiarles el culo, bañarlas, hidratarlas, alimentarlas, entretenerlas en lo que podía y demás) y cualquier otra cosa, como el trabajo duro en el horno de pasteles. Pasaron los días y los meses, pregunté por los permisos para estar en España y si tenía seguro de enfermedad: "Todo está arreglado, no te preocupes". Ya harta, un día simulé un ataque de apendicitis (uno de mis hermanos lo tuvo) y llamaron al médico del pueblo. Apuesto mozo y buena persona, me trató con delicadeza y me enloqueció cuando me palpó la tripa ("el abdomen" dijo él), se me puso el corazón a cien y segregué jugos torrencialmente. Se quedó con la duda y me mandó al hospital. Allí, para la monja "joven" que me acompañaba todo fue decir que estaba recién llegada y con los papeles en trámite. No hubo que ingresarme, todos los análisis fueron normales, como la ecografía. Volví al convento, y a la semana vino el señor serio con el coche y sin darme tiempo a recoger nada (nada tenía, eso era verdad) me llevó a otro convento en otro pueblo, lejos, tardamos casi seis horas. Volvió a hablar sin parar y me contó que no daba abasto a recoger "novicias" en el aeropuerto y a cambiarlas de convento. Deduje que aquello era "trata de novicias". Efectivamente, en el nuevo convento la situación fue similar al anterior, y volví a trabajar como una esclava. Al poco conquisté al panadero que venía a recoger los pasteles, que enloqueció con el olor de mi sexo y mis "artes amatorias" (eso decía). Me sacó del pueblo y me llevó a la ciudad donde me puso un piso (pequeño, pues era rico pero no generoso). No sé el nombre del primer convento, pero sí el del segundo. Estoy preparando una denuncia y este es el texto en su primera versión."

Trata de mujeres

"La trata de personas, en inglés "trafficking"[1], se define en la Convención de Palermo como el reclutamiento transporte, traslado y recepción de personas, utilizando como medios, la fuerza u otras formas de coacción, el rapto, el fraude y el engaño o el abuso de poder en una situación de vulnerabilidad, así como la concesión o la recepción de pagos o beneficios para conseguir el

consentimiento de una persona que tenga control sobre otra, con fines de explotación. La explotación incluye, prostitución u otras formas de abuso sexual, el trabajo o los servicios forzados, la esclavitud o prácticas similares a ella, la servidumbre o la extracción de órganos"

http://digital.csic.es/bitstream/10261/48207/1/Poblaciones-Mercancia.pdf

https://www.unodc.org/unodc/en/human-Trafficking/Human-Trafficking.html

La trata de personas es un "negocio" mundial que produce unos beneficios de tres mil millones de dólares al año. Dos tercios del total es trata de mujeres. En algunos lugares es casi exclusivamente de niños, como en los países muy pobres de África y del Gran Mekong (Asia)

http://www.unodc.org/toc/es/crimes/human-trafficking.html 

Cuando hablamos de “tráfico” de personas existe consentimiento por parte de las víctimas, a pesar de las pésimas condiciones en las que se pueda producir el viaje o desplazamiento o de los riesgos que entrañe (en patera, en camiones frigoríficos, en habitáculos imposibles en vehículos, etc.). En el caso de la “trata” de personas, no existe consentimiento por parte de la víctima e incluso, de existir ese consentimiento, se considera irrelevante, viciado e inválido al haber sido obtenido a través de circunstancias que limitan la voluntad, como el abuso de poder, la violencia, la coacción o el engaño

En muchos casos se busca la explotación sexual, pero hay otros trabajos esclavos como en el sector textil (talleres clandestinos, por ejemplo), en agricultura, en el servicio doméstico y otros menos conocidos y evidentes, como matrimonios con nacionales que son de hecho formas refinadas de explotación sexual. Cuando la trata no depende de redes y grupos criminales organizados se vuelve casi "invisible" y más si las víctimas no cuentan con un "capital social" que les pueda prestar ayuda pues su aislamiento puede llegar a ser una forma de violencia extrema que las anule.

Trata de novicias

Buen ejemplo es el relatado, de la trata de novicias. No es una "invención", más allá de las licencias narrativas. Se puede leer un auténtico "caso clínico" relatado por @reversomedico en

https://docs.google.com/document/d/1S9sxAjCnr_YNTVq61RVCv6Dwrir9P5kLtCrLpzibvdI/edit

El problema es mundial, y por ello en 2016 el Papa Francisco se opuso públicamente a la trata de novicias (el tráfico internacional de vocaciones religiosas). El Papa “considera que ese no es el camino para asegurar la supervivencia de los conventos de clausura y está preocupado por este y otros problemas en la vida contemplativa femenina”. Por eso publicó una constitución apostólica con recomendaciones concretas para revitalizar esa realidad de la Iglesia, que padece una crisis imparable, la “Vultum Dei quarere” (La búsqueda del rostro de Dios)

En España ha habido casos con denuncias y repercusión en la prensa, por ejemplo de novicias de la India esclavizadas en Santiago de Compostela

https://www.eldiario.es/politica/policia-retenidas-clausura-santiago-voluntad_1_4221600.html

¡Pobres novicias de clausura, a veces esclavas de monjas en lugar de esposas de Dios, en lugar de mujeres libres!


[1]     La trata de personas ("trafficking") implica el engaño (con/sin coacción, violencia, compra, secuestro, etc) en origen y la explotación en destino; no exige el cruce de fronteras (hay trata de personas dentro de las naciones). Por el contrario, el tráfico de migrantes ("smuggling") no implica engaño en el origen ni explotación en el destino pero sí el cruce de fronteras. En ambos casos se producen ilegalidades administrativas y beneficios monetarios y otros, y riesgos para la salud y el bienestar. Lo característico de la trata de personas es la explotación en el destino. Lo característico del tráfico de migrantes es la ayuda para el cruce ilegal de fronteras.

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