El mundo es un lugar desconocido por los seres vivos

Aarón García Peña
29 de Diciembre de 2024
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El mundo es un lugar desconocido por los seres vivos

El mundo es un lugar desconocido por los seres vivos pero me basta la muerte para conocer España, en ella vivo rodeado de difuntos y en ella he muerto acompañado de otras vidas. Resido en el cuartel sesenta y ocho, junto al crematorio, frente al mar Mediterráneo, entre dos corazones femeninos caídos en desgracia.

En un agujero de la cruz de Cristo, cajón que sigue sucio porque Francisco Franco lo limpiaba, está la puerta principal de la península, esa arquería por la que vienen los franceses para depositarse a ellos mismos como si fuesen flores. Por cada una de sus columnas existe hoy un único español inteligente, una cabra inmortal, ostentosas letrinas de creyentes y ateos: los europeos lapidándose. Aquí sufren los desiertos canadienses de depresión postparto. Aquí he visto a la verdad con un calmante entre los dedos. Aquí celebraré mi funeral cuando vuelva a la vida. Y Satanás será mejor conmigo al lado.

En mucho España y yo nos parecíamos. Antes de despertarse ya iniciaba el desayuno. En el almuerzo ingería impudorosa las noctámbulas sobras de los platos matinales. Duraba tanto su comida que, nada más terminar, empezaba la merienda. Y tras la cena defecaba sin freno para permitir que sus pulmones se llenasen de oxígeno. Tenía la intención de comprobar si el resto de los seres vivos le cabía en el estómago, en una manera de entender el mundo sin que el mundo lograra protegerse de ella. Su madre cocinaba tan bien que, para poder adelgazar, tuvo que matarla. Y sus hijos la abandonaron en una Noche Vieja, como doce proteínas en huelga de hambre, hartos de recibir un mordisco por cada campanada.

Terminó por comerse a sí misma guardándose desde entonces, en el Museo del Prado, su última digestión detrás de una vitrina. Con lo que aún había en su intestino en el momento de la autopsia, podría haberse erradicado el hambre en el mundo.

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