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La necesidad de inventar una realidad paralela

03 de Septiembre de 2025
Actualizado a las 11:53h
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La necesidad de inventar una realidad paralela

NO reconocer la realidad expresada en sus datos objetivos y verificables porque contravienen mis postulados y percepción de la misma, entra dentro de lo razonable como reacción previa a la asimilación de lo objetivamente irrefutable. A partir de ahí se puede actuar reconfigurándolos desarrollando una estrategia de adaptación a la realidad que no gusta que exige racionalidad en el análisis y liberarse del condicionante de la ultraderecha. O seguir en la irracionalidad de crear una paralela, irreal, en la creencia de que es el camino para conseguir el poder, que requiere negar lo objetivo recurriendo a la mentira, la tergiversación y radicalizar el discurso que convierte al oponente en enemigo rechazando, por sistema, todo lo que de él provenga, el no a todo, y tirar de la mofa y el insulto procaz e hiperbólico siempre fuera de lugar.

De este modo se recrea todos los días una ucronía (reconstruir la historia sobre datos hipotéticos), para mantener la oposición de combate que degrada el papel de la política como negociación para mejorar la vida de las personas. Con esta filosofía de fondo el PP imposibilita el consenso—dos no pactan si uno se niega sistemáticamente— sean o no cuestiones de Estado (inmigración, vivienda, cambio climático, seguridad y defensa, etc.), porque pactar supone dar oxígeno al enemigo, sin importar que queden sin solución problemas que afectan al día a día de la ciudadanía y el país: ¡cuanto peor mejor! Así, la oposición del PP se vuelve disruptiva e ineficaz, pues su único objetivo es echar del poder al enemigo, sea como sea, para imponer su proyecto ideológico de privatizar y recortar el estado del bienestar y derechos sociales que aplican en todas las administraciones públicas donde gobiernan.

Propuesta política que no requiere un especial conocimiento ni capacidad—es pura ideología—; demostrado en la incapacidad de sus responsables públicos para gestionar situaciones de crisis en las que actúan siempre igual. Primero no dan la cara y dejan la patata caliente al segundo de abordo, normalmente igual o más incapaz, y cuando aparecen no reconocen ningún error y tiran por elevación responsabilizando al Gobierno, con falacias desmentidas por los datos objetivos. Los ejemplos más recientes: la DANA en Valencia o los incendios en Galicia, Castilla y León o Extremadura, cuyos máximos responsables políticos llegaron tarde y exigiendo al Ejecutivo Central medios que ya tenían (la UME) o, en un ejercicio de filibusterismo político, reclamando al ejército para poder mandar sobre él, pero sin solicitar el nivel tres de alarma nacional que es el que permite su intervención, siempre bajo el mando del Gobierno central que pasaría a asumir la gestión de la crisis. ¡Y claro!, es no lo queremos. Una vez más la ley del embudo.

Como hace el calamar para emborronar la visión del enemigo —que ya no cuela— se esparce tinta para ocultar la nefasta gestión en el cuidado y protección de los montes —que debería realizarse todo el año—, las inasumibles condiciones labores de bomberos y servicios de protección de incendios, y el rechazo a la apertura de comisiones de investigación en los parlamentos autonómicos sobre la gestión de la crisis. Comisión si se crea en el Senado, donde el PP tiene mayoría absoluta, para que comparezcan los ministros cuyas intervenciones, apoyadas en datos irrefutables, desmienten sus mentiras y pintan la cara de los senadores que pretendían acogotarlos.

También a Feijóo, que siempre hace bueno el refrán de que más vale estar callado y parecer tonto que abrir la boca y confirmarlo, con su propuesta de poner pulseras telemáticas para controlar a los pirómanos, la única que ha planteado como solución a ésta y futuras crisis forestales (según los últimos datos de la Guardia Civil, en 2023 de 225 incendios intencionados que hubo solo 15 fueron atribuidos a pirómanos lo que representa el 6,6% del total). Propuesta que evidencia su desconocimiento de los datos oficiales, y las leyes y normativas que rigen el funcionamiento del Estado, porque Feijóo vive en la ucronía que inventa cada día. 

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