Es jueves de reparto. El sol acompaña en una mañana fría. En la puerta del local de Cáritas ya se acumulan muchas personas. Gente pobre que necesita acudir al banco de alimentos para poder dar de comer a sus hijos al menos una vez al día. La mayoría son mujeres que han dejado a sus hijos en el colegio o la guardería pública o que los llevan consigo aunque llueva o el calor sea sofocante y dedican la mañana a recoger frutas, verduras, arroz, judías, yogures, pan de molde, galletas y si hay suerte, hasta alguna botella de aceite. La mejor época, el verano donde la fruta fresca abunda. Aunque, muchas veces, cuando la van a comer, está ya muy pasada o es directamente incomestible.
Entre la multitud, también hay algún hombre. Pocos. Llama la atención, uno que lleva un carro como los de la compra, con el mismo tipo de ruedas, pero hecho totalmente de madera y con tapa. Un hombre triste. De expresión cansina, como si estuviese agotado. Y también está Odón, un arquitecto técnico con dos másteres y tres idiomas que trabajaba en una empresa de la construcción y que a sus 55 años fue despedido porque con su salario contrataron a dos más jóvenes que ponían menos reparos a los “chanchullos” y que, con menos experiencia (ninguna) no discutían los análisis del arquitecto siempre tendentes al camino del ahorro aunque la obra quedara como una chapuza. Aprovecharon una hepatitis para despedirlo. Fue improcedente, eso dijo al menos el juez, pero su jefe prefirió pagar el despido, no muy grande porque le tenía cambiando de empresa, a la readmisión. Odón, después de agotar el paro, ha acabado siendo uno de los 480.000 españoles que cobran el subsidio de desempleo para mayores de 52 años. Y con sus 62 años, aún le quedan cuatro y pico para jubilarse. Si llega. El estar sin trabajo es para él un suplicio que no puede soportar. Incluso cuando le preguntan dice que tiene un cáncer. Un cáncer que le está comiendo por dentro que se llama paro. No quiere estar parado. No quiere tener que acudir cada jueves a Cáritas a mendigar unos cuantos kilos de naranjas, un paquete de arroz, garbanzos, lentejas o harina. Él preferiría hacer lo que ha hecho siempre. Poder comer de su trabajo. Lo que hizo durante treinta años.
Odón siempre fue un joven despierto, alegre y dicharachero. Siempre de buen humor dispuesto a la broma o al chascarrillo. Un tipo, sin embargo, recto y serio en su trabajo al que le gustaba hacer las cosas bien a la primera. Durante años, era uno de los trabajadores más apreciados por su jefe porque, aunque discutía mucho sus instrucciones, el jefe sabía que en realidad llevaba razón y que la opinión de Odón era lo mejor para finalizar cada proyecto en condiciones. En una empresa que se dedica a la realización de obra pública, sobre todo carreteras y puentes, las cargas, el cálculo de los peraltes y de la inclinación adecuada para que el agua se vaya cuanto antes del asfalto y no forme charcos, es esencial. Todo se fue enturbiando en el momento que el viejo Remigio fue dejando la empresa en manos de su hijo mayor. Un tipo con cara de vinagre, siempre amargado que había estudiado económicas en el CEU y que por tanto sabía de planos, de cargas y de proyectos lo mismo que de la vida. Un tipo al que siempre se lo dieron todo hecho y que nunca le faltó un fajo de billetes en el bolsillo, un coche desde los dieciocho años y muchas moscas a su alrededor. Se tomó la sustitución de su padre como una oportunidad para elevar exponencialmente su cuenta de resultados a base de rascar aquí y allá. De eliminar peraltes, de ahorrar costes en el hormigón con materiales de peor calidad y sobre todo en rodearse de pelotas que no discutieran sus decisiones y que cobraran lo menos posible.
Odón empezó a sentir que algo no iba bien, cuando aprovechando la jubilación del arquitecto que hacía de jefe de obra, en lugar de contratar a otro, metió a un falso autónomo que en realidad era un trabajador más pero que cobraba mediante factura expedida a la empresa como si fuera un agente externo. Con cada aparejador que se iba marchando, porque la presión laboral se incrementó y las condiciones laborales llegaron a un punto de hacerse casi insoportables, siguió con la misma táctica: sustituirlos por falsos autónomos. Pero Odón tenía ya casi los cincuenta años y llevaba veinticinco años en la empresa y sabía que no es fácil volver a empezar de nuevo así que aguantó carros y carretas. Hasta que cinco años después, una hepatitis le tuvo en cama dos meses. Entonces aprovecharon para mandarle un burofax con el despido y la excusa de la finalización de uno de los proyectos. Cuando se fue el viejo Remigio, su hijo le llamó al despacho y le dijo que a partir de entonces, le iban a hacer otro contrato con las mismas condiciones para otro proyecto y que, por necesidades de la adjudicación, necesitaban cambiar el nombre de la empresa. Odón, que siempre había confiado en el viejo Remigio pensó que su hijo estaría hecho de la misma pasta y no puso problemas. Un gran error visto cinco años después porque la indemnización por despido improcedente fue por 20 días por año trabajado y sobre una antigüedad de cinco años.
Como se temía, desde entonces no ha conseguido volver a trabajar. Ha dedicado cientos de horas, imprimido otros cientos de currículums, pero nada. Se han comido los ahorros, la indemnización por despido y el paro. No le dan trabajo en puestos que no necesitan preparación porque está demasiado preparado. Y en lo suyo porque es mayor. Ahora le ha cambiado el carácter. Siempre está triste y pensativo y su mujer cree que acabará con una enfermedad grave debido a la rabia que siempre lleva dentro por no poder mantener a su familia.
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¡No mires arriba!
Hace poco más de una década, discutíamos en las asambleas del 15M si los salarios de nuestros representantes políticos debían ser como mucho dos o tres veces más de lo que estipula el gobierno en el SMI. Se debatía la necesidad de dar ejemplo y de comportarse como gente de bien, gente de abajo que cree en la igualdad y la solidaridad. Se establecía entonces que, al igual que nadie debería cobrar menos de 1.000 €, tampoco ningún salario, y menos de un cargo público, debería sobrepasar los 3.000. La realidad se hace tozuda. ¡La de vueltas que damos los humanos para volver siempre al mismo sitio! ¡La capacidad que tienen algunos para olvidar las promesas y para dejar de sentirse parte de los de abajo y creerse los reyes del mambo cuyo mundo está a sus pies!
Esta semana, hemos asistido a una discusión sin sentido. Una demagogia barata, una falsa polémica sin fundamento en la que un partido, PODEMOS, por una vez y sin que sirva de procedentes se ha comportado según los cánones marcados cuando, allá por el 2014 o 2015 (ya ni recuerdo las fechas), algunos pasamos a reunirnos en las calles bajo el formato 15 M a otro, formando círculos en los barrios porque creíamos en algo distinto. Y nos unimos para agruparnos políticamente en una formación cuya misión principal era luchar por los de abajo y remover los cimientos de un sistema, el hijoputismo, que sólo crea pobres, injusticia, discriminación y desigualdad. Muchos dicen que lo ocurrido al oponerse al decreto que recortaba los derechos de 480.000 trabajadores mayores de 52 años, en el mejor de los casos para beneficiar durante seis meses a 240.000, fue una venganza contra Yolanda Díaz. Otros que viéndose acorralados en la insignificancia del Grupo Mixto es una forma de llamar la atención. Quizá, tal y como yo lo veo, y estando tan alejado ideológica y en conciencia de los que quedan en Podemos, como de Yolanda Díaz, sólo seguían el guion establecido en el famoso refrán del «Para lo que me queda en el convento,...» El caso es que fuera la razón que fuera, se hizo bien votando en contra aún sabiendo que el parlamento español, como tantos otros, es un mero putiferio donde se produce únicamente una escenografía acordada lejos en reuniones opacas de personas que no representan nada más que a ellos (y a los poderosos para los que trabajan) y que no han sido elegidos por ningún ciudadano. Aún sabiendo que de aquí a junio que es cuando debería entrar en vigor, se llevará el recorte mediante la negociación colectiva con los sindicatos o en otro decreto.
Pero me resulta altamente indignante que, muchos de aquellos que en su día daban lecciones sobre la justicia de un salario máximo tres veces mayor del SMI, hayan estado machacando en prensa, con un mantra indecente, asegurando que 480 € (o aceptando la mentira de su burra 540 €), son toda una fortuna que sirve para que los pobres puedan vivir bien. Es increíble lo que esta gentuza, políticos acompañados por caraduras que se dedican a difusión de la mentira, periolistos que están vendiendo a una opinión pública inerte que, con tal de no pensar, son capaces de tragarse cualquier mierda, pueden llegar a difundir. Ni el voto en contra sobre el recorte de las ya de por si depauperadas condiciones de jubilación de esos 480.000 PERSONAS que, siendo mayores de 52 años, no hay nadie que quiera contratar, ni la aprobación de ese recorte que supone un ahorro de 1.404 millones de euros en los próximos 4 años a las arcas públicas en pensiones futuras para ese colectivo, es el tema a debatir.
Porque el tema a debatir es la necesidad de acabar con un sistema que aísla a cualquier persona mayor a las que nadie quiere contratar y que 480 € son una puta mierda que no da ni para sobrevivir 10 días en condiciones sociales del primer mundo. En mi casa somos tres. Casa de 65 m² en un barrio de extrarradio. Entre seguros, impuestos, luz, agua, internet, comunidad y calefacción el mes de diciembre, que he estrenado una aplicación de gastos, se me han ido más de 900 euros. Si le quitas el IBI y el recibo trimestral del seguro del coche se quedan en 512 €. Y no tengo ni alquiler, ni hipoteca. A eso le sumas la comida. Que todos estos tuercebotas de la actualidad me expliquen como se vive con 480 euros al mes. Que para aceptar un recorte que viene, como todo, directo de la UE, y de Calviño y su escudero, el actual ministro de Economía, como ejecutores directos de las instrucciones recibidas desde el lobby comunitario, tengamos que escuchar a una cantidad indecente de personajes que salieron hace años de sus barrios de Vallecas o Carabanchel y que habiendo perdido toda realidad social, creen que todo el mundo es como el de los diputados o como los de sus barrios acomodados, con una vida más o menos generosa en las Tablas, Cuatro Caminos o el Barrio Salamanca y que la diferencia entre 540 y 480 es una vida digna, es para establecerles por ley durante dos años ese salario y que vean en sus propias carnes lo maravilloso que es vivir con esa mierda de limosna.
Hemos dejado que nos lleven al idioceno donde no hay reglas y todo vale. Hace tiempo que se han traspasado todas las líneas rojas que hacían del hombre un animal racional y hemos vuelto a la ley de la jungla. Aquí, en lugar del más fuerte es el más poderoso el que ejerce de caudillo absoluto con patente de corso y absoluta impunidad. Lo estamos viendo en Palestina dónde un grupo de sionistas igual de crueles que los nazis que metieron a sus antepasados en cámaras de gas, están masacrando a un pueblo, el palestino con la absoluta connivencia de la UE, los Astados Unidos, y todos los indecentes asquerosos del RU. Más de 10.000 menores asesinados. Cerca de 8.000 mujeres. 115 periodistas acreditados con su uniformidad bien visible. Hospitales, guarderías, ambulancias, todo es objetivo de estos asesinos impunes. Y mientras, nuestros gobiernos a verlas venir. Y la mayor parte del pueblo sin enterarse de nada porque resulta que dos empresas israelitas participes del genocidio, controlan las noticias que dan los medios españoles, que no sólo desinforman, sino que además pretenden sentar cátedra sobre las fakes News cuando ellos son en realidad un puto fake.
Que nadie dude de que estos sinvergüenzas que nos gobiernan, si son capaces de mirar para otro lado ante un genocidio televisado y en directo a través de las redes sociales con total impunidad y haciendo oídos sordos o como en el caso de Alemania, el RU o USA alineándose descaradamente con los genocidas, si mañana necesitan limitar el consumo de agua porque escasea o ante la falta de alimentos provocados por un cambio climático que han permitido, favorecido y consentido, no les va a temblar la mano si tienen que acabar con tantos seres humanos como haga falta para salvaguardar su bienestar y el de aquellos para los que trabajan.
Ahora se habla mucho de la desinformación y de las Fake News. Y no se engañen. La forma de manipulación informativa, de contar medias verdades y de hacer pasar mentiras como verdades absolutas son los medios de comunicación: TV, prensa y radio. Sin embargo, son ellos los que nos advierten de los demás, de los díscolos. Y en realidad, lo que pasa es que hay quién no se acostumbra a que, un tipo que no tiene que lamerle el culo a nadie porque no vive de eso, pueda sacarte los colores en Twitter ante las mentiras que estás contando en un micrófono o ante las chorradas que estás escribiendo en Lo_Pais, que hacen evidente que no sabes ni de lo que estás hablando pero que aun así, como tienes que publicar, para cobrar, te inventas un artículo con el que quieres dejar claro que eres un experto y que por eso te pagan. Y claro, antes los periódicos eran la biblia y ahora han pasado a ser panfletos vende hijoputismo como el catálogo del Carrefour publica los productos en oferta. Y eso, amigo periolisto es lo que no te gusta. Lo que no aguantas y lo que odias. Eso es por lo que no quieres que te tuteen. Es por lo que bloqueas en cuando te llevan la contraria. Porque no quieres que nadie insinúe siquiera que hacías tus crónicas de guerra desde el bar del Hotel. Que no quieres que nadie se ría de ti porque estás con el casco y el chaleco puesto, cuerpo a tierra dando la crónica como si estuvieras rodeado de bombas en Kiev, mientras que al fondo se ve la gente paseando con sus carros de la compra. Que no quieres que ningún antiguo corresponsal o vecino de Moscú, en la época de la URSS, te saque los colores porque estás hablando de lo que pasa en Rusia, mientras haces la compra en Bloomingdale's. 947.
Vivimos en la era de la idiocia dónde ya nada es creíble y todo es publicidad. Dónde un partido condenado por corrupción varias veces se presenta como adalid garante de la honestidad. Dónde un partido que consiente y fomenta la privatización la sanidad, que ha realizado cuatro reformas laborales a cada cual más lesiva para los trabajadores y tres de pensiones en las que se ha subido la edad de jubilación hasta los 67 años y bajado las cuantías a percibir al ensanchar los años del cálculo de la pensión, un partido que introdujo los colegios concertados insinuando que no había colegios públicos suficientes y trajo las ETTS y consiente las mutuas en la sanidad pública se define como socialista y de izquierdas. Dónde quien se salta las reglas del juego acaba ganando millones porque unos señores con toga a los que nadie puede meter mano así lo dictaminan siempre y quienes nos roban el agua y desecan espacios naturales como Doñana son premiados pagándoles sus tropelías con dinero público. Eso sí, los pobres son tratados con dureza y los que suponen un peligro para los planes de los que viven de hacer pobres son declarados criminales.
Estamos en una dinámica de autodestrucción que a nadie parece importar. La pobreza acabará matándonos sanitariamente. El cambo climático de sed y de hambre y la falta de combustibles fósiles con los alimentos producidos a gran escala y con el la explotación de recursos. Mientras algunos se preocupan más de los empresarios que de los trabajadores a los que dicen representar, de echar en cara a los otros que 480 euros son una fortuna para vivir cómodamente y sobre todo, de no molestar al idiota USAniano que alborota todos los avisperos haciéndonos gastar miles de millones en armamento y defensa, la Pachamama se revela, el exceso de calor está elevando el nivel de las aguas y llevando a la humanidad hacia una nueva edad de piedra.
Si no quiere luchar, no luche, pero al menos apague la TV.
Sólo nos queda el feminismo, la ecología y el decrecimiento. O la extinción.
Salud, república y más escuelas.